![]() Los malos tiempos tienen un valor científico. Son ocasiones que un buen alumno no se perdería. (Ralph Waldo Emerson) |
La resiliencia puede definirse como
lo contrario de la vulnerabilidad, es algo que el sujeto herido hace con su
sufrimiento que le permite trascender al dolor, supone el hallazgo de
determinados senderos de desarrollo para personas que han sufrido en su vida un
revés importante un trauma psicológico o una pérdida devastadora.
Así, en la
Cenicienta, la huérfana sometida a la esclavitud doméstica de una madrastra
cruel y de unas envidiosas hermanas será al fin la que merced a una
metamorfosis mágica logre escapar de aquel antro de explotación gracias a la
seducción de un príncipe que recorrerá el reino tratando de buscar a la
doncella cuyo pie encaje a la perfección con el zapatito extraviado en el baile
al que acudió nuestra menesterosa heroína, gracias a un sortilegio, a un
encantamiento que derivaba de su propio deseo de escapar de su situación de
sufrimiento y humillación vital. Los niños huérfanos fueron protagonistas de
cuentos populares durante el siglo XIX precisamente porque en aquella época los
niños abandonados eran legión en nuestra pulcra Europa sometida a los vaivenes
de la industrialización. Oliver Twist, el Patito feo, Caperucita Roja,
Blancanieves y casi todos los cuentos infantiles con los que estamos
familiarizados son relatos acerca de niños abandonados que soñaron para sí
mismos con un mundo mejor y que lograron gracias a esta esperanza unas guías de
resiliencia, una resistencia interior que les marcó el camino para escapar de
las condiciones de vida a las que parecían condenados en función de su humilde
y renegado origen.
No es de extrañar que tanto Hans Christian Andersen,
Perrault o el propio Charles Dickens, autores de los más famosos cuentos
infantiles en aquella época, fueran a su vez niños huérfanos, maltratados,
abandonados y explotados en su infancia. Significa ello que, el relato, el cuento que
construyeron fue para esos autores una guía de resiliencia por sí misma; la
creatividad que desarrollaron fue la propiedad psicológica que les alejó de un
destino probablemente nefasto en relación con las condiciones insufribles de su
vida, al tiempo que les proporcionó éxito y fortuna personales. Ellos mediante
su testimonio señalaron a legiones de niños que, por mayor que pueda parecer
nuestra desgracia individual, siempre existe un atisbo de esperanza y que el
amor puede llegar a prender la brasa de cualquier existencia por inane que
parezca cuando aparece.
Hans nació en la localidad de Odense, en Dinamarca, en el año 1805.
Andersen desarrolló una sincera pasión por la lectura gracias a su padre, pero
tuvo que concentrarse en estudiar y mantenerse económicamente después del
fallecimiento del mismo, por lo que realmente no pudo ni intentó escribir
historias hasta que se hizo mayor.
Un día se mudó a otra ciudad danesa persiguiendo su sueño de convertirse
en actor, y allí ingresó en el Teatro Real de Dinamarca, donde Jonas Collin, el
director, le aceptó rápidamente. Sus habilidades de escritura no eran tan
buenas en aquel momento, por lo que pasó por momentos muy difíciles mientras
trataba de mejorar. Las cosas cambiaron en el año 1835, cuando ya había
empezado a escribir cuentos, poemas y obras de teatro. Su primera obra en ganar
popularidad fue Cuentos de Hadas, una colección de historias de ficción para
niños.
Estos cuentos de hadas incluían muchas historias: El traje nuevo del
emperador o La princesa y el guisante, por ejemplo, todas historias mágicas y a
veces con una pizca de humor.
Un momento importantísimo en la vida de Hans fue conocer al gran Charles
Dickens, el famoso autor británico de Oliver Twist, Cuento de Navidad o
Historia de Dos Ciudades. Dickens era un escritor muy respetado en ese momento,
y Andersen estaba fascinado con él. Afortunadamente, Dickens llegó a sentir la
misma admiración por él, aunque terminarían alejándose con el tiempo por
problemas familiares.
Aunque Hans era un escritor talentoso y tenía
una imaginación increíble, se cree que no era una persona demasiado sociable
por su timidez, por lo que le costaba mantener las amistades y los contactos en
el tiempo. Nunca se casó ni tuvo hijos, pero sí que llegaría a cosechar un
importante éxito en su trabajo. A los 70 años (una edad bastante avanzada para
la época) Hans sufrió una aparatosa caída de la cama, de la que le costaría
recuperarse. Finalmente, falleció como consecuencia de una enfermedad grave en
el año 1875.
En su honor, entre otras cosas, se crearía el Premio Hans Christian
Andersen de Literatura, uno de los premios más importantes del panorama
literario.
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