ME LLAMARÁN PORQUE AUN ME QUEDA LA PALABRA
LO FATAL
Entre
enfermedades y catástrofes
entre
torres turbias y sangre entre los labios
así
te veo, así te encuentro
mi
pequeña paloma desguarnecida
entre
embarcaciones con los párpados entornados
entre
nieve y relámpago
con
tus brazos de muñeca y tus muslos de maleza
entre
diputaciones y farmacias
irradiando
besos de la frente
con
tu pequeña voz envuelta en un pañuelo
con
tu vientre de hostia transparente
entre
esquinas y anuncios depresivos
entre
obispos
con
tus rodillas de amapola pálida
así
te encuentro y te reconozco
entre
todas las catástrofes y escuelas
asiéndome
el borde del alma con tus dedos de humo
acompañando
mis desastres incorruptibles
paloma
desguarnecida
juventud
cabalgando entre las ramas
entre
embarcaciones y muelles desolados
última
juventud del mundo
telegrama
planchado por la aurora
por
los siglos de los siglos
así
te veo, así te encuentro
y
pierdo cada noche caída entre alambradas
irradiando
aviones en el radar de tu corazón
campana
azul del cielo
desolación
del atardecer
así
cedes el paso a las muchedumbres
única
como una estrella entre cristales
entre
enfermedades y catástrofes
así
te encuentro en mitad de la muerte
vestida
de violeta y pájaro entrevisto
con
tu distraído pie
descendiendo
las gradas de mis versos.
(Blas de Otero)
Me llamarán - BLAS DE OTERO - Paco Ibañez
TEN PACIENCIA
Si la vida por el momento no te depara las alegrías que crees merecer, ten paciencia, todo llega, a veces nos desesperamos porque tanto esfuerzo no da el fruto deseado y aparentemente sólo nos ofrece diamantes de carbón. Lo importante es seguir tu senda personal, hacer las cosas que te hacen feliz; es el secreto, acabar cada día con la conciencia del deber cumplido, ayudar en lo que puedas sin sufrimiento, sin esperar la recompensa inmediata, el premio es percibir el bienestar que procuras y disfrutar de ello.
Allá cada cual con su actitud vital, es cierto que hay personas sin escrúpulos, cuyo lema es ascender, aunque sea a base de codazos que derriban a los que consideran oponentes; intenta evitarlos en tu camino, si es necesario hazte a un lado y déjales pasar, al final, acaban cayendo ellos solos, su felicidad por el éxito alcanzado es sólo aparente, su egoísmo acaba poniéndolos en su sitio, pero eso debe darte igual, yo no me alegro de su caída, simplemente considero que es lo que les corresponde por el daño causado. Pero el objetivo propio es otro y no tiene que ser llegar a lo más alto, a veces es más importante lo que vives en el trayecto y si alguien se une a tu causa, ofrécele un sitio en tu "nave", te ayudará a avanzar más rápido y, además, las risas compartidas son geniales. No obstante, nunca pienses que ese alguien es tu alma gemela, como decía J. Lennon, no existen las medias naranjas, nacemos como naranjas enteras que pueden rodar juntas el tiempo que las dos consideren oportuno, y si es toda la vida, estupendo, pero si una de las dos quiere tomar otro camino en un cruce, no podemos obligarla a permanecer a nuestro lado, no hay dolor, ni siquiera duelo…bueno, quizás un poquito…
(PETRUS RYPFF)
(PETRUS RYPFF)
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AQUELLA MADRUGADA
Al lado de una acogedora chimenea, en solitario, Antoine se pregunta por qué ha llegado a tal grado de melancolía, cree haber hecho bien las cosas y no entiende porqué ella, Louise, no ha regresado de su viaje a París. Repasa sus hojas, entintadas con su letra suave, y sus otrora firmes dedos se crispan con agitación. Al cabo de un rato vuelve a mover la pluma de manera lenta. Sus chicos, Eric y la pequeña Daniela, ajenos a la dramática y eterna espera duermen en sus habitaciones, cobijados por las sábanas de franela, los edredones nórdicos y por el vaho que se desprende de las chispas de unos leños frescos, quizás pensando en la madre ausente o contando ovejitas para poder conciliar el sueño y así paliar sus penas de abandono, mientras el viento azota las ventanas y se mete entre las rendijas de la madera y entre sus infantiles neuronas.
A Antoine le gusta la madrugada, siempre ha sido noctámbulo, es un tiempo sosegado, perfecto para escribir y para mover los hilos de sus personajes, anclados en tiempos remotos, cuando no había luz eléctrica y los candelabros iluminaban temblorosamente las estancias de sus moradas y la humedad del pluvioso clima centroeuropeo penetraba hasta lo más hondo.
En sus escritos, cuya acción situaba casi siempre en el siglo XIX, inventaba historias tristes, las más de las veces, como una forma de ahuyentar los miedos y poder reconciliarse con la memoria de sus compatriotas. Miedos infundados por aquel Maligno que intenta apoderarse del mundo, con su mente ávida de sangre y sus ojos avizores que se suman a otros ojos de propaganda, política y eclesiástica y de filosofía equivocada.
Entonces, fiel a sus convicciones, en aquella madrugada, Antoine se persigna… y se inclina ante la foto de su Louise. Su esbelta figura y su bellísimo rostro destacan sobre la mediocridad de las personas que acudieron a aquella fiesta de primavera, antes de que llegaran al mundo sus dos hijos y en la que celebraban la primera edición de su primera novela. Su “Ópera Prima” fue bien acogida por la crítica local, y se vendieron bastantes ejemplares, pero los resultados económicos no permitieron sanear sus exiguas finanzas. No obstante, Antoine recordaba aquellos años de escasez como los más felices de su vida con Louise, ella todavía no había abandonado la práctica de la danza, aunque lo hiciera de una forma amateur. Él admiraba la dulzura de sus perfectos y acompasados movimientos, daba igual la obra que sonara en el gramófono de la escuela de danza, en el conservatorio de la ciudad. Fue en uno de los ensayos cuando se enamoró de ella, mientras bailaba exultante una pieza de Chaikovski, no lograba recordarla, pero tenía meridianamente claro que no era El lago de los cisnes, porque ésta fue la que interpretó cuando obtuvo un clamoroso éxito en el teatro de la ópera unos años más tarde.
Siempre que recordaba aquellos maravillosos años, no podía evitar que unas lágrimas se deslizaran por sus mejillas, pero era por pura emoción y le proporcionaban regocijo. Ahora, con Louise ausente desde hace ya dos interminables meses, las lágrimas ya no brotan, muy a su pesar, sus ojos están resecos y sus ideas ya no fluyen como antes, especialmente porque es una ausencia demasiado dolorosa, y su cerebro se resiste a generar escritos tan tristes que Antoine no tendría más remedio que arrojar a la chimenea, no tanto porque recibieran críticas negativas, como por su propia higiene mental, habida cuenta de que ya en dos o tres ocasiones, en los últimos días, se ha sentido presa de ideas suicidas tremendamente desagradables, que ha conseguido expulsar de su mente gracias al hecho de pensar en sus hijos.
-Ya vendrán tiempos mejores-, se decía, al tiempo que soñaba despierto con la vuelta de Louise, a sabiendas de que ese regreso era cada vez menos probable, a juzgar por las cartas que le enviaba su hermano Albert, que estaba al tanto de las salidas nocturnas en la capital gala por parte de su cuñadísima. La espera, la eterna espera, ya sin apenas esperanza, se le hacía un poco más llevadera, escuchando una y otra vez, la música de Chaikovski.
(PETRUS RYPFF)
Chaikovski - El lago de los cisnes
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Digo
vivir
Porque
vivir se ha puesto al rojo vivo.
(Siempre
la sangre, oh Dios, fue colorada.)
Digo
vivir, vivir como si nada
hubiese
de quedar de lo que escribo.
Porque
escribir es viento fugitivo,
y
publicar, columna arrinconada.
Digo
vivir, vivir a pulso,
airadamente morir, citar desde el estribo.
Vuelvo
a la vida con mi muerte al hombro,
abominando
cuanto he escrito: escombro
del
hombre aquel que fui cuando callaba.
Ahora
vuelvo a mi ser, torno a mi obra
más
inmortal: aquella fiesta brava
del
vivir y el morir. Lo demás sobra.
Me queda la palabra / Blas de Otero / Paco Ibáñez
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