Según la leyenda Minos
fue hijo de Europa y Zeus y por tanto ungido soberano cretense. Minos recibió
entonces un presente de Poseidón, dios del mar y hermano de Zeus, consistente
en un soberbio y hermoso toro blanco.
Poseidón esperaba que Minos le retribuyera
ofreciéndole el toro en sacrificio, pero el soberbio rey decidió sacrificar
otro toro y mantener a la hermosa bestia como su propiedad. Poseidón entonces
montó en furia y decidió castigar al rey hechizando a su esposa, Pasífae, con
un incontrolable deseo sexual por el toro que no pudo reprimir, de forma que
acabaron cohabitando, fue una relación, literalmente, bestial. De esta unión
monstruosa nació una bestia con cuerpo de hombre y cabeza de toro, hambriento
de carne humana, llamado Minotauro (mino por el rey Minos y taurus que
en griego significa toro). Furioso porque
su mujer le había puesto los cuernos, literalmente, Minos mandó
encerrarlo por seguridad construyendo un laberinto debajo del palacio del cual
fuera prácticamente imposible salir. Para ello acudió al inventor griego Dédalo.
Se piensa en la actualidad que la
leyenda del laberinto tiene su base en el Palacio de Cnosos. Una construcción tan sofisticada y de alta tecnología como dicho palacio,
repleto de múltiples habitaciones y con todas las mejoras conocidas por la
tecnología de entonces (incluyendo un sistema de alcantarillado) debió haber
parecido a los aqueos algo intrincado. Apoya esta tesis el hecho de que en el palacio de
Cnosos se han encontrado dibujos de hachas de doble filo por doquier, que en
griego se llaman labrys. La palabra “Laberinto” viene del griego
“labyrynthos”, o sea “lugar de los labrys”, que habrían sido usadas para el
sacrificio de los toros y que fueron representadas numerosas veces en Creta.
La leyenda de Ícaro y Dédalo
Dédalo era un
arquitecto ateniense desterrado a la isla de Creta. Fue el constructor del laberinto, donde Minos hizo encerrar al Minotauro, que era aplacado periódicamente con sacrificios
humanos.
Caído Dédalo en desgracia, fue encerrado,
junto a su hijo Ícaro, en el mismo
laberinto. Pero Dédalo construyó para sí y para su hijo unas alas de cera con
las que, salvando los muros de la extraña prisión, se remontaron sobre el
Mediterráneo. Ícaro, desobedeciendo los consejos de su padre, voló tan cerca
del sol que los rayos derritieron la cera de las alas, y cayó en el mar.
CRETA VS ATENAS
Egeo, rey de Atenas había matado al hijo de Minos, lo que provocó que Creta sitiara Atenas,
que se vio rápidamente asolada por el hambre y las enfermedades, Egeo tuvo que aceptar las condiciones de Minos. La ciudad de Atenas debía
entregar cada año un tributo a
Minos, rey de Creta. Un Tributo consistente en 14 jóvenes de las familias más nobles de la ciudad, siete chicas y
siete chicos, que servirían de alimento al
Minotauro que se encontraba encerrado en el laberinto de la ciudad. Teseo, hijo de Egeo y de Etra, al
tener conocimiento de ésto, decidió ofrecerse como uno de esos jóvenes, a pesar de que su padre
le insistía en no hacerlo, para lograr terminar con la bestia. Al final logró
convencerle, afirmándole que si
tenía éxito y conseguía volver, pondría velas blancas en su barco,
y si había fracasado, las velas serían negras. Al llegar a Creta la nueva
remesa de jóvenes, el propio rey Minos los examinó para confirmar que servían como sacrificios humanos.
Teseo, ya en la corte,
conoció a la hija de Minos, Ariadna,
de quien se enamoró perdidamente. Ella se enteró del objetivo que tenía Teseo y, habiéndose
enamorado también de él, decidió
ayudarle, ya que a pesar de que lograse matar al Minotauro, salir del laberinto sería tarea imposible.
Por ello, le entregó un ovillo de
hilo de oro y seda. Cuando entró en el laberinto, Teseo fue desenrollando el ovillo para después
encontrar la salida. Cuando por fin encontró al Minotauro, lo primero que hizo fue dar rodeos para tratar de agotar a la bestia. Cuando al fin estaba
agotado, se enfrentó a él hasta
que expiró. Después fue siguiendo
el hilo que le había dado su amada para encontrar la salida.
Tras la
victoria, Teseo se reunió con los jóvenes que le habían acompañado y con Ariadna. Juntos, no tardaron en
embarcarse y poner rumbo a Atenas.
Durante el trayecto, tuvo lugar una gran tormenta que les hizo detenerse en la isla de Naxos. Ariadna,
que se encontraba indispuesta, bajó
del barco. Unas leyendas dicen que Teseo la abandonó, otras que se olvidaron de que había bajado, y
otras que el barco se alejó debido a las condiciones climáticas.
Lo cierto es
que el barco partió dejando a Ariadna en la isla y separando por tanto a los jóvenes. Teseo, debido a la euforia del
triunfo, se olvidó de cambiar las
velas negras por las blancas. Egeo, viendo las velas negras que
significaban que su hijo había fracasado, creyó que éste había muerto. No pudo soportarlo y se arrojó al
mar. Teseo decidió llamar al mar Egeo, como su padre, una vez subió al trono.
Gracias a su nombramiento como rey, logró unir a los pueblos formando el estado ateniense.
Si pensamos en algo más metafísico y le
damos un sentido extra a esta leyenda, podemos considerar al Minotauro como la
parte negativa que todo ser humano tiene, y Teseo es la parte positiva que ha
de vencer a la negativa. Muchas veces en la vida nos encontramos con
situaciones o sentimientos laberínticos que nos hacen perdernos, alejarnos de
quien realmente somos, de nuestra esencia que nunca jamás será negativa. Una
gran sombra que nos atenaza y nos hace llegar a morir sin saber quiénes somos,
y la extraordinaria luz que poseemos. Esto es el laberinto. Por otra parte,
Ariadna es nuestro ‘Yo’ interior, nuestro guía que aparece en momentos de
flaqueza, al fin y al cabo es otro rasgo de nosotros mismos que podemos
desconocer, pero que está ahí.
Muchas culturas han desarrollado
la historia y leyenda del laberinto, siendo las grecorromanas y egipcias las
más famosas. Pero este elemento de intriga y misterios, de enigmas difíciles de
resolver, ha llegado hasta nuestros días perdurando en el inconsciente
colectivo. Al hilo de este tema, nunca mejor dicho, quiero recomendar una gran
película llamada Dentro del laberinto en la que una joven se
pierde en un laberinto de magia y fantasía. La obra tiene muchas lecturas desde
el punto de vista metafórico, tantas como la propia leyenda del laberinto. Lo
importante de todo esto, la moraleja de la historia, es que por muy liados que
estemos y por muchas vueltas que tengamos que dar, siempre hay una salida y
nuestra voz interior nos sabrá guiar.
LA LEYENDA DEL MINOTAURO
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