
Aquella tarde, como tantas, aquel joven de
aspecto flacucho y andrajoso, hacía uso de sus artimañas para pedir limosna en
aquella esquina tan concurrida. De diez a doce era su horario por la mañana y de cuatro a seis por la tarde.
-¡Qué
ser tan miserable!– Se dijo Alicia al verle con un aspecto tan normal. -¡tener
una pierna coja y usar una muleta no es impedimento para poder trabajar!… - seguía
pensando. Ida en sus pensamientos y ya cayendo la noche, tomó su bolso y las
llaves de su coche. Pensó en su vida rutinaria, mientras bajaba los peldaños lentamente…
tan sola, llegar a su hogar frío… Se le ocurrió pasar por el supermercado a
comprar algunas cosas para cenar. Miró hacia la esquina y aquel joven ya no
estaba.
Después de haber cogido las cosas necesarias se dirigió a la caja para
pagar, algo le faltaba… claro… ¡leche! Rápidamente se dirigió a los lácteos, se
agachó a coger la última botella que
quedaba. Su mano fue a dar sobre una delgada mano masculina.- Disculpe dama -
dijo el muchacho. – Tome, es la única que queda - prosiguió…
- ¡No!,- Le dijo ella. - prefiero de
chocolate- … se dio media vuelta sin siquiera volverlo a mirar…- Sinvergüenza – se dijo. Era el mismo
tipo de la esquina, claro que bien arreglado, hasta buen mozo se veía… - ¡Dios
mío!, sin cojera y sin muleta… ¡miserable!- Murmuró y se fue enfadada a su casa.
El
sol que daba justo en su ventana le hizo despertar temprano. Se levantó dispuesta
a seguir a aquel individuo, dispuesta a desenmascarar al tipo que engañaba a la
gente de buen corazón que día a día le llenaba su cuenco de monedas y billetes.
El día se le hacía largo, el reloj no avanzaba como ella quería. De pronto
vio al muchacho dispuesto a salir de un edificio, bajó rápidamente del coche
para seguirlo, dobló la esquina, inició un paso rápido y se dispuso a correr.
Tomó una calle que daba hacia el mercado, ella le seguía a una distancia
prudente para no ser descubierta. Por un momento pensó que le había perdido, no
se había dado cuenta de que el chico había entrado nuevamente en el
supermercado. La espera se le hacía eterna. Él salió de pronto con prisa, no
sin mirarla extrañado. Con disimulo, Alicia avanzó y lo vio entrar en una
pequeña casita que daba frente al mar.
La
curiosidad de la chica fue creciendo, disminuyó el paso y se dirigió hacia la
puerta silenciosamente. No oyó ningún ruido y de pronto una mano se posó sobre
su hombro, sus piernas se quisieron doblar del susto y del miedo. Aquel joven
de ojos verdes la condujo por un largo pasillo, salieron a un patio y abriendo
una puerta metálica la forzó a entrar.
-¿Por
qué me has seguido hasta aquí? - Le dijo enfurecido…
Alicia,
recomponiendo su postura lo encaró, - Eres un sinvergüenza, mírate!- le gritó,
- Eres normal, estás engañando a la gente-.
Sin
defenderse y callado, la cogió del brazo empujándole a una habitación. El sol
ya estaba bajando, aquella hermosa vista por unos segundos la distrajo. Aquel
inmenso ventanal, dejaba ver la majestuosidad del mar y el sol perdiéndose en
el horizonte.
El joven la llevó frente a una cama donde yacía un cuerpo pálido y
frágil. -Es mi hermano, hace cinco meses que está postrado por culpa mía -.
La chica, sin entender nada, muy confundida, sólo logró balbucear unas
breves palabras. - hay hospitales- le dijo…
- No, ya lo intenté todo y mi hermano no
tiene cura…, fue una noche horrorosa -le contó mientras las lágrimas caían por
sus pómulos huesudos. - Yo conducía el coche… y la lluvia y el pavimento resbaladizo
me hicieron perder el control en una curva…perdí a mis padres aquella noche y a
mi querido y único hermano lo estoy cuidando, ya que es lo único que me queda
de mi familia y sé que nadie más que yo lo cuidará con amor, le hago compañía y
es por eso que pido limosna, en ningún lugar me pagan lo suficiente por
trabajar cuatro horas al día.
- Joven, lo siento… no me dé más
explicaciones…- fue lo único que pudo decir Alicia, quien dirigió la mirada a
aquel chico que estaba postrado en aquella cama, tenía un rostro angelical.
Partió
de aquel hogar con una extraña sensación. Trató de recordar en qué momento se
había puesto tan amargada y triste. Pasó la noche dando vueltas y vueltas en su
cama, hasta que amaneció no le abandonó esa sensación extraña de culpa.
Desde su tranquila oficina no divisó en todo el día a aquel joven.
Intranquila, decidió ir al acabar su jornada a pedir disculpas.
Ya
en su coche tomó la dirección de la calle que conducía al mercado, al superarlo,
desde lejos se divisaba la pequeña casa junto a la playa. Tocó la puerta y nadie respondió… Golpeó más fuerte y no hubo respuesta,
curiosa fue a la parte de atrás, la puerta de la cocina estaba abierta. Entró y
no encontraba a nadie, fue a la sala donde había estado la noche anterior,
llamó suavemente pero no obtuvo contestación alguna. Empujó la puerta y entró.
El
sol estaba ya perdiéndose, aquella habitación estaba vacía, la cama hecha
perfectamente. Sobre
una mesita había una botella de leche y al lado una nota…: “Señorita, anoche
partió mi hermano a un lugar mejor… Yo comenzaré una nueva vida lejos de aquí.
Terminó de pagar su culpa el mendigo… Firmado: Ángel”.
Alicia se dejó caer en la cama y
lloró como nunca.
Aquella
esquina había sido tomada por otro mendigo…Bajó de su oficina y fue donde estaba aquel hombre, le cogió su arrugada mano y
mirándole a los ojos le entregó unas monedas. Sintió que su corazón estaba
volviendo a latir…
LA CULPA
Como emoción humana que es, la culpa
y su resultante sentimiento de culpabilidad, la hemos experimentado todos a lo
largo de nuestras vidas, siendo una emoción que consideramos negativa, pues en
definitiva nos hace sentirnos mal.
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