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Octavio Paz en 1988 |
Octavio Paz: “Todo es
presencia, todos los siglos son de
este presente”
PUBLICADO POR BIBLIOAECIDMADRID
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BAJO TU CLARA SOMBRA
Un cuerpo, un cuerpo solo,
un sólo cuerpo
un cuerpo
como día derramado
y noche devorada;
la luz de unos cabellos
que no apaciguan
nunca
la sombra de mi tacto;
una garganta,
un vientre que amanece
como el mar
que se enciende
cuando toca la frente de la aurora;
unos tobillos, puentes del verano;
unos muslos nocturnos que se hunden
en la música verde de la tarde;
un pecho que se alza
y arrasa las espumas;
un cuello, sólo un cuello,
unas manos tan sólo,
unas palabras lentas que descienden
como arena
caída en otra arena….
Esto que se me escapa,
agua y delicia obscura,
mar naciendo o muriendo;
estos labios y dientes,
estos ojos hambrientos,
me desnudan de mí
y su furiosa gracia
me levanta
hasta los quietos cielos
donde vibra el instante;
la cima de los besos,
la plenitud del mundo y de sus formas
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Se cumplen 105 años desde que, el 31 de marzo de 1914, en plena
revolución, naciera en Ciudad de México, el poeta, ensayista y
diplomático Octavio Paz
Lozano. Desde muy joven mostró una profunda pasión por las
letras, hasta el punto de que, en 1933, con apenas 19 años, publicó su
primer poemario “luna silvestre” mientras cursaba estudios de
Derecho, Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
Fue el comienzo de una fulgurante trayectoria literaria, que en 1990 le
hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura. Tenía
72 años. Desde entonces, todo fueron conferencias, homenajes y nuevas
ediciones, para enriquecer su brillante bibliografía y trayectoria intelectual.
Pero Octavio Paz, nunca se desvinculó del ámbito académico universitario. En 1961 realizó uno de sus más brillantes
recitales. Para este acontecimiento la UNAM realizó un importante despliegue
tecnológico, con objeto de grabar -con la máxima fidelidad- los poemas de su ilustre
discípulo.
De este modo, la palabra del escritor quedó registrada en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y recogida -para la posteridad- en un vinilo,
que hizo el número 13 de su serie “Voz Viva”.
La
portada de este disco fue ilustrada con un óleo - “El Cometa”- del artista
mexicano Juan Soriano (apodado “el Mozart de la pintura”) y la contraportada
con un dibujo a tinta del autor, realizado por José Moreno Villa en el año
1942. En esta ocasión Octavio Paz leyó varios de sus poemas más sobresalientes
reunidos en el volumen “Libertad
bajo palabra” (escritos de 1935 a 1958). Además,
adelantó algunas composiciones -en ese instante- aún inéditas en su país,
pendientes de su recopilación en el tomo “Salamandra”.
La presentación de esta obra -en un cuadernillo adjunto- fue realizada
por Ramón Xirau, definiéndola como una experiencia “en el sentido más
real de la palabra, una experiencia de conversión. Paz nos dice que nuestra
vida tiene sentido si somos capaces de lanzarnos fuera de nosotros mismos para
recuperarnos en los otros. ¿Conocerse a sí mismo? Más que eso: vivimos vertidos
a un mundo y convertidos en lo que verdaderamente somos”.
En 1981 España reconoció la trayectoria creativa de Octavio Paz,
galardonándole con el Premio Cervantes. Tras la creación
-en 1987- del Premio Internacional Menéndez Pelayo (UIMP),
Octavio Paz fue el primero en obtener este reconocimiento, por su valioso e
importante trabajo humanístico e intelectual.
En 1989- visitó de nuevo nuestro país, haciendo tres paradas en la madrileña y
mítica Residencia
de Estudiantes.
“Ésta es la
residencia de los poetas, la residencia de los artistas y uno de los
lugares donde se creó ese gran renacimiento de la cultura española, que tanto
influyó, no solamente en la Península, sino también allá, en América. Por
primera vez, después de un siglo, la cultura española tuvo una influencia
decisiva, profunda, fundadora, en la América hispana, especialmente, creo yo,
en México”; se
expresó durante la primera de sus lecturas.
El 9 de junio -durante más de una hora- obsequió a una entregada
audiencia con sus nuevas creaciones poéticas. En su recital, el Premio Nobel de
Literatura mexicano reflexionó “sobre su propia experiencia poética y
su concepción de la poesía” leyendo poemas de sus principales libros,
situándolos para que puedan ser vistos “no como creaciones o como
objetos verbales, invenciones verbales abstractas, sino como respuestas
concretas a situaciones concretas”. Su disertación fue grabada en un simple
casete (en contraste con la tecnología usada en México 28 años antes), que una
década después -1999- tras morir el año anterior, fue transcrita y volcada en
CD, integrando un nuevo audiolibro de la serie “Poesía en la
Residencia”.
Homenaje
numismático y filatélico
Durante
el año 1990 el Instituto Karolinska de Estocolmo, le proclamó Premio Nobel de
Literatura.
España mantenía aún una deuda cultural con Octavio Paz, y tres años
después -en 1993- la Fundación Príncipe de Asturias otorgó su premio
-en la categoría de Comunicación y Humanidades- a su revista “Vuelta”.
Muy pronto, la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) se hizo
eco de este acontecimiento tan relevante para la literatura hispanoamericana.
El 28 de junio de 1994, ilustró con la imagen del sensacional poeta, ensayista
y diplomático mexicano su tradicional
cupón diario. Durante los años 2000 y 2001, su país acuñó sendas monedas (de 20 pesos) grabadas
con su efigie, ilustradas con la frase “todo es presencia, todos los siglos son de este presente” y
su firma.
En 2010, nuevamente la numismática mexicana le dedicó el anverso de otra moneda -también de 20
pesos- donde su semblante anterior, se transformó en pose pensativa,
acariciándose la barbilla con su mano derecha. Se mantuvo la misma frase
(suprimiendo la firma), añadiendo la leyenda “Premio Nobel de
Literatura 1990”.
Durante ese mismo año, la filatelia también quiso conmemorar el “20
aniversario de la entrega del Premio Nobel de Literatura”, y Correos de
México emitió un sello postal con un valor facial de 7 pesos, conteniendo su
efigie y la misma leyenda grabada -una década antes- en las monedas.
Una vez más, para conmemorar el primer centenario de su nacimiento, México emitió una medalla conmemorativa, un sello postal y un billete de lotería. Una
iniciativa, a la que se sumaron otros países, enriqueciendo -con estas imágenes
“olvidadas”- las temáticas de los más exigentes coleccionistas.
Javier-Julio García Miravete
Homenaje a O. Paz, año 1979
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Homenaje a O. Paz, año 2014 |
Octavio Irineo Paz Lozano nació el
31 de marzo de 1914, en
Ciudad de México, durante la Revolución mexicana. Apenas unos meses después, al
unirse su padre al movimiento zapatista junto con Antonio Díaz Soto y Gama, su
madre lo llevó a vivir a la casa del abuelo paterno, Ireneo Paz, en Mixcoac,
entonces un poblado cercano a la Ciudad de México. Ahí vivieron hasta que
Octavio Paz Lozano tuvo que exiliarse en Los Ángeles con la representación de
Emiliano Zapata ante los Estados Unidos, cargo que mantuvo hasta 1919, año del
asesinato de Zapata.
En ese tiempo lo cuidaron su madre Josefina Lozano, su tía Amalia Paz
Solórzano y su abuelo paterno, Ireneo Paz (1836-1924), un soldado retirado de
las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista. Su padre,
Octavio Paz Solórzano (1883-1935), el menor de siete hermanos, trabajó como
escribano y abogado para Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma
agraria que siguió a la Revolución, fue diputado y colaboró activamente en el
movimiento vasconcelista. Todas estas actividades provocaron que el padre se
ausentara de casa durante largos periodos. Fue un poeta, ensayista, dramaturgo
y diplomático
mexicano. Obtuvo el premio Nobel de literatura en 1990 y el premio Cervantes en
1981. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno
de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Murió el 19 de abril de 1998.
Primeras
experiencias literarias
Deslumbrado,
literalmente, por la lectura de The Waste Land de T. S. Eliot, traducido por
Enrique Munguía como El páramo, y publicado en la revista Contemporáneos en
1930. Por eso, aunque mantuviese en sus actividades un prioritario interés en
la poesía, atendía desde la prosa un panorama inevitable: "Literalmente, esta práctica dual fue para mí
un juego de reflejos entre poesía y prosa".
Preocupado
por confirmar la existencia de vínculos entre la moral y la poesía, escribió
en 1931, a los dieciséis años, el que sería su primer artículo publicado, «Ética del artista», donde, antes
de plantearse la pregunta sobre el deber del artista entre lo que denomina arte
de tesis o arte puro, descalifica al segundo en razón de la enseñanza de la
tradición. Asimilando un lenguaje que recuerda al estilo religioso y,
paradójicamente, marxista, encuentra el verdadero valor del arte en su
intención, en su sentido, por lo que, los seguidores del arte puro, al carecer
de él, se encuentran en una posición aislada y favorecen la idea kantiana del
«hombre que pierde toda relación con el mundo».
La
revista Barandal apareció en agosto de 1931, dirigida por Rafael López Malo,
Salvador Toscano, Arnulfo Martínez Lavalle y Octavio Paz, jóvenes antecedidos, excepto
Salvador Toscano, por cierta celebridad literaria debida a sus padres. A
Octavio Paz Solórzano, su padre, se le conocía como el autor ocasional de
narraciones literarias aparecidas en el suplemento dominical del periódico El
Universal.
En
medio de encuentros, verdaderas confrontaciones, entre representantes de la
generación del Ateneo, especialmente quienes se agruparon en el Ateneo de la
Juventud Mexicana, después denominado Ateneo de México, y de los Siete Sabios,
sobre las ruinas de un positivismo sobreviviente en crónicas periodísticas,
donde se debatían las posibilidades del materialismo histórico, el realismo
socialista crecía como la única doctrina viable, a la que debían apegarse
todos, o casi todos, los que simpatizaran con las promesas del comunismo.
Octavio Paz, cercano a estas ideas, fundó, después de la desaparición de la
revista Barandal, y ya estando inscrito en la Escuela de Derecho de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), unos Cuadernos del Valle de
México que sólo lograrían aparecer por dos números, pero que sirvió para,
además de publicar algunos poemas, constatar que el grupo original no tendría
la solidez para la continuación de una empresa en común.
En
1933, Octavio Paz publicó el poemario Luna
Silvestre, que revelaba ya cierta asimilación de temas románticos; como expresa
Carlos H. Magis, «los poemas de Luna
Silvestre tocan aspectos del espíritu romántico vigentes aún en la poesía
moderna: el desprendimiento de la realidad puramente sensible, el misterio de
la poesía, la verdad del sueño». Los siete poemas de Luna silvestre no
tendrían cabida en la revisión que Paz hiciera posteriormente de su obra, pero
revelan a pesar de ello un rigor en la palabra mecida en la sensualidad de sí
misma, seducida por la presencia de la mujer, de la naturaleza. El deseo y la pasión andan por los poemas como
desprendidos del silencio y de la memoria, se recrean y se recuerdan, se fijan
y se desvanecen en el pronunciamiento.
En
este momento, prendido a una escritura de tipo intimista, Paz tendrá
oportunidad de mostrar sus poemas a Rafael Alberti, quien le señalará una
contradicción entre su ideal revolucionario de la poesía y de la política.
Llegado a México en 1934, Rafael Alberti representaba la encarnación del poeta
de los nuevos tiempos, el advenimiento de un lenguaje socialista congruente con
la poesía: su presencia fue un acontecimiento que fascinó sobre todo a los más
jóvenes, teniendo en ellos a sus mejores lectores. «Abanderado con el poema La
toma del poder de Louis Aragón», según recuerda Efraín Huerta, Alberti venía
como afiliado del Partido Comunista Español para dar una serie de
conferencias, después de las cuales se reunía con los jóvenes poetas, entre
ellos Octavio Paz, quien recuerda que «Una
noche, todos los que lo rodeábamos le leímos nuestros poemas... Todos éramos de
izquierdas, pero ya desde entonces sentía cierta desconfianza ante la poesía
política y la literatura que después se llamó 'comprometida'. En aquella época,
en 1934, Alberti escribía una poesía política –es la época de Consignas–, aquel
librito en el que había afirmado que la poesía debía estar al servicio del
partido comunista. Y cuando yo le enseñé mis poemas a Alberti, él me dijo:
'Bueno, esto no es poesía social' (al contrario, era una poesía intimista –una
palabra horrible ésta, intimista, pero eso era: intimista–), 'no es una poesía
revolucionaria en el sentido político', dijo Alberti, 'pero Octavio es el único
poeta revolucionario entre todos ustedes, porque es el único en el cual hay una
tentativa por transformar el lenguaje».
La confrontación con la fatalidad provoca
rebeldías: Octavio Paz, recogido en sí mismo, se enfrenta a sí mismo. La
calidad de sus expresiones románticas empieza a cobrar verdadero sentido y
empieza a realizar una lectura más atenta de San Juan de la Cruz y de D. H.
Lawrence, en quienes encuentra el mismo interés por tender puentes entre la
vida y la poesía, entre la realidad y el mito». La redacción del diario íntimo
que comenzará a expresar, sólo conocerá la publicación cuatro años
después, en 1938, bajo el título de Vigilias:
diario de un soñador, en la revista Taller, cuando hayan sucedido dos hechos
trascendentales en su vida, su estancia en Yucatán y la Guerra Civil Española.
A
fines de 1936, Octavio Paz escribiría la primera versión del libro de poemas Raíz del Hombre, que fue
publicada en enero del siguiente año y que despejaría el silencio que entornara
a Luna silvestre y a ¡No pasarán! Sería también el poemario que lo daría a
conocer frente a Pablo Neruda y que le permitiría ser invitado al II Congreso
Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura en España. Aunque Paz
conocía a algunos de los Contemporáneos desde su época de Barandal, el libro y
su recepción le valieron conocerlos a todos ellos juntos. Frente a Xavier
Villaurrutia y Jorge Cuesta, Ortíz de Montellano, José y Celestino Gorostiza,
Samuel Ramos, Octavio G. Barreda (director de Letras de México), Jaime Torres
Bodet, Enrique González Rojo y el abate Mendoza, Paz fue, nuevamente
cuestionado: «Me interrogaron largamente sobre la contradicción que les parecía
advertir entre mis opiniones políticas y mis gustos poéticos».
En junio
de 1937, Octavio Paz recibió una carta de invitación a un congreso. La carta, la
firmaban Pablo Neruda y Rafael Alberti, se trataba del II Congreso
Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que había de
celebrarse del 4 al 17 de julio de 1937 en Madrid, Barcelona y Valencia, ciudad
esta última donde se encontraba la sede del gobierno republicano presidido por
Juan Negrín. Al
evento, mecido entre una tímida distancia crítica y una coronación del
dogmatismo, asistiría más de un centenar de escritores, entre los que se
encontraban André Malraux, Tristan Tzara y Julien Benda, de Francia; M.
Koltszov y A. Tolstoi, de Rusia; W. H. Auden y Stephen Spender, de Inglaterra;
Malcom Cowley, John Dos Passos y Ernest Hemingway, de Estados Unidos; Alejo
Carpentier, Nicolás Guillén y Juan Marinello, de Cuba; César Vallejo, de Perú;
González Tuñón, de Argentina; Vicente Huidobro y Pablo Neruda, de Chile; José
Bergamín, Antonio Machado y Rafael Alberti, de España; y de parte de México la
delegación de la LEAR: José Chávez Morado y Fernando Gamboa –quienes montarían
la exposición Cien años de Grabados Políticos Mexicanos–, José Mancisidor, Juan
de la Cabada, Silvestre Revueltas –quien a su regreso a México realizaría el
Homenaje a García Lorca– y la pedagoga Maria Luisa Vera. Invitado por Neruda y
Alberti, asistiría también Carlos Pellicer, conocido por su catolicismo y
franco antifascismo; él, al igual que Paz, eran los únicos mexicanos que no
pertenecían a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, aunque, a
diferencia de este, no era mirado con tanta suspicacia y menos con la
desaprobación de algunos grupos por su reticencia frente a la doctrina del
realismo socialista; Paz viajaba así con la velada acusación de ser trotskista,
sin serlo.
El
viaje de Octavio Paz a España estaba antecedido por una admiración a los poetas
de la generación del 27, conocidos en México sobre todo por la Antología
poética en honor a Góngora que dirigiera Gerardo Diego con motivo de la
celebración y recuperación del poeta barroco tras trescientos años de su muerte, y
en la que la propuesta de Diego era la de crear objetos verbales que en su
ensalmo rebasaran al verso. En esta antología se daban a conocer poesías de
García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén y Manuel Altolaguirre. Con esta
procedencia, Octavio Paz iba al encuentro de una generación debatida en la
búsqueda de una alternativa para la poesía que se enfrentaba a una realidad
insumisa a la proclama de un hombre nuevo.
Junto
con Carlos Pellicer, Octavio Paz llegó a París el 10 de julio de 1937. Ahí
conoció a Neruda y a Vallejo, al «mito nacido del océano» y al «vagabundo de la
ciudad», como les llamó. De París fueron a Barcelona y de ahí a Valencia, donde
sería la inauguración.
Su padre se retiró de la política en 1928,
y murió el 10 de marzo de 1935, en la colonia Santa Marta Acatitla, al ser
arrollado por un tren, en un accidente ocasionado por su embriaguez. Después de
la muerte de su padre, se trasladó a España para combatir en el bando
republicano en la guerra civil, y participó en la Alianza de Intelectuales
Antifascistas. Al regresar a México fue uno de los fundadores de Taller (1938)
y El Hijo Pródigo.
En 1937 viajó a Yucatán como miembro de
las misiones educativas del general Lázaro Cárdenas en una escuela para hijos
de obreros y campesinos de Mérida. Ahí comenzó a escribir Entre la piedra y la flor (1941, revisado en 1976), poema sobre la
dramática explotación del campo y el campesino yucateco.
Estuvo
casado con la dramaturga, escritora y poeta Elena Garro a quién conoció en la
UNAM (1938-1959), con quien tuvo una hija, Laura Helena Paz Garro,
divorciándose en 1950. En 1959 se unió a Bona Tibertelli de Pisis, con quien
convivió hasta 1965, mientras era embajador de México en la India. Al año
siguiente contrajo matrimonio con la francesa Marie José Tramini, su compañera
hasta el final.
En
1937, Paz fue invitado a España durante la guerra civil como miembro de la
delegación mexicana al Congreso Antifascista, donde mostró su solidaridad con
los republicanos, y donde conoció y trató a los poetas de la revista Hora de
España, cuya ideología política y literaria influyó en su obra juvenil. Sin
embargo, como confesó años después en la serie televisiva Conversaciones con
Octavio Paz, ese sentimiento de solidaridad con la causa republicana se vio
afectado por la represión contra los militantes del Partido Obrero de
Unificación Marxista de Cataluña entre quienes tenía camaradas. Este prolongado
proceso de desilusión lo llevaría a denunciar los campos de concentración
soviéticos y los crímenes de Stalin en marzo de 1951.
A
su regreso de España, participó en 1938 como co-fundador en la revista literaria
Taller, en la que escribió hasta 1941.
En
1943 recibió la Beca Guggenheim e inició sus estudios en la Universidad de
California, Berkeley en los Estados Unidos. Dos años después comenzó a servir
como diplomático mexicano, y fue destinado a Francia donde permaneció hasta
1951 y donde conoció a los surrealistas, que le influyeron, y colaboró en la revista
Esprit. Durante esa estancia, en 1950, publicó El laberinto de la soledad, un innovador ensayo antropológico sobre
los pensamientos y la identidad mexicanos.
De
enero a marzo de 1952 trabaja en la embajada mexicana en la India y después,
hasta enero de 1953, en Japón. Regresa a la Ciudad de México a dirigir la
oficina de Organismos Internacionales de la Secretaría de Relaciones
Exteriores.
En
1954, Paz tuvo «una participación muy estrecha en la fundación de la Revista
Mexicana de Literatura, influenciada «políticamente con la idea de la llamada 'tercera vía', que significaba ni con la
izquierda, ni con la derecha. Esta idea venía de París, con León Blum».
En
1959 regresó a París y tres años más tarde fue designado embajador en la India.
En 1964 conocería a la francesa Marie-José Tramini, que se convertiría en su
última esposa.
En
1968, estaba en Nueva Delhi cuando tuvo lugar la masacre de Tlatelolco como
parte del Movimiento de 1968 en México el 2 de octubre. En señal de protesta
contra estos lamentables sucesos, que empañaron la celebración de los Juegos
Olímpicos, renunció a su cargo de embajador, dejando patentes sus diferencias
con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Fue el único que se atrevió a hacerlo.
Trabajará los próximos años enseñando en diversas universidades
estadounidenses, como las de Texas, Austin, Pittsburgh, Pensilvania y Harvard.
Tres años más tarde, en octubre de 1971,
ya bajo la presidencia de Luis Echeverría, «un poco con esa idea de redescubrir
los valores liberales y democráticos en la sociedad mexicana», fundaría la
revista Plural, «elegante fusión de
literatura y política», y que dirigiría hasta su desaparición en 1976 el mismo
Paz. A diferencia de otros escritores e intelectuales mexicanos, Paz no tardó
en retirarle su apoyo al presidente Echeverría, una vez que este demostró su
escasa voluntad de aclarar las matanzas de Tlatelolco, en 1968, y en San Cosme,
el llamado Jueves de Corpus, en 1971, en donde hubo una represión brutal contra
una protesta estudiantil.
Tanto
en esa revista como en Vuelta
—fundada ese mismo año de 1976 y donde «la influencia del liberalismo sería
fundamental», reflejando la «reconciliación» del escritor con esta corriente de
pensamiento— Paz denunció las violaciones de los derechos humanos de los
regímenes comunistas. Esto le trajo mucha animosidad de parte de la izquierda
latinoamericana y algunos estudiantes universitarios. En el prólogo del tomo IX
de sus obras completas, publicado en 1993, Paz declaró:
En
México, antes había sido visto con sospecha y recelo; desde entonces, la
desconfianza empezó a transformarse en enemistad más y más abierta e intensa.
Pero en aquellos días (década de los 1950) yo no me imaginaba que los
vituperios iban a acompañarme años y años, hasta ahora.
Muerte
El
19 de abril de 1998 Octavio Paz murió en Coyoacán, Ciudad de México. El
escritor había sido trasladado por la presidencia de la República en enero de
1997, ya enfermo, luego de que un incendio destruyó su apartamento y parte de
su biblioteca, el domingo 22 de diciembre de 1996. Durante un tiempo, la Casa
Alvarado fue sede de la Fundación Octavio Paz y ahora lo es de la Fonoteca
Nacional.
Estilo literario
Experimentación e inconformismo pueden ser dos de las palabras que mejor
definen su labor poética. Con todo, Paz es un poeta difícil de encasillar.
Ninguna de las etiquetas adjudicadas por los críticos encaja con su poesía:
poeta neomodernista en sus comienzos; más tarde, poeta existencial; y, en
ocasiones, poeta con tintes de surrealismo. Ninguna etiqueta le cuadra y
ninguna le sobra, aunque el mismo Paz reconoció que en su formación
«fundamentales fueron los surrealistas, con quienes hice amistad en el año 46 o
47, que en esa época estaban más cerca de los libertarios».
En realidad, se trata de un poeta que no echó raíces en ningún
movimiento porque siempre estuvo alerta ante los cambios que se iban
produciendo en el campo de la poesía y siempre estuvo experimentando, de modo
que su poesía, como toda poesía profunda, acabó por convertirse en una
manifestación muy personal y original. Además, se trata de un poeta de gran
lirismo cuyos versos contienen imágenes de gran belleza. Después de la preocupación
social, presente en sus primeros libros, comenzó a tratar temas de raíz
existencial, como la soledad y la incomunicación. Una de las obsesiones más
frecuentes en sus poemas es el deseo de huir del tiempo, lo que lo llevó a la
creación de una poesía espacial cuyos poemas fueron bautizados por el propio
autor con el nombre de topoemas (de topos + poema). Esto es lo que significa
poesía espacial: poesía opuesta a la típica poesía temporal y discursiva. Se
trata de una poesía intelectual y minoritaria, casi metafísica, en la que
además de signos lingüísticos se incluyen signos visuales. En los topoemas,
igual que ocurría en la poesía de los movimientos de vanguardia, se le da
importancia al poder sugerente y expresivo de las imágenes plásticas. No cabe
duda de que en la última poesía de Paz hay bastante esoterismo, pero, al margen
de ello, toda su poesía anterior destaca por su lirismo y por el sentido de
transubstanciación que el autor da a las palabras.
Obras
Poesía
- 1933 - Luna silvestre
- 1936 - ¡No pasarán!
- 1937 - Raíz del hombre
- 1937 - Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España
- 1941 - Entre la piedra y la flor
- 1942 - A la orilla del mundo y Primer día, Bajo tu clara sombra, Raíz del hombre, Noche de resurrecciones
- 1949 - Libertad bajo palabra
- 1951 - ¿Águila o sol? (en prosa)
- 1954 - Semillas para un himno
- 1956 - La hija de Rappaccini (poema dramático)
- 1957 - Piedra de sol
- 1958 - La estación violenta
- 1960 - Libertad bajo palabra. Obra poética (1935-1957)
- 1962 - Salamandra (1958-1961)
- 1965 - Viento entero
- 1967 - Blanco, escrito en tres columnas; permite diferentes lecturas
- 1968 - Discos visuales, con Vicente Rojo
- 1969 - Ladera este (1962-1968)
- 1971 - Topoemas
- 1972 - Renga, con Jacques Roubaud, Edoardo Sanguineti y Charles Tomlinson
- 1974 - El mono gramático (en prosa)
- 1975 - Pasado en claro
- 1976 - Vuelta (hay una primera edición artesanal de 1971)
- 1979 - Air Born/Hijos del aire, con Charles Tomlinson
- 1979 - Poemas (1935-1975)
- 1987 - Árbol adentro
- 1990 - Obra poética (1935-1988)
- 1990 - Figuras y figuraciones, con Marie José Paz
Ensayos
- 1950 - El laberinto de la soledad (la edición revisada y aumentada es de 1959)
- 1956 - El arco y la lira (una edición revisada y aumentada apareció en 1967)
- 1957 - Las peras del olmo
- 1965 - Cuadrivio
- 1965 - Los signos en rotación
- 1966 - Puertas al campo
- 1967 - Corriente alterna
- 1967 - Claude Levi-Strauss o El nuevo festín de Esopo
- 1968 - Marcel Duchamp o El castillo de la pureza (la reedición ampliada, Apariencia desnuda, es de 1973)
- 1969 - Conjunciones y disyunciones
- 1970 - Posdata, continuación de El laberinto de la soledad.
- 1973 - El signo y el garabato
- 1974 - Los hijos del limo. Del romanticismo a la vanguardia
- 1974 - La búsqueda del comienzo. Escritos sobre el surrealismo
- 1978 - Xavier Villaurrutia en persona y obra
- 1979 - El ogro filantrópico
- 1979 - In/Mediaciones
- 1982 - Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe
- 1983 - Tiempo nublado
- 1983 - Sombras de obras
- 1984 - Hombres en su siglo y otros ensayos
- 1988 - Primeras letras (1931-1943), colección de sus prosas de juventud
- 1990 - Pequeña crónica de grandes días
- 1990 - La otra voz. Poesía y fin de siglo
- 1991 - Convergencias
- 1992 - Al paso
- 1993 - La llama doble
- 1993 - Itinerario
- 1994 - Un más allá erótico: Sade
- 1995 - Vislumbres de la India
Salamandra (Fragmento)
(negra armadura viste el fuego)
calorifero de combustión lenta
entre las fauces de la chimenea
-o mármol o ladrillo-
tortuga estática
o agazapado guerrero japonés.
Y una u otro
—el martirio es reposo-
impasible en la tortura
A través
Doblo la página del día,
escribo lo que me dicta
el movimiento de tus pestañas.
Mis manos abren las cortinas de tu ser
te visten con otra desnudez
descubren los cuerpos de tu cuerpo
Mis manos inventan otro cuerpo a tu cuerpo.
Entro en ti,
veracidad de la tiniebla.
Quiero las evidencias de lo oscuro,
beber el vino negro:
toma mis ojos y reviéntalos.
Una gota de noche
sobre la punta de tus senos:
enigmas del clavel.
Al cerrar los ojos
los abro dentro de tus ojos.
En su lecho granate
siempre está despierta
y húmeda tu lengua.
Hay fuentes
en el jardín de tus arterias.
Con una máscara de sangre
atravieso tu pensamiento en blanco:
desmemoria me guía
hacia el reverso de la vida.