EL GÉNERO EPISTOLAR. DE ROSALÍA DE CASTRO
A FERNANDO ARRABAL...Y CALVIN CHESNUT


Epístola (del griego: ἐπιστολ, epistolē) es un sinónimo de carta: un texto cuya función principal es la comunicación entre el remitente o emisor (el escritor que la redacta y envía) y el destinatario o receptor. El uso del término suele implicar un registro culto o un contexto literario (el género epistolar). En la actualidad es un término arcaico, por lo general restringido en su uso a las cartas didácticas sobre ética o religión; y particularmente para referirse a las obras del Nuevo Testamento que reciben el nombre de "epístolas", y donde se recogen las escritas por algunos apóstoles destinadas a las comunidades cristianas primitivas. Las tradicionalmente atribuidas a Pablo de Tarso se conocen como "epístolas paulinas" y el resto con el nombre genérico de "epístolas católicas" (es decir, "universales" o "generales").
La literatura española explicada a los asnos: El
género epistolar
José Ángel Mañas. 05/02/2019
(Madrid, 1971) Es licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. En 1994 J.A. Mañas quedó finalista del premio Nadal con su primera obra, Historias del Kronen. La novela tuvo una gran repercusión y abrió las puertas a una nueva generación de escritores. Tras su publicación el escritor vivió durante varios años entre Madrid y Toulouse. Actualmente reside en Madrid.
Fragmento de carta escrita por Rosalía de Castro (1837-1885)
Lo confieso: siento una clara repulsión por este género.
Si las cartas son literarias, siempre hay algo de engolado en ellas. Resulta difícil hablar con naturalidad, sabiendo que la posterioridad te mira por encima del hombro. Y si no lo son, me parece una intromisión insoportable en la intimidad de las personas el que se hayan hecho públicas. Me indigna cada vez que aparece alguien que se ha encontrado con una carta manuscrita privada de un autor, y la publica.
Me gustaría saber qué pensaría el pobre Flaubert, pudoroso como era con su prosa, si supiera, que al cabo de los siglos, hemos recopilado su correspondencia y la leemos como si fuera un volumen más de su obra.
Gustave Flaubert, 1821-1880
Las cartas nunca debieron dejar de ser lo que son: mero entrenamiento, un gimnasio para la grafomanía, que permite al escritor calentar motores y “hacer dedos” antes de ponerse con algo serio. ¿Que con ellas se deleitaban un par de amigos y se echaban unas risas a costa de algún chisme indiscreto? Tanto mejor. Pero el encanto era la espontaneidad, la ingenuidad, y en cuanto empezaron a publicarse pronto se chafó el invento.
Lógicamente, procuro evitar las correspondencias. No me entusiasma ver a la gente en paños menores. Creo que el encanto de un plato se pierde si se husmea en la cocina. Compruebo, aun así, que el género se ha consolidado a lo largo de los siglos y que mantiene un número respetable de adeptos. Habiendo quien prefiera el tempranillo a un crianza, no puede uno extrañarse de que ciertos lectores prefieran las correspondencias a las obras rematadas. Supongo que tienen el encanto de lo crudo.
Ya observaba un tal De Romeu que el romanticismo es el arte de preferir las ostras a las perlas.
Oscar Wilde, 1905
En la literatura española se han publicado incontables correspondencias durante por los menos tres siglos. No obstante, ninguno de esos epistolarios ha llegado a gozar de prestigio de las cartas de Madame de Sévigné (1626-1696) en Francia, que forman parte del corpus de clásicos franceses, las Cartas filosóficas (1733) de Voltaire, o el De profundis (1905), de Oscar Wilde, por ejemplo. Todas son leídas como auténticas obras literarias y han alcanzado una perduración incuestionable en sus respectivos países.
Dejando de lado ficciones como pueden ser las Carta marruecas (1789) de Cadalso, o incluso la propia Pepita Jiménez, de Valera (1824-1905), que en buena parte es epistolar, en clave personal, quizás las Cartas desde mi celda, de Bécquer (1836-1870), estén entre los textos más conocidos.
He mencionado en otra columna que las cartas de Moratín (1760-1828) tienen muy buena prensa entre los escritores. No se entiende que anden tan olvidadas. Aun así, ninguna de esas recopilaciones ha tenido nunca un aura de clásico absoluto.
Rosalía de Castro (1837-1885)
Personalmente, de las cartas de escritores que he podido leer, me interpelan las de Rosalía de Castro (1837-1885). Para esto de las misivas, las mujeres tienen una mano especial. La autora de En las orillas del Sar, tan apreciada por Machado, consigue con su hipersensibilidad, que los detalles más cotidianos cobren una rara trascendencia. Me preocupan sus toses, su hipocondría, sus saltos de humor, la relación con su marido y hasta su patriotismo gallego.
Encuentro que todo lo que cuenta tiene algo de singularmente conmovedor. Pero esto no deja de ser una apreciación personal.
De hablar de un maestro consensuado en el género, parece obligado remitirse a la correspondencia de Juan Valera en el siglo XIX, lo cual me sirve, de paso, para decir unas palabras sobre este conocido hombre de letras. Quizás la apreciación más punzante sobre Valera, como autor, la haya dado, en Galerías de tipos de la época, Baroja, con su buena vista y su mala baba habitual:
Don Juan Valera tenía gracia y malicia, pero era un fabricante de bibelots y no quería salir de ahí. El mismo Merimée, un poco maestro suyo, a quien don Juan conoció, paseó su curiosidad por el mundo y escribió novelas y cuentos, cuya acción sucede en España, en Italia, en Córcega, en Iliria, y se ocupó de los escritores rusos.
Valera no quiso salir de sus asuntos de novela de España y sobre todo de Andalucía y de los alrededores de Cabra.
No comprendo cómo un hombre que pasó años en la corte de Viena y en la de San Petersburgo, en una situación elevada, en donde vería y habría oído seguramente contar cosas interesantes, tuviese que referirse siempre en sus libros a Doña Mencía u otro pueblo próximo y hablar de los pestiños y de otros postres de sartén como algo transcendental. Hacerse deliberadamente como técnica y como preocupación un espacialismo tan estrecho, no le veo el objeto.
Esta opinión nos interesa porque es justamente en su correspondencia donde aparece todo ese mundo que echa en falta Baroja en las novelas.
Las cartas de Valera son el relato pormenorizado de esa vida de salones de la alta sociedad, llena de princesas y condes, en la que, siendo diplomático de profesión, se movía como pez en el agua. Resulta más interesante el retrato de ese universo que las propias ideas o apreciaciones del autor. El estilo es ameno y está salpicado de citas en español, en latín, en francés o en inglés. No podía ser de otra manera, tratándose de alguien tan cultivado y cosmopolita.
Juan Valera, 1824 – 1905
Hay apreciaciones sobre las costumbres y el carácter de los países que visita: Italia, Portugal, Alemania, Rusia. Y también observaciones estéticas en las que apunta ya el novelista de temperamento clásico, antinaturalista, que será. Por lo demás, es un texto trufado de menudencias y trivialidades, supongo que a gusto de los lectores a quienes interese meter las narices en la cocina de un escritor.
Estamos entre bastidores, con todo lo bueno y malo que eso implica. La música crea belleza en el tiempo, y la arquitectura en el espacio, sin que tengan necesidad de imitar un objeto determinado. Los sonidos y las líneas arquitectónicas dicen poco o no dicen nada distintamente, y los sentimientos que se despiertan en nuestra alma al ver un templo o al oír una ópera están en nosotros […] La música y la arquitectura los despiertan y avivan con su belleza, pero no los contienen. La pintura y la escultura imitan objetos determinados, esto es, se valen de los tipos ideales de estos objetos para producir belleza, dándoles cuerpo sensible con la virtud plasmante de la fantasía. Cuando un artista se mete a demostrar variedades que no son del arte, lo echa todo a perder. Correspondencia, I (1847-1861).
Epístolas
literarias en prosa y verso
En el humanismo renacentista, la epístola se
transformó en un género literario ensayístico, dignificado por un estilo
exigente y formal, muy a menudo provisto de intención didáctica o moral. Petrarca,
aislado en los siglos oscuros, escribió cartas a escritores paganos y
cristianos de la Antigüedad para sentirse menos solo (a Cicerón y a San
Agustín); ya en el siglo XVI, Erasmo compuso cientos de epístolas, y los
humanistas españoles (Hernando del Pulgar, con sus Letras, o fray Antonio de
Guevara, con sus amenas Epístolas familiares) contribuyeron también al género.
Cuando se escogía la forma poética, se hacía casi siempre en tercetos
encadenados (con destinatario real, como la Epístola
a Mendoza de Juan Boscán y la Epístola
a Arias Montano del capitán Francisco de Aldana, o con destinatario
ficticio y simbólico, como la Epístola
moral a Fabio de Andrés Fernández de Andrada, por citar sólo dos
ejemplos clásicos). Más raramente se usaba el verso blanco (Epístola a Boscán de Garcilaso de la
Vega). Así, durante el siglo XVI se prodigaron las epístolas en prosa y en
verso por el afán comunicativo y abierto que tenían ambos géneros y su afinidad
con los ideales antropocéntricos de la sociabilidad y la estética renacentista.
La subjetividad del antropocentrismo no siempre tenía por qué tener un
destinatario, pues podía ser ficticio como pretexto para el desahogo personal.
Otras veces, en prosa, la epístola revestía un mero carácter informativo, como
las Cartas de relación de Hernán
Cortés, que narraban los progresos de la conquista de México y como tales
constituyen hoy en día un documento histórico. De ámbito privado y no
destinadas a publicarse son las Cartas de
Santa Teresa de Jesús, a las que el estilo oral y desenvuelto de su autora
dan una gracia especial.
Ya en el siglo XVII aumentan las de carácter satírico, como las Epístolas del caballero de la Tenaza de Francisco de Quevedo, sobre la tacañería de un señor respecto a su amante, o la Epístola satírica y censoria al Conde-duque de Olivares, también de Quevedo, donde se pide una reforma política y moral de la sociedad, ya no en prosa, sino en tercetos.
20 Frases de Quevedo | Genio del Siglo de Oro español
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, más conocido como Quevedo, nació en Madrid en 1580, y falleció en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en el año 1645. Se trata de uno de los escritores del barroco español más conocidos e importantes de las letras hispánicas y universales. Aunque su obra es excepcionalmente amplia, cultivando muchos géneros diferentes, muchas de las frases de Quevedo más conocidas son aquellas que proceden de sus poemas y su vida personal.
Uno de los aspectos que vamos a encontrar en las frases de Quevedo es su gran capacidad de análisis de la sociedad y las relaciones humanas de su tiempo que, a pesar de los siglos que nos separan, se ven perfectamente reflejadas en la vida moderna actual. De hecho, muchas de las pasiones, sentimientos, deseos o miedos que encontramos en las frases de Quevedo son los mismos a los que tenemos que hacer frente en nuestro día a día actual, lo que demuestra que, por mucho tiempo que pase, la naturaleza humana no cambia.
Apócrifas o falsas son las contenidas en el llamado Centón epistolario del bachiller Fernán
Gómez de Ciudad Real, atribuidas a un médico del siglo XV, pero compuestas
en el siglo XVII. Forma ensayística y erudita tomaron también en ese siglo las Cartas filológicas de Francisco
Cascales o las de sor Juana Inés de la Cruz.
En el siglo XVIII, sobre el modelo
preensayístico de Cascales, escribió el novator fray Benito Jerónimo Feijoo
sus Cartas eruditas y curiosas (1742-1760,
5 vols.) pequeños ensayos menos extensos que los que él había publicado
anteriormente como discursos (de "discurrir") en su Teatro crítico
universal, con la intención de desterrar el oscurantismo y los que él llamaba
"errores comunes", recordando los Errores celebrados de Juan de
Zabaleta. Escribió entonces también un notable epistolario el jesuita expulso
Juan Andrés.
Se establecieron ya varios géneros concretos a partir de una edición bilingüe dieciochesca de las Epístolas familiares de Cicerón.
Una técnica de Cicerón en Los grandes debates (La Elocuencia)
El tema de la verdad es un tema muy controvertido a lo largo de historia. El primer segmento de este video, tomado de la vida de San Agustín, desemboca en el concepto de la verdad que tenía Cicerón, uno de los grandes oradores de la historia. En el segundo segmento vemos a Denzel Washington protagonizando a Melvin B. Tolson, un profesor de oratoria que en los años 30's del siglo XX llevó a su equipo de debate a vencer a la Universidad de California, cuyos estudiantes en esa época eran los campeones reinantes del debate en los Estados Unidos. Tolson basaba sus enseñanzas en ese concepto de Cicerón de la verdad.
Se dividen con un criterio temático-retórico en narratorias o narrativas, "cuyo fin es dar noticia a un ausente"; comendaticias, comendatorias o "cartas de favor", para encomendar cosas ajenas; petitorias para encomendar cosas propias; expostulatorias las que exponen quejas; gratulatoria o de acción de gracias las que reflejan "alegría por prósperos sucesos"; exhortatorias, consolatorias las que confortan por alguna desgracia; jocosas las que tratan de burlas y donaires; excusatorias y de diversos asuntos. También las había nuncupatorias, esto es, dedicatorias de alguna obra, de forma que servían en cierta manera de prólogo a ellas; esa forma tenía, por ejemplo, en el siglo XV, la Carta proemio al condestable don Pedro de Portugal del marqués de Santillana, que es en realidad una historia de la poesía de su tiempo y antecedía a un manuscrito de sus obras enviado a dicho personaje. En el siglo XVIII la novela epistolar fue un género muy cultivado desde que la puso de moda Samuel Richardson con sus Pamela (1740) y Clarissa (1748); bastará recordar que Montesquieu lo había utilizado como recurso literario para la crítica socio-política en sus Cartas persas (1721), que José de Cadalso imitó en sus Cartas marruecas (1789) divulgando los ideales de la Ilustración, y que Choderlos de Laclos usó también el género para condenar el libertinismo en su Las amistades peligrosas (1782); Voltaire fue un infatigable escritor de misivas, que terminaba siempre con la misma frase: Ecrasez l'infame!
Cartas Marruecas - José de Cadalso
Rasgos de La Ilustración presentes en Las Cartas Marruecas VI, VII, XII, XIII, LIX y LXXVIII.
Entre las de otros ilustrados españoles destacan las humorísticas (y un poco escabrosas y escatológicas) Cartas de Juan del Encina (1804) de José Francisco de Isla y el Epistolario de Leandro Fernández de Moratín.
Leandro Fernández de Moratin (biografía y obra)
El siglo XIX español se abre con las Seis cartas a Irénico en que se dan claras y distintas ideas de los derechos del hombre (Barcelona, 1817) que Félix Amat escribió con pseudónimo; contenido social y político tienen las Cartas de España de José María Blanco White, publicadas en su exilio inglés, así como las Cartas de los lamentos políticos de un pobrecito holgazán (1820) de Sebastián de Miñano y, en sentido reaccionario, las Cartas críticas (1824-1825, 5 vols.) del Filósofo Rancio. Hay que mencionar también las Cartas a Elpidio sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con la sociedad (1836) del cubano Félix Varela. y destacan como un modelo de prosa las Cartas desde mi celda (1864) y las Cartas literarias a una mujer (1860-1861) de Gustavo Adolfo Bécquer.
Cartas desde mi celda (Gustavo Adolfo Bécquer)
Paseo literario por el Museo del Ferrocarril
Ya en el realismo, además
de Galdós y, sobre todo, Juan Valera, hay que reseñar la colección de Modelos para cartas (1899) de Rafael
Díez de la Cortina. Ya en el siglo XX los ejemplos son numerosos; por su
carácter oportunista y la polémica que despertó cabe recordar la Carta al General Franco de Fernando
Arrabal escrita en 1971 a salvo en su exilio francés.
CARTA AL GENERAL FRANCO. Fernando Arrabal

Arrabal y el Mineralismo (versión extendida)
Seguramente la recopilación más completa de las míticas intervenciones de Fernando Arrabal en el programa La Noche de TVE en 1989. Lo que se ve es prácticamente todo lo que hay, dado que la grabación completa no ha sido liberada.
Para hacer esta recopilación he tomado fragmentos de la grabación doméstica en seis partes.
Autor genial, muchas veces incomprendido por
"iluminado", criticado por apariciones televisivas
en las que, impregnado por el alcohol, dio la
nota, sacando su histrionismo cuasi daliniano.
Dicen que sólo los niños y los borrachos dicen la
verdad, pero, ¿Dónde está la verdad? ¿Existe la
verdad absoluta?, probablemente sí, aunque
nadie la posee, nadie la puede decir, sólo podemos
aspirar a poseerla.
Afortunadamente es inalcanzable, como la
perfección.
PETRUS RYPFF
ESTRUCTURA EPISTOLAR
Una
estructura habitual de las epístolas incluye las siguientes partes:
- Introducción
- Primera parte, de carácter
teórico-doctrinal
- Segunda parte, exhortación moral
- Conclusión
La novela epistolar es una de las formas del subgénero literario denominado novela, perteneciente a su vez al archigénero o género universal de la narrativa o épica. Pero entre los personajes no hay diálogos ni narraciones, sino cartas. Puede existir un narrador exterior a lo que las cartas cuentan o no.
Mi querido Theo. La experiencia de Van Gogh
La UNED en TVE-2. Serie: Arte y exposiciones. Fecha de grabación: 15-02-2019
"Creo en la necesidad absoluta de un nuevo arte del color, del dibujo y de la vida artística. Y si trabajamos en esto con fe, me parece que hay muchas probabilidades de que nuestra esperanza no sea vana".
Nos adentramos en la vida y obra del pintor holandés Van Gogh gracias a la exposición Van Gogh Alive – The Experience. La exposición multimedia más visitada del mundo que nos acerca a Van Gogh a través de la experiencia inmersiva que se logra combinando 3.000 imágenes en movimiento, luz y música.
Participan:
María Victoria Soto Caba profesora del Departamento Historia del Arte, UNED
Ana del Valle jefa de prensa exposición Van Gogh Alive – The Experience
Escuchaba una canción y no la entendía, pensé que sólo eran gases reprimidos en fusiles dispuestos a ser disparados.
Miré a los ojos de mi amigo, húmedos y expectantes. Pensé que ya habían disparado, pero no, sólo era emoción al traducirme sus letras.
Dispuesto a luchar contra la pena buscaré barricadas para cantar a gritos desde los que no podemos derretir las vidas conseguidas con el hielo del silencio.
No llores Petrus, tus catarros no me engañan y tu vino me aclara la bondad que tu fuerza abarca.
No eres Dios pero te adoro, ni Satanás pero te quiero. Sé que podrás pasar de un lado a otro para dejar posos de paz y limpiar la maldad que los posee.
Deseo que tus ligeras sábanas se pueblen de sueños por venir, redondeados con formas y palabras, sin huracanes, más bien brisas, sueños suaves que afloran de ti, Petrus, cual mástil abanderado del más feliz movimiento acalorado.
A ti, Petrus; rojo, solaz y enamorado; de tu
amigo Calvin, que aún busca el unicornio azul
que ayer se le perdió.
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