MIGUEL HERNÁNDEZ. 80 ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DEL POETA
Especial 80º Aniversario muerte Miguel Hernández
Miguel Hernández, en memoria del poeta
1992. Perfil biográfico del poeta Miguel Hernández. Los testimonios de su hermana Encarnación Hernández, su cuñado Manuel Manresa, su amigo de la infancia Rosendo Mas, Rafael Alberti, Antonio Buero Vallejo y Rosario la Dinamitera, junto a los recuerdos escritos de su mujer Josefina Manresa, crean una imagen cercana y sorprendente del hombre y el poeta.
Reportaje: "Miguel en la Memoria".
Este 28 de marzo se cumplen 80 años desde la muerte de Miguel Hernández. El poeta de la libertad murió privado de ella, en prisión. Desde prisión y pese a la muerte de su primer hijo, en 1938, el escritor oriolano siguió escribiendo Cancionero y romancero de ausencias, su última obra, un libro inacabado y póstumo.
Si bien a Miguel Hernández se le conmutó la pena de muerte, fue condenado a treinta años de prisión. En la cárcel contrajo tuberculosis y, a los 31 años, murió el 28 de marzo de 1942, sin haber recuperado la libertad por la que tanto había luchado.
La ley de memoria histórica de 2007 anuló también, junto a la de tantos otros, la condena al poeta de Orihuela, el mayor artista que ha dado la Vega Baja y uno de los más reconocidos en el ámbito nacional.
(…) Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)
Entre otros reconocimientos, el poeta oriolano tiene el honor de dar nombre a la Universidad Miguel Hernández de Elche, que en este año 2022 celebra su 25 aniversario.
JOAN MANUEL SERRAT - Para la libertad (Directo 1975)
MIGUEL HERNÁNDEZ: EL
POETA QUE FUE APRESADO POR INMIGRACIÓN ILEGAL
Un libro recupera su
expediente carcelario, que muestra que fue apresado por no poder acreditar la
documentación para estar en suelo portugués
El poeta fue encarcelado al entrar en suelo portugués, delatado por un hombre al que le vendió el reloj que llevaba encima, un regalo de boda de Vicente Aleixandre. Pasó cinco días en una celda de Rosal de la Frontera, que hoy forma parte de la Casa de la Cultura de la localidad.
Extracto
del expediente rellenado en el puesto fronterizo Huelva-Portugal, con las
huellas del poeta.
Fermín Cabanillas - 20 de septiembre de 2017
El 4 de mayo de 1939, un agente de Policía
llamado Rafael Córdoba rellenaba el expediente carcelario de un joven de 29
años de edad que había sido detenido ese mismo día en la localidad portuguesa
de Moura. Al agente que le detuvo le llamó la atención su acento español
y, al no llevar nada que acreditase su nacionalidad portuguesa, fue arrestado
por inmigración ilegal. Aún no sabía que el detenido era Miguel Hernández, que
había comenzado en ese pueblo portugués su calvario por las prisiones de la
dictadura franquista.
Ahora,
el libro Miguel Hernández, su perdición encontrada, escrito por
el onubense Augusto Thassio, ha desvelado algunos aspectos que se
desconocían de los cinco días del primer encarcelamiento del poeta. Cinco duras
jornadas que pasó en Rosal de la Frontera, localidad onubense limítrofe
con el puesto fronterizo portugués donde se rellenó su ficha, y que supusieron
el comienzo de su larga estancia en prisión hasta su muerte a los 32 años.
“Pasar de España a Portugal sin
autorización”, es el delito que muestra la ficha rellenada ese día, que
supuso el final del peregrinar de Hernández huyendo de “los de derechas” que
estaban a punto de ganar la Guerra Civil, explica Thassio.
Casi todos los historiadores coinciden en
que, desde Alicante, llegó a Sevilla, luego a Cádiz y Jerez de la Frontera, y
de allí a Huelva, buscando a un abogado en Valverde del Camino para facilitarle
el paso a Portugal. Se bajó de un camión y decidió vender su reloj, regalo de
boda de Vicente Alexandre, en la localidad de Santo Aleixo. El hombre al que se lo vendió lo delató a la
policía portuguesa “por cinco miserables pesetas”. Cuando la dictadura de
Salazar se dio cuenta de que tenía en sus manos a un perseguido de Franco, lo
extraditó inmediatamente a escasos metros, a Rosal de la Frontera, y estuvo
cinco días internado en una pequeña celda. Ahí empezó su calvario carcelario
con las primeras torturas.
Cuando fue detenido, llevaba encima “un
billete de veinte escudos, una moneda de cinco centavos y cuatro más de diez;
el libro “La destrucción o el amor” con una carta de su autor,
Aleixandre, y un auto sacramental llamado “Quién te ha visto y quién te ve, ni
sombra de lo que eras”, escrito por él mismo.
Curiosamente, aunque era amigo de Vicente
Aleixandre o Neruda, en el momento de estar encarcelado en Rosal de la Frontera
“no tuvo amigos influyentes que lo pudieran ayudar a escapar. Era cabrero, un
hombre del pueblo y para el pueblo, que se compró unas alpargatas para
atravesar la sierra hacia el Alentejo portugués”, ha dicho.
Fueron sólo cinco días, pero en Rosal de la
Frontera la huella del poeta es indeleble. Su celda se ha mantenido igual que
entonces, y una semana cultural revive este septiembre parte de su historia,
con actos como una ofrenda floral y lectura de poemas en la celda de Hernández
y ante su busto. Las actividades se trasladarán a los escenarios portugueses de,
explicando la vida del poeta en aquellos días. Prácticamente se puede llegar a
pie, ya que la frontera no está interrumpida por el Guadiana en aquella zona.
Una facilidad que, también, fue fatal para el poeta en aquellos días de 1939.
Sin embargo, aún quedan incógnitas por
investigar: Miguel tuvo un compañero de prisión, Francisco Guapo. Su mujer le
dio al poeta comida y le lavó la ropa. A cambio, le escribió en un papel de
estraza el poema “Hombre encarcelado”, con un dibujo del barco que
pensaba coger en Lisboa. Ese poema jamás fue encontrado.
Thassio, nacido en 1950 en Isla
Cristina, se enfrenta al que quizá es su reto más apasionante, tras haber
publicado, influenciado por Juan Ramón Jiménez, García Lorca y el propio Miguel
Hernández, obras como “Cartas de un esquizofrénico a Eloísa”, “Cantos
y leyendas de Rosal de la Frontera” o “El alma de Isla Cristina”.
En este trabajo, Thassio ha recuperado el
expediente carcelario de Miguel Hernández en un libro donde recopiló multitud
de datos y lugares relacionados con el poeta. El volumen fue publicado en
conmemoración del 75 aniversario de la muerte del poeta, y sirvió para conocer
“una serie de datos que los biógrafos de Miguel desconocían”.
Así,
el libro recorre aquellos días de la primavera de 1939, desde que fue detenido
en Moura y llevado a la frontera española en Rosal de la Frontera, mediante la
investigación y relación con los
descendientes del poeta.
Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!
Pablo Neruda
En abril de 1939, recién concluida la guerra, se había terminado de imprimir en Valencia El hombre acecha. Aún sin encuadernar, una comisión depuradora franquista presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.
Su gran amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela. Pero en Orihuela corría mucho riesgo, por lo que decidió irse a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Rosal de la Frontera (Huelva). La policía de Salazar, dictador portugués, lo entregó a la Guardia Civil. Cuando estaba en prisión, su mujer Josefina Manresa le envió una carta en la que mencionaba que sólo tenían pan y cebolla para comer; el poeta compuso en respuesta las Nanas de la cebolla. Durante los nueve días que estuvo en la cárcel de Huelva fue sacado varias veces de ella por grupos de falangistas y «gente de orden» que lo golpearon brutalmente. Querían que confesara que él había matado a José Antonio Primo de Rivera, líder de Falange.
Desde la cárcel de Huelva lo trasladaron a Sevilla y posteriormente al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), de donde, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939, aunque asimismo influyeron las gestiones paralelas de Cossío.
Estando preso en la prisión de la calle Torrijos le escribe una dramática tarjeta postal: «Querido primo José María: [...] tú puedes ayudarme a salir rápidamente y no debes dejar de hacerlo. No llevaba la documentación necesaria y me detuvieron en Portugal, y me condujeron aquí». Al recto de la postal, sobre la dirección de Cossío, consciente de la extrema gravedad personal de su situación, llega a poner incluso, de su mano: «¡Arriba España!¡Viva Franco!»
Pero vuelto a Orihuela, fue delatado y detenido y ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid, fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940 por un consejo de guerra presidido por el juez Manuel Martínez Gargallo y en el que actuó como secretario el alférez Antonio Luis Baena Tocón. José María de Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la diócesis de Orihuela (posteriormente obispo de León en 1944), intercedieron por él y se le conmutó la pena de muerte por la de treinta años de cárcel. También entonces influyó mucho la gestión del propio Cossío, que acude al secretario de la Junta Política de FET y de las JONS, Carlos Sentís, y a Rafael Sánchez Mazas, vicesecretario de la misma, pero que tenía relación con el general José Enrique Varela, ministro del Ejército, que en carta le contestó a Sánchez Mazas a mitad de 1940: "Tengo el gusto de participarle que la pena capital que pesaba sobre Don Miguel Hernández Gilabert, por quien se interesa, ha sido conmutada por la inmediata inferior, esperando que este acto de generosidad del Caudillo, obligará al agraciado a seguir una conducta que sea rectificación del pasado" (estos documentos se reproducen fotográficamente en Ignacio de Cossío, op. cit., entre pp. 232-233).
Pasó luego por la prisión de Palencia (septiembre de 1940), donde decía que no podía llorar porque las lágrimas se congelaban por el frío; también por la cárcel de Yeserías, y en noviembre al penal de Ocaña (Toledo). En junio de 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo. Allí enfermó: padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. La intervención del pintor Miguel Abad Miró, amigo desde antes de la prisión, fue decisiva para recibir una atención médica especializada del director del Dispensario Antituberculoso de Alicante, Antonio Barbero Carnicero, quien pudo mejorar la situación del poeta con dos intervenciones, pero desgraciadamente el permiso de traslado al Hospital Antituberculoso «Porta Coeli» de la provincia de Valencia llegó demasiado tarde. En los últimos momentos y a su pesar, Miguel accedió a contraer matrimonio eclesiástico con Josefina en la enfermería de la prisión, con el fin de facilitar las cosas a su esposa dado que su anterior unión civil no tenía validez legal para el nuevo régimen franquista.
Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo treinta y un años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso un poema. Abad Miró formó parte del reducido séquito fúnebre que, con la viuda, acompañó los restos mortales del poeta hasta el cementerio y corrió con los gastos del enterramiento.Fue enterrado el 30 de marzo, en el nicho número mil nueve del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante.
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