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Lilith (1892), por John Collier. |
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Lady Lilith, por Dante Gabriel Rossetti. |
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Lilit conocida como la Reina de la Noche, es un demonio femenino, al menos así lo considera la religión hebrea que le atribuye el robo de niños de corta edad a los que se lleva de su cuna por la noche. |


COMPLEJO DE LILITH
Representa a los hombres que creen que su esposa es una mujer que no tiene el más mínimo rasgo maternal, que no se responsabilza del cuidado de los hijos. Descrito por Fritz Wittels en 1932.
Puede corresponder a una personalidad inmadura en la mujer, sin compromisos, sin asumir las decisiones y responsabilidades propias de su edad y de su condición de madre. Su equivalente en adolescentes sería el complejo de Perséfone, cuya actitud es la de la eterna adolescente.
Lilith es una figura legendaria del folclore judío, de origen mesopotámico. El origen parece hallarse en Lilitu y Ardat Lili, dos demonios femeninos mesopotámicos, relacionados a su vez con el espíritu maligno Lilu. La palabra lil significa "viento, aire o espíritu". Los judíos exiliados en Babilonia llevaron a su tierra de origen la creencia en esta criatura maligna.
Lilith es considerada la primera esposa de Adán, anterior a Eva. Dios creó a Adán y a una mujer a imagen suya, y más tarde creó a Eva de la costilla de Adán. Lilith abandonó a su marido y el jardín del Edén por propia iniciativa y se instaló junto al Mar Rojo, uniéndose allí con Asmodeo, que sería su amante, y con otros siervos.
Más tarde se convirtió en una bruja que rapta a los niños de sus cunas por la noche y se une a los hombres como un súcubo, engendrando hijos (lilim) con el semen que los varones derraman involuntariamente cuando están durmiendo (polución nocturna).
Se la representa con el aspecto de una mujer muy hermosa, con el pelo
largo y rizado, generalmente pelirroja, y a veces alada.
Lilith, la demoniaca primera mujer que abandonó a Adán según la tradición
judía
César Cervera
Algunas interpretaciones rabínicas aseguran que durante la creación aparece insinuada una tercera presencia humana, Lilith, que hunde sus orígenes en la tradición mesopotámica. El Judaísmo no la ha deificado, pero la ha empleado para introducir el concepto del mal ligado al erotismo femenino.
«Y de la costilla que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces a Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada», relata el libro del Génesis sobre la creación bíblica de la primera mujer en la faz de la tierra, Eva. No en vano, una extendida interpretación rabínica considera que la referencia, en un versículo anterior, a que «Dios creó varón y hembra los creó» significa que hubo otra mujer antes, la cual terminó abandonando el Paraíso. Según esta tradición judía, Lilith es esa mujer que precedió a Eva, y que, una vez lejos de Adán, se convirtió en un demonio que rapta a los niños en sus cunas por la noche y una encarnación de la belleza maligna, así como la madre del adulterio.
Más allá de esta tradición hebrea, el origen del mito de Lilith parece
contar con raíces sumerias o acadias. En concreto había en Mesopotamia, según
el arqueólogo británico Reginald Campbell Thompson, un grupo de demonios
femeninos derivado de la criatura Lilitú (Lilu, Lilitu y Ardat Lili) con unas
características que responden a esta figura mitológica: eran mitad humanas y
mitad divinas, usaban la seducción y el erotismo como armas; y la noche era su
hábitat natural. Todos estos súcubos, en cualquier caso, tenían las cualidades
de lo que luego se ha representado como los vampiros, aunque cubiertos de pelo,
y derivaban de la palabra «viento» o «espíritu». Esta tradición habría pasado
más tarde a la cultura judía a través de los semíticos residentes en Babilonia.
Los judíos adaptaron así al hebreo el nombre de esta criatura maligna hasta
vincularlo posiblemente a la palabra «laila» (traducido como noche).
Lilitú perdió varias cualidades con su versión hebrea, como es su carácter divino, pero adquirió una personalidad más compleja. Su presencia es frecuente en el folclore y los textos del Judaísmo, entre ellos el Génesis, según defienden algunas interpretaciones rabínicas. Así, frente a las dudas que ha generado el fragmento del Génesis «y creó Dios al hombre (Adán) a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó», han surgido interpretaciones de diferentes rabinos a lo largo de la historia que plantean que, o bien Adán fue creado inicialmente como un andrógino –que poseía un cuerpo femenino y uno masculino unidos por la espalda–, o, como recoge repetidas veces en su obra el mitólogo inglés Robert Graves, hubo otra mujer antes que Eva, la rebelde y lujuriosa Lilith, que finalmente abandonó el paraíso.
«Yo también fui hecha con polvo»
Según el Yalqut Reubeni –una colección del siglo XVII de midrashim (interpretaciones de textos antiguos) por el rabino Rubén Hoschke Kohen–, «Dios formó a Lilith del mismo modo que había formado a Adán, aunque utilizó inmundicia y sedimento en lugar de polvo puro». La inmundicia habría convertido a esta criatura en un demonio del que, a su vez, nacieron otras criaturas malignas que «todavía atormentan a la humanidad». Estos demonios hembras se dedicaban a atacar a las madres durante los partos con el fin de robar al recién nacido para luego matarlo, como retrata un sello cilíndrico expuesto en el Museo de Oxford.
En este sentido, existe otra interpretación que presenta a Lilith como una criatura igual a Adán, hecha de polvo puro, que se rebela contra los designios divinos y muestra un marcado carácter. En el Alfabeto de Ben Sira (escrito entre el siglo VIII y el XI), se narra cómo Lilith se resistió a yacer por debajo de Adán: «¿Por qué he de yacer debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo y, por tanto, soy tu igual», afirmó Lilith, que, al ser forzada por Adán a obedecerle, pronunció el nombre de Dios en vano y decidió abandonar el Edén con dirección al Mar Rojo.
Esta versión de Lilith se ha emplazado como una representación de las
mujeres canaaneas y su visión de las relaciones sexuales en un periodo, hacia
el 586 a.C, en el que se fusionaron parcialmente los panteones propios de los
canaanitas con los hebreos. De esta manera, la demonización de Lilith es una
crítica a las prácticas de las mujeres canaaneas dadas a mantener relaciones
sexuales pre-matrimoniales y a una sexualidad más abierta que la mostrada por
las hebreas. Lilith es el demonio rebelde, el mal ejemplo que precedió a Eva,
más obediente a lo que Adán esperaba de una mujer. No en vano, algunas de las
cualidades de esta versión de Lilith parecen haberse inspirado en el principal
culto femenino de los canaanitas –el pueblo que según el Antiguo Testamento
conquistaron los judíos tras el éxodo por el desierto–, Asheráh, diosa de los
partos y la fertilidad.
Tras abandonar el paraíso, Lilith se asentó en la costa del Mar Rojo. Esta región se caracterizaba, según esta tradición mitológica, por la presencia de innumerables demonios, con los cuales engendró nuevas criaturas, «a razón de más de cien por día». Ante este hecho, Dios envió a un grupo de ángeles para exigirla que volviera con Adán: «Regresa con Adán de inmediato o te ahogaremos». A lo que ella respondió que ya no podía regresar porque «Dios me ha ordenado que me haga cargo de todos los recién nacidos, de los niños hasta el octavo día de vida (el de la circuncisión) y de las niñas hasta el vigésimo día». Finalmente, Dios permitió vivir a Lilith, pero la castigó haciendo que cientos de sus hijos demoniacos perecieran cada día. Desde entonces, la hermosa criatura se propuso matar a todos los hijos de Adán y a todas las madres durante el nacimiento y los días siguientes al parto.
Lamia, cuerpo de dragón y
esencia de Lilith
La leyenda de Lilith es posiblemente también el origen del popular mito griego de la reina Lamia, que, tras matar a sus propios hijos por culpa de un engaño de Hera, sintió envidia de las otras madres y se dedicó a devorar a sus hijos. Transformada en una bestia, tenía el cuerpo de una serpiente y los pechos y la cabeza de una mujer. Este relato dio lugar a que, en la Antigüedad, las madres griegas y romanas acostumbraran a amenazar a sus hijos traviesos con este personaje. La creencia grecorromana a su vez se transmitió a leyendas medievales, repartidas por toda la geografía europea, donde estos seres son representados con rostro de mujer y el cuerpo de dragón. También se alimentaban de niños.
Así y todo, la presencia del nombre de Lilith en la Biblia se limita a
una única mención. Aparece en Isaías34:14: «Los gatos salvajes se
juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilith y
en él encontrará descanso», lo cual fue traducido en la Vulgata como Lamia, su
versión medieval. No obstante, resulta imposible saber con certeza si para el
autor del texto era un nombre propio –la célebre criatura del folklore judío– o
simplemente se trata de una bestia salvaje o de una rapaz nocturna.
Lilith: una figura
feminista entre la tradición y la posmodernidad
La historia feminista de Lilith.
Sandra Barba (julio 2016)
No pasa mucho tiempo, después de interesarse por el feminismo, cuando uno se topa con Lilith. Nada de su historia nos es familiar, ni siquiera lejanamente reconocible. ¿Cuándo se nombra a Lilith? ¿En qué situaciones? Uno escucha y aproxima a tientas el significado. Algunas veces celebra la valentía de la mujer que se opone a una circunstancia desigual, opresiva o injusta; otras, sirve para darse ánimos en la derrota –alguien vive como Lilith, en el exilio social, cuando paga el precio de rebelarse ante un mundo hecho para los hombres. La victoria y el fracaso dejan de ser alegrías y frustraciones sin nombre: en cambio, se inscriben en el mito de una heroína, en la figura alegórica de la resistencia feminista, en el símbolo compartido que es Lilith.
Si no es fácil rastrear la evolución de un mito –los caminos que toma y cuándo coinciden o se desvían– mucho menos lo es precisar su origen. En este sentido, la historia feminista de Lilith es excepcional. Sabemos que Judith Plaskow, la primera feminista judía autonombrada teóloga, se reunió con sus pares en los primeros años de la década de 1970 para leer y reinterpretar los textos sagrados de su religión. Sin abandonar el judaísmo ni al feminismo, el grupo de Plaskow usó la tradición para modernizarla. Por primera vez en 800 años, las intérpretes eran mujeres, y no hombres. Juntas decidieron narrar el mito de Lilith desde su perspectiva.
La versión que retomaron es parte de un compendio de comentarios sobre
las Escrituras, redactados por Ben Sira en el año 180 a.C. En esa historia, Lilith –creada a partir del barro, como
Adán, y no de su costilla– se niega a
acostarse debajo de Adán. Si ambos fueron creados de la tierra, argumenta,
no hay razón para que su destino sea estar abajo de él. No consiguen entenderse
y, al poco tiempo, Lilith pronuncia el nombre íntegro de Dios y sale volando
por los aires del universo. Enseguida Adán invoca a Dios, quien manda a tres
ángeles diligentes en su búsqueda: la encuentran en el mar (Rojo), en las aguas
tumultuosas donde los egipcios mueren. Cuando amenazan con ahogarla, ella les
responde que no ha sido creada sino para hacerle daño a los recién nacidos de
ocho días de edad, y de veinte días si son niñas. Finalmente, Lilith acepta que
cada día mueran cien de sus hijos demonios y jura, por el nombre del Dios vivo
y presente, dejar en paz a los recién nacidos que lleven los nombres o las
formas de los tres ángeles inscritos en un amuleto. Por ese motivo, concluye
Ben Sira, se escriben los nombres de Sanoi, Sansenoi y Samenguelof en los
amuletos de los niños varones.
Amuleto contra Lilith, para las madres y los recién nacidos, Irán, siglo XVIII.
La historia que creó Judith Plaskow y su grupo de teólogas judías
interpreta que Lilith y Adán son iguales en todos los aspectos y explica la
ruptura de la primera pareja en el carácter autoritario de Adán, quien se negó
a reconocer la igualdad entre uno y otro. “Tráeme mis higos ahora mismo”, le
ordena, al tiempo que pretende relegarla a las “tareas cotidianas del jardín
del Edén”. Lilith, por no estar
dispuesta a asumir ese pasivo rol, pronuncia el nombre sagrado de Dios y
abandona el Edén. De inmediato, Dios crea a la servicial Eva de la costilla de
Adán. Un día la segunda mujer de Adán se encuentra a Lilith en los límites del
jardín y descubre que no es el demonio responsable de la muerte de los recién
nacidos –como le había dicho Adán–, sino una criatura igual a ella. Las dos
mujeres se reúnen para conversar: cada una cuenta su historia, ríen, lloran, y
poco a poco se crea entre ellas una relación de sororidad. Mientras tanto, Dios
y Adán temen el día en que Lilith y Eva regresen al Edén para reconstruirlo en
sus propios términos.
A primera vista, parece que el nuevo mito de Lilith es un invento, algo
que no debe tomarse en serio, un juego feminista sin mayores consecuencias.
Nada más lejos de ello. La tradición judía reconoce la posibilidad de volver a
contar las historias de los libros sagrados desde una perspectiva
contemporánea. Es costumbre que los rabinos redacten un midrash cuando
encuentran una omisión, o bien, cuando un fragmento contradice a otro. Mejor
aún, “cada generación tiene el deber de contribuir a la evolución del texto”. A
partir de ello, se justifica el comentario feminista que el grupo de Plaskow
hizo contra el original de Ben Sira (y que es un midrash del midrash). De
acuerdo con esta teóloga, su misión es hacer que las historias de las mujeres
–no como madres ni como esposas– “surjan de los espacios en blanco que hay
entre las palabras y las letras de la Torá”. Esta nueva versión de Lilith no es
un acto herético, sino una puesta al día de la tradición –y un camino alentador
para las mujeres feministas que desean permanecer dentro de su religión.
Plaskow también quiso documentar el proceso mediante el cual se redactó
este nuevo mito. La teóloga y sus colegas, como tantas otras, solían reunirse
en grupos de conciencia para hablar acerca de lo que implica ser mujer. La
desigualdad de género iba revelándose por medio de las historias personales que
compartían –y que abarcaban temas como la familia, la sexualidad, el trabajo,
el mundo del arte y la religión. De ahí que, en esta versión del mito, Lilith y
Eva se sienten a conversar durante horas. Si la narración insiste en ello es
porque esta organización de las bases fue crucial para el movimiento feminista:
el reconocimiento que se da mediante el diálogo es la base de la sororidad y de
la alianza que las llevará a reconstruir su sociedad.
Judith (abajo, Lilith), The Dinner
Party (detalle), Judy Chicago, 1979. Brooklyn Museum.
Era de esperarse que la Lilith feminista tuviera ecos en el arte de las
mujeres judías. En uno de los manteles de The Dinner Party –la instalación de
Judy Chicago que representa una cena a la que asisten las mujeres destacadas de
la historia– se bordó el nombre de Lilith. Junto con la recuperación de Eva y
Judith esta parte de la pieza puede entenderse como un midrash feminista de las
mujeres del Antiguo Testamento. La misma Chicago habló sobre el tema: la igualdad
no se conseguiría exclusivamente con políticas públicas y reformas a la ley; de
acuerdo con ella, era imprescindible crear nuevos mitos, contar con referencias
religiosas e históricas del poder de las mujeres.
Finding Home #56, Zakhm, (Fereshteh),
Siona Benjamin, 2006. Brooklyn Museum.Zakhm
Recientemente, Siona Benjamin, una mujer judía nacida en la India, creó
la serie Fereshteh (búsqueda del hogar) que –como Plaskow y Chicago– combina el
sentido tradicional de la religión con la posmodernidad. Las piezas de Benjamin
obedecen las convenciones formales de las miniaturas de los manuscritos
iluminados medievales: esto se ve en la aplicación sin sombreado del rojo, el
verde, el lapislázuli y la hoja de oro –colores y materiales típicos de las
miniaturas–; pero también en las plecas, los bordes y los fondos sobrecargados
de ornamentos. La innovación está en el contenido: por primera vez, Benjamin
representó a Lilith en una versión actualizada del arte religioso.
Finding Home #74, Lilith,
(Fereshteh), Siona Benjamin, 2006. Brooklyn Museum.
Este midrash plástico va un poco más allá, pues dibuja a Lilith a la
manera de Roy Lichtenstein: los ojos almendrados y llorosos, los labios
gruesos, las cejas delgadísimas, la barbilla pronunciada y la emoción
melodramática.
Hopeless, Roy Lichtenstein, 1963.
Tomado de roylichtenstein.com
Pero esta nueva Lilith ha dejado de lamentarse por el desamor. En
Finding Home #74, la heroína feminista y veterotestamentaria anuncia su
venganza en nombre de las “viudas de las guerras, las mujeres militares y las
que han sido violadas en conflictos armados”. La serie completa es un
comentario sobre la violencia sexual que padecen las mujeres en las guerras del
presente, hecho a partir de Lilith como figura tradicional pero reivindicada.
Esto es todavía más evidente en Finding Home #79, donde el martirio de Lilith
se sobrepone a un mapa con flechas y fronteras que sugiere la más reciente
invasión estadunidense de Iraq.
Finding Home #79, Lilith,
(Fereshteh), Siona Benjamin, 2006. Brooklyn Museum.
No
es fácil rastrear los caminos que toman los mitos. Lilith ha rebasado el
contexto feminista y judío del que surgió. Se le conoce en México, Colombia,
Argentina, España. Cada tanto las revistas académicas, culturales y de
entretenimiento publican artículos al respecto. Hay incontables referencias
sobre el tema y organizaciones feministas que retoman su nombre. Quizás el
éxito de Lilith se deba a la versátil narración de Plaskow: su lectura sirve para cuestionar la división
del trabajo por género, exigir derechos sexuales e, incluso, para renunciar al
imperativo de la heterosexualidad y largarse del patriarcado.
Pero la pregunta persiste: ¿por qué fue Lilith la figura más sobresaliente, si en la misma época otras feministas recuperaron a las diosas de la fertilidad de distintas culturas? ¿Se debe, tal vez, a que las feministas blancas y académicas de la segunda ola tuvieron, en su momento, más medios y recursos, lo que explica el éxito internacional de Lilith? ¿Y qué tan efectivo es este mito en México? ¿Puede oponerse el personaje marginal de Lilith, no a Eva, sino a la dominante virgen de Guadalupe? Aún queda pendiente la investigación que recupere los documentos, las traducciones, la transmisión oral y las adaptaciones que hicieron de Lilith un símbolo para las feministas de América Latina.
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