Medea y Jasón de John William Waterhouse
En la mitología griega, Medea (que significa "astuta") era hija de Eetes, rey de la Cólquida, y de la ninfa oceánida Idía. Era sacerdotisa-hechicera de Hécate, a la que algunos consideran su madre y de la que se supone que aprendió los principios de la hechicería junto con su tía, la diosa y maga Circe. Así, Medea es el arquetipo de bruja o hechicera, y comparte su condición de mujer autónoma e inusual, contraria al prototipo ideal de la época, con Calipso y Circe, entre otras. Era, asimismo, nieta del dios Helios. Su personaje tendría una gran repercusión en generaciones posteriores, sobre todo de manos de autores trágicos de la talla de Eurípides (Medea) y Séneca.
Cuando Jasón y los argonautas llegaron a la Cólquida y reclamaron el
vellocino de oro (una pelota de oro esmaltada con anillos azules, con la que había jugado en otro tiempo el infante Zeus), el rey Eetes les prometió que se lo entregaría sólo si eran
capaces de realizar ciertas tareas. En primer lugar, Jasón tenía que uncir dos
bueyes que exhalaban llamaradas de fuego por la boca y arar un campo con ellos.
Una vez arado, debería sembrar en los surcos los dientes de dragón que Eetes le
dio. Jasón aceptó las condiciones, a pesar de que salir airoso de la prueba le
parecía imposible.
Sin embargo, Medea, traspasado su corazón por los dardos certeros de
amor de Eros (convencido por su madre Afrodita) y aconsejada por su hermana (a cuyos hijos había salvado Jasón de
perecer en la Isla de los Pájaros), visitó esa misma noche la tienda de Jasón y
le proporcionó pociones y ungüentos mágicos, además de las instrucciones
precisas para lograrlo. Invulnerable al fuego y poseedor de una fuerza
sobrenatural, pudo el héroe someter a los bueyes y uncirlos al arado, roturando
a continuación la porción de tierra acordada. Tras ello, y arrojados los
dientes en los surcos, se retiró a observar cómo de cada diente surgía un
soldado-esqueleto fuertemente armado. Después de esperar con paciencia a que se
desarrollasen completamente un gran número de ellos, arrojó una enorme piedra
entre los soldados, que no sabían quién la había arrojado, y lucharon
encarnizadamente entre sí por hacerse con ella hasta la muerte. Finalmente, aún
bajo los efectos de las pociones mágicas de Medea, Jasón acabó con los que
quedaron en pie.
Medea, pintura de Anthony Frederick Augustus Sandys - Birmingham Museum and Art Gallery
Tras salir airoso de esta prueba,
Eetes se enfadó sobremanera y se negó a cumplir su parte del trato. Guiados
entonces por Medea, los argonautas llegaron al bosque donde se escondía el
vellocino de oro. Allí, Medea exhortó a los presentes a evitar ser hipnotizados
no mirando a los ojos a su guardián, una serpiente enorme que jamás dormía.
Ayudada de unas hierbas especiales y sus propios poderes hipnóticos, Medea
logró dormirla, permitiendo así que Jasón cogiera el preciado trofeo y pudieran
todos regresar con él a su patria.
La expedición de los argonautas
partió entonces con la compañía de Medea ya que, sabedora de que su traición
nunca sería perdonada y enamorada perdidamente de Jasón, había rogado a cambio
de sus servicios poder huir con la expedición. Jasón no sólo había accedido,
sino que le prometió hacerla su esposa, jurándole que le sería siempre fiel.
Eetes mandó entonces a su hijo mayor Apsirto al frente de una gran flota a
perseguirlos. Pero cuando logró al fin darles alcance, Jasón acordó con Apsirto
entregar a Medea a cambio de poder continuar su viaje con el vellocino. Medea
urdió entonces nuevamente una estratagema para que su hermanastro se presentase
solo a la negociación, lo que aprovechó Jasón para asesinarle a traición y
arrojar su cuerpo, en múltiples pedazos, al mar. El desconsolado Eetes tuvo que
entretenerse recogiendo uno por uno los restos de su hijo, lo que dio ventaja a
los argonautas para que pudieran escapar.
Existen varias versiones acerca de la
ruta que siguieron los argonautas a partir de entonces, ya que la versión que
nos ha llegado se pone en duda al requerir un trayecto por tierra por media
Europa (bien vadeando ríos navegables, bien arrastrando por tierra firme su
nave Argos).
La boda con Jasón
Una vez purificados ante los dioses por Circe del crimen de Apsirto, en
su morada de la isla Eea, los argonautas fueron interceptados por los colcos
que les perseguían en Córcira (Corfú), donde se encontraban los héroes bajo la
protección del rey Alcínoo. Este, tras discurrir una solución, decide entregar
a Medea a los perseguidores sólo si conserva su doncellez, lo que le comunica
en la intimidad de la alcoba a su esposa la reina Arete la noche previa al
dictamen. Arete, cautivada por el encanto de Medea, da aviso de ello a los
argonautas, que esa misma noche, en la cueva de Macris y sobre el propio
vellocino, consumaron su matrimonio. De esta forma al día siguiente, cuando
Alcínoo emitió su sentencia, los colcos no pudieron cumplir las órdenes de
Eetes y frustrados se establecieron en la zona, temerosos de su venganza si
volvían a la Cólquida a comunicarle la noticia.
Cuando Jasón y Medea llegaron a Yolco, Pelias se negó a entregarle el
trono, a pesar de que habían traído el vellocino. Medea conspiró entonces para
que fueran las propias hijas de Pelias las que acabasen con él: caracterizada
como una anciana sacerdotisa hiperbórea de la diosa Artemisa les demostró que
se podía rejuvenecer a un anciano cortando la garganta de un viejo carnero y
sumergiéndolo en un caldero. Pero cuando las hijas de Pelias, con la mejor
intención, hicieron lo mismo con su padre, este no sobrevivió.
Abandono de Jasón
A pesar de haberse librado ya de Pelías, los habitantes de Yolco
aborrecieron el magnicidio y Jasón y Medea se vieron obligados a dejar Yolco
partiendo hacia Corinto, llamados por los habitantes de esta ciudad sobre la
que Medea pretendía tener derechos al trono. Allí vivieron durante diez años
hasta que Jasón acordó con el rey Creonte abandonar a Medea, a la que el rey
pretendía expulsar de Corinto, para unirse a su hija la princesa Creúsa. Medea
entonces, arrastrada por los celos, envió a Creúsa como regalo de bodas un
manto de irresistible belleza. Cuando Creúsa lo recibió de manos de la
sirvienta de Medea se lo puso de inmediato, liberando la magia contenida en él
que la convirtió en una tela llameante. Las llamas la consumieron totalmente a
ella y a su padre, Creonte, que se abalanzó sobre ella con intención de
salvarla. A continuación, y para hacer el máximo daño a Jasón, Medea mató a los
dos hijos que habían tenido en común.
En la tragedia de Eurípides, es Medea quien envía a sus dos hijos con el
manto para Creúsa. Medea sabía que mataría a sus hijos si los mandaba con el
presente, pero sus deseos de venganza contra Jasón eran mayores que el amor por
ellos.
Los habitantes de Corinto, bien en venganza por la muerte de Creonte o
bien decepcionados por el comportamiento de Medea, la apedrearon en el templo
de Hera y la obligaron a abandonar la ciudad en el carro de serpientes aladas
que le había regalado su abuelo Helios.
Una versión de la historia narra que
los corintios fueron quienes mataron a los hijos de Medea, como castigo por el
hechizo que ésta había realizado a Creúsa. Pero a su vez, como castigo, una
epidemia fue acabando con todos los niños de la ciudad. Los corintios no se libraron
de esta maldición hasta que, por consejo del oráculo de Delfos, realizaron
sacrificios solemnes a los hijos de Medea y obligaron a los suyos a guardar
luto. Eso justificaría que los dirigentes de Corinto, en el siglo V a. C.,
pagaran al dramaturgo Eurípides para que narrara la tragedia de Medea
atribuyendo a la protagonista toda la lista de homicidios y lavando así la
imagen de la ciudad. Esta manipulación acabaría con otras versiones que
consideraban a Medea como una mujer virtuosa que no había cometido más pecado
que profesar un profundo amor a su marido, que la abandonó injustamente.
Medea y Heracles
Cuando Medea huyó de Corinto se
propuso buscar a Heracles, pues este le había prometido auxilio en el caso de
que Jasón dejara de cumplir con su palabra. Lo encontró en Tebas, pero la furia
de Hera lo había enloquecido. Medea lo curó con sus remedios. Sin embargo,
Euristeo apremiaba a Heracles para que cumpliera sus trabajos y Medea se
resignó a que no sería ayudada por él.
Tras errar por distintos lugares en busca de protección, Medea llegó a
la ciudad de Atenas, cuyo rey, Egeo, no sólo le ofreció hospitalidad, sino que
se casó con ella con la esperanza de que sus hechios le permitieran concebir un
hijo pese a lo avanzado de su edad. La hechicera cumplió sus expectativas,
teniendo de él un hijo al que llamaron Medo.
Cuando Teseo, el hijo secreto de Egeo, llegó a Atenas dispuesto a que su
padre lo reconociera como heredero, Medea lo tomó como una amenaza al futuro de
su hijo, e intentó envenenarlo. Pero Teseo la descubrió y, acusada de cometer
horribles crímenes y de brujería, Medea tuvo que huir de nuevo, esta vez con su
hijo.
Una tradición indicaba que, tras huir precipitadamente de Atenas, Medea
se refugió en Italia, donde enseñó a los nativos cómo encantar serpientes, y
ellos la venerarían como diosa, con el nombre de Angitia. Al pasar por Tesalia
(región llamada así por su hijo Tésalo), Medea compitió con Tetis en un
certamen de belleza que presidía Idomeneo, rey de Creta. De allí pasó a
Fenicia, donde se estableció un tiempo. Por último, pasó a Asia superior, donde
se casó con uno de los reyes más poderosos del lugar, al que sucedió en el
trono. Algunos autores afirman que fue este, y no Egeo, el padre de Medo.
Habiéndose enterado de que su padre Eetes había sido destronado por su
propio hermano Perses, Medea y su hijo acudieron en su ayuda. Medo mató a
Perses y el país recibiría en su honor el nombre de Media.
Cuando Medea murió, moró en los Campos Elíseos, donde vivió feliz para
toda la eternidad.
Medea de Anselm Feuerbach
El complejo de Medea representa los deseos homicidas de la madre hacia su hijo, motivados generalmente por impulsos inconsciente de venganza contra el esposo. describe a la mujer que se siente traicionada y rechazada y que llega a actitudes extremas para vengarse de su marido por haberla abandonado, real o imaginariamente.
EL SÍNDROME DE MEDEA
Hace referencia a una de las obras más patéticas de Eurípides, en la que
igualmente se inspiró Séneca y en la que se describe con vigor los celos y la
angustia ante el infanticidio cometido. Medea, tras ser traicionada por su marido,
Jasón, se venga con la muerte de sus propios hijos y la de su rival, Creusa,
hija de Creonte, rey de Corinto, y huye después a Atenas.
Infanticidio
Las madres esquizofrénicas pueden tener impulsos infanticidas porque su
hijo recién nacido simboliza a un hermano odiado o a otro miembro de la
familia. Estas mismas mujeres pueden ser capaces o normales en el
comportamiento de crianza del hijo de otra persona cualquiera.
El infanticidio se define como la muerte de un niño de menos de doce
meses de edad a manos de su madre. Cuando el hijo asesinado tiene más de un año
de edad se habla de filicidio.
Cuando tiene lugar antes de que transcurran 24 horas del parto, suele
tratarse de los bebés no deseados de madres jóvenes, muy angustiadas y mal
preparadas para atender a un niño, pero que generalmente no padecen ningún
trastorno psiquiátrico.
Cuando el infanticidio ocurre después de 24 horas del parto, lo habitual
es que la madre sufra una psicosis puerperal. Las mujeres con brotes
esquizofrénicos pueden tener más dificultades en cuidar a sus hijos tras la
recuperación de un episodio agudo que las mujeres con otro tipo de psicosis
posparto.
Euripides (Alejandro Dolina)
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