El juicio de Paris - Sandro Botticelli (1483-1485)
197 cm × 81 cm
Fundación Giorgio Cini, Venecia, Italia
RUBENS, PEDRO PABLO (Siegen, Westfalia, 1577 - Amberes, 1640)
Ningún pintor europeo del siglo XVII aunó como lo hizo Rubens talento artístico, éxito social y económico y un alto nivel cultural. Fuente: Museo Nacional del Prado
El juicio de Paris fue el desencadenante de
la Guerra de Troya, y todo comenzó por una disputa originada por una manzana de
oro.
Según la mitología, en la Antigüedad era
frecuente que los dioses se mezclaran con los mortales. Y así ocurrió, en las
bodas del héroe griego Peleo con Tetis, que era una ninfa marina, que serían los futuros padres de Aquiles.
A esa boda, no fue invitada la diosa de la
Discordia, Éride, quien decidió, fiel a su nombre, provocar la confusión y la
pelea entre las diosas presentes. Para ello, acudió al banquete con una manzana
de oro que tenía grabada la siguiente frase: «Para la más bella», algo
que rápidamente suscitó el interés de algunas diosas del Olimpo, que se
creyeron merecedoras de tal título.
Tres diosas, Atenea, Afrodita y Hera se
disputaron la dichosa manzana, dando origen a la expresión de la manzana
de la discordia con el que describir el inicio de un enfrentamiento,
una disputa o una pelea. Como no había consenso sobre qué diosa era la más
bella, el padre de todos los dioses, Zeus, decidió encomendar esta difícil
elección a un joven mortal llamado Paris, que era hijo del rey de Troya,
Príamo.
Durante el juicio las tres diosas hicieron
valer su poder de seducción, con el propósito de tentar al improvisado juez
Paris, si éste fallaba a su favor. La diosa Hera, esposa de Zeus, le
ofreció todo el poder que pudiera desear y el título de Emperador de Asia; Atenea,
diosa de la inteligencia y de la guerra, le ofreció la sabiduría y la
posibilidad de vencer todas las batallas a las que se presentase y, la diosa Afrodita,
le ofreció el amor de la mortal más hermosa de Grecia.
El joven Paris, que era un príncipe muy
terrenal, optó por la proposición de la diosa Afrodita, que a partir de
entonces pasó a ser considerada como la diosa de la belleza.Pero su decisión tuvo graves consecuencias
para su pueblo, ya que la mortal más bella, no era otra que Helena, la esposa
del rey de Esparta, Menelao, cuyo rapto desencadenó en la guerra de Troya.
Ni que decir tiene que las ofendidas diosas
Hera y Atenea tomaron partido por los griegos y no cejaron hasta que Paris y
Troya fueron destruidos, hecho que glosa muy bien Homero en su Ilíada.
Al final, el juicio de Paris no es más que
un pleito entre la vanidad de las deidades, que vino a poner de relieve la
imposibilidad de pronunciar juicios que conformen por igual a todos los
litigantes.
El juicio de Paris. Pintura de Enrique Simonet de 1904 (Museo de Málaga)
El Juicio de Paris, 2014 - Darío Ortiz. 110x70cm
Eris o Eride, la diosa de la Discordia, molesta por no haber sido invitada a las bodas de Peleo, a la que habían sido convidados todos los dioses, urdió un modo de vengarse sembrando la discordia entre los invitados: se presentó en el sitio donde estaba teniendo lugar el banquete, y arrojó sobre la mesa una manzana de oro, que habría de ser para la más hermosa de las damas presentes. Tres diosas (Atenea, Afrodita y Hera) se disputaron la manzana produciéndose tan gran confusión y disputa, que hubo de intervenir el padre de todos los dioses, Zeus (Júpiter en la mitología romana).
Zeus decidió encomendar la elección a un joven mortal llamado Paris, que era hijo del rey de Troya. El dios mensajero, Hermes (Mercurio), fue enviado a buscarlo con el encargo del Juicio que se le pedía; localizó al príncipe-pastor y le mostró la manzana de la que tendría que hacer entrega a la diosa que considerara más hermosa. Precisamente por eso lo había elegido Zeus; por haber vivido alejado y separado del mundo y de las pasiones humanas. Así, se esperaba de él que su juicio fuera absolutamente imparcial.
Cada una de las diosas pretendió convencer al improvisado juez, intentando incluso sobornarlo. La diosa Hera, esposa de Zeus, le ofreció todo el poder que pudiera desear, o, también, el título de Emperador de Asia; Atenea, diosa de la inteligencia, además de serlo de la batalla, le ofreció la sabiduría o, según otras versiones, la posibilidad de vencer todas las batallas a las que se presentase; Afrodita, le ofreció el amor de la más bella mujer del mundo. Se distinguen varias versiones sobre la desnudez o no de las diosas: una primera que indica que todas se desnudaron para mostrar así su belleza al mortal; una segunda que indica que únicamente lo realizó Afrodita para demostrar así su belleza; y una última que niega esta posibilidad del desnudo de las diosas.
Paris se decidió finalmente por Afrodita, y su decisión hubo de traer graves consecuencias para su pueblo, ya que la hermosa mujer por la que Afrodita hizo crecer el amor en el pecho de Paris, era Helena, la esposa del rey de Esparta, Menelao; en ocasión del paso de Paris por las tierras de este rey, y después de haber estado una noche en su palacio, Paris raptó a la bella Helena y se la llevó a Troya.
Esto enfureció a Menelao y este convocó a los reyes aqueos como Agamenón, su hermano, que fue nombrado comandante en jefe; Odiseo, que, inspirado por Atenea, fue el que ideó el caballo de madera con el que la expedición aquea pudo por fin tomar Troya y Aquiles, entre muchos otros, para ir a recuperar a Helena o, si fuese necesario, pelear por ella en Troya, hecho que glosa Homero en la Ilíada.
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