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Fotografiado en 1925 |
Miguel de Unamuno
Información personal
Nombre de nacimiento: Miguel de
Unamuno y Jugo
Nacimiento: 29 de septiembre de 1864,
Bilbao, España
Fallecimiento: 31 de diciembre de
1936 (72 años), Salamanca, España
Lugar de sepultura: Cementerio de San
Carlos Borromeo
Familia: Cónyuge Concepción
Lizárraga (matr. 1891; fall. 1936); Hijos: Nueve
Educado en la Universidad de Madrid
Información profesional
Ocupación: Escritor y filósofo
Empleador: Universidad de Salamanca
Movimiento: Generación del 98
Géneros: Ensayo, poesía, novela y
teatro
Miembro de la Real Academia Española
Sociedad de Amigos de Portugal, A
Águia, Portugal
Miguel de Unamuno y Jugo fue un
escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98. En su obra
cultivó gran variedad de géneros literarios como novela, ensayo, teatro y
poesía. Fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca tres veces; la
primera vez en 1902 y la última de 1931 hasta su destitución, el 22 de octubre
de 1936, por orden de Franco. En 1931 había sido elegido diputado de las
Cortes constituyentes de la Segunda República.
Biografía
Familia, infancia y primeras letras
Miguel de Unamuno nació en el
número 16 de la calle Ronda de Bilbao, en el barrio de las Siete Calles. Era el
tercer hijo y primer varón, del matrimonio habido entre el comerciante Félix
María de Unamuno Larraza y su sobrina carnal, María Salomé Crispina Jugo
Unamuno, diecisiete años más joven. Más tarde nacieron otros tres hijos.
Su padre, nacido en 1823, emigró
joven a México. A su regreso, en 1859, gracias al capital acumulado, solicitó
licencia municipal para que su horno panadero de Achuri pudiera utilizar agua
del manantial Uzcorta. En 1866, cuando contaba cuarenta y tres años, pidió
permiso para establecer un despacho de pan en los porches de la Plaza Vieja. Se
presentó a las elecciones municipales celebradas tras la Gloriosa, saliendo
elegido por el distrito de San Juan con 120 votos. El 1 de enero de 1869 juró
su cargo de concejal en la sesión constitutiva del nuevo ayuntamiento.
Su madre, María Salomé, hija única, fue bautizada en Bilbao el 25 de
octubre de 1840.
Miguel No había cumplido todavía los
seis años cuando queda huérfano de padre. Félix de Unamuno falleció el 14 de
julio de 1870 de tisis pulmonar (tuberculosis).
Aprendió sus primeras letras con don Higinio en el colegio privado de San
Nicolás, en las catequesis preparatorias para la primera comunión, en la
iglesia de San Juan, conoció a quien, andando el tiempo, sería su novia y
esposa: Concepción Lizárraga, Concha.
Al acabar sus primeros estudios
en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asistió como
testigo al asedio de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista, lo que luego
reflejará en su primera novela, Paz en la guerra. Para sus biógrafos, esta experiencia de la guerra civil
marcó su tránsito de la infancia a la adolescencia.
La siguiente etapa en la vida
académica de Unamuno comenzó el 11 de septiembre de 1875, fecha en la que
realizó su examen de ingreso en el Instituto Vizcaíno para
cursar el Bachillerato, prueba en la que obtuvo la calificación de «Aprobado»,
y no se presentó al examen de premio. Tanto el examen de ingreso como el
primer curso tuvo que realizarlos en el antiguo colegio de la calle del Correo,
ya que el Instituto, durante la guerra, había sido convertido en hospital
militar.
Los restantes cuatro cursos los
realizó en el instituto. En general, le disgustaba el método de aprendizaje
memorístico que se aplicaba en casi todas las asignaturas y le aburrían, en
particular, las clases de latín, Historia, Geografía y Retórica. No tuvo ningún
problema con la Aritmética, la Física, la Geometría o la Trigonometría, y
disfrutaba con el Álgebra. También le agradó la Filosofía, que agrupaba
entonces en cuarto curso fundamentos de Psicología, Lógica y Ética, a pesar de
que no apreciaba la didáctica de su profesor, el sacerdote Félix Azcuénaga. En
esas clases podía hacer gala de su talento de orador rivalizando a menudo con
su compañero, Andrés Oñate. Por último, en las asignaturas impartidas por Fernando
Mieg, Historia Natural, Fisiología e Higiene, logró sendos sobresalientes,
probable consecuencia del sistema pedagógico utilizado por el catedrático que
sabía despertar la curiosidad y el interés de sus alumnos. Buen dibujante,
estudió en el taller bilbaíno de Antonio Lecuona, pero, como él mismo confesó,
la falta de dominio sobre el color le hizo desistir de una carrera artística.
En septiembre de 1880 se
traslada a la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y Letras. El 21 de
junio de 1883, a sus diecinueve años, finaliza sus estudios y realiza el examen
de Grado de dicha licenciatura obteniendo la calificación de sobresaliente. Al
año siguiente, el 20 de junio, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y
prehistoria de la raza vasca. En ella anticipa su idea sobre el origen de
los vascos, idea contraria a la que en los años venideros irá gestando el
nacionalismo vasco, recién fundado por los hermanos Arana Goiri, que propugnará
una raza vasca no contaminada por otras razas.
En 1884 comienza a trabajar en
un colegio como profesor de latín y psicología, publica un artículo titulado «Del elemento alienígena en el idioma vasco»
y otro costumbrista, «Guernica»,
aumentando su colaboración en 1886 con El Noticiero Bilbaíno.
En 1888, oposita en Madrid a la
cátedra de Psicología, Lógica y Ética vacante en el Instituto de Bilbao y,
mientras se halla en la capital por este motivo, la Diputación de Vizcaya
convoca una plaza de profesor interino de lengua vascongada en el mismo
instituto con «asignación anual de mil quinientas pesetas». Se presenta a esta
última junto con Pedro Alberdi, Eustaquio Madina, Sabino Arana y el novelista y
folclorista Resurrección María de Azkue, adjudicándose la plaza a este último.
El primer informe presentado por el secretario de la Diputación hizo constar que,
de los cinco candidatos, sólo Unamuno y Azkue contaban con título profesional.
El primero, doctor en Filosofía y Letras y el segundo, Bachiller en Teología.
Según Sabino Arana, la adjudicación se debió al «Diputado Larrazabal, amigo de
Azkue y amigo de mi difunto padre, (que) me escribió suplicándome retirara la
solicitud, para que el nombramiento recayera en Azkue, joven clérigo despejado
que tenía que sostener a su madre y hermanas y al efecto y para desplegar sus
facultades deseaba establecerse en Bilbao».
Polemizó con Sabino Arana, que
iniciaba su actividad nacionalista, ya que consideraba a Unamuno como vasco,
pero «españolista» debido a que Unamuno, que ya había escrito algunas obras en
euskera, consideraba que ese idioma estaba próximo a desaparecer y que el
bilingüismo no era posible. «El vascuence y el castellano son incompatibles
dígase lo que se quiera, y si caben individuos no caben pueblos bilingües. Es
éste de la bilingüidad un estado transitorio».
En 1889 prepara otras
oposiciones y viaja a Suiza, Italia y Francia, donde se celebra la Exposición
Universal y se inaugura la torre Eiffel. Unamuno hacía su tertulia diaria en la
terraza del Café Novelty, en la Plaza Mayor de Salamanca.
El 31 de enero de 1891 se casa
con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño y con quien tuvo
nueve hijos: Fernando, Pablo, Raimundo, Salomé, Felisa, José, María, Rafael y
Ramón. Salomé se casó más tarde con el poeta José María Quiroga Plá. Unamuno
pasa los meses invernales de ese año dedicado a la preparación de las
oposiciones para una cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, una
materia menos controvertida, la cual obtiene de un tribunal donde figuraba
entre otros Juan Valera. Con motivo de estas oposiciones, entabla amistad con
el granadino Ángel Ganivet, amistad
que se irá intensificando hasta el suicidio de éste en 1898. El 11 de octubre
de 1894 ingresa en la Agrupación Socialista de Bilbao y colabora en el
semanario La Lucha de Clases de esta ciudad; en 1895 aparece su primera colección
de ensayos, En torno al casticismo, que tendrá segunda edición en 1916; la
ejecución del líder y escritor filipino José Rizal en 1896, a instigación de
las órdenes religiosas establecidas en la isla, lo conmueve profundamente.
Abandona el partido socialista en 1897 sufriendo una gran depresión: su tercer
hijo enfermó de una meningitis que degeneró en hidrocefalia, se cree a las
puertas de la muerte al sufrir una neurosis de angustia; y el materialismo
dialéctico no puede explicar sus dudas existenciales y sus preocupaciones
religiosas, que empiezan a dominar su pensamiento. Publica también en ese año
su única novela histórica, Paz en la guerra, sobre la tercera carlistada en
Bilbao, pero que no le deja satisfecho por ser demasiado pensada y estructurada.
Además, concluye en 1898 la Guerra hispano-estadounidense en la que España
pierde sus colonias y se hace evidente que el país no es lo que se creía que
era. El corrupto sistema canovista está en crisis y cunden las preocupaciones
patrióticas: el pensamiento regeneracionista está en el aire: Joaquín Costa
publica Reconstitución y europeización de España (1898). De esta coyuntura
surge el grupo de "los tres"
(Azorín, Baroja y Unamuno) y la llamada Generación
del 98, que ofrecerá una visión subjetiva (artística: narrativa y
poética) de la decadencia inspirada en los estudios objetivos del
regeneracionismo, buscando en diversos viajes por el país la España real, lo
que Unamuno llamará en los ensayos de 1895 tradición eterna o intrahistoria,
una historia de los pequeños grupos humanos frente a la de la España oficial,
metahistórica, falsa y meramente epifenoménica. Unamuno tiene en 1898 ya cinco
hijos y multiplica su esfuerzo y sus colaboraciones periodísticas para poder
sostener a su familia.
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Unamuno en un mitin en la antigua plaza de toros de Madrid (1917) |
Desde los inicios de su estancia
en Salamanca, participó activamente en su vida cultural, y se hizo habitual su
presencia en la terraza del Café literario Novelty, al lado del ayuntamiento,
costumbre que mantuvo hasta 1936. Desde aquella terraza, cuando a Unamuno, refiriéndose
a la Plaza Mayor de Salamanca, le preguntaban si era un cuadrado perfecto o no,
él afirmaba: «Es un cuadrilátero. Irregular, pero asombrosamente armónico». En
1900 el ministro lo nombra, con solo treinta y seis años de edad, rector de la
Universidad de Salamanca por primera vez, cargo que llegó a ostentar tres
veces. Creó una cátedra de Filología comparada que terminó rigiendo él. En
1901 empieza a leer a su filósofo predilecto, Sören Kierkegaard; incluso aprende danés para comprenderlo mejor, y
se recrudece su enfrentamiento con el obispo de Salamanca Tomás Cámara. En
1902 publica la novela Amor y pedagogía,
una crítica severa al pensamiento educativo del positivismo y a la represión de
todo impulso natural. Sostiene en esta obra, como en otras, la dicotomía
esencial entre la vida y el pensamiento. Con motivo del tricentenario de la
publicación del Quijote (1905), publica su poco ortodoxo ensayo Vida de don Quijote y Sancho sobre el
heroísmo y el erostratismo y recibe la Gran Cruz de Alfonso XII. En 1906 le
acomete otra vez la neurosis de angustia. En agosto de 1909, durante la Guerra
de Melilla y después del Desastre del Barranco del Lobo, escribió su polémico
poema "Salutación a los rifeños",
donde se pone de parte de ellos frente a las ambiciones mineras de los
occidentales, representadas por España. Polemiza con Ramiro de Maeztu y José
Ortega y Gasset y sus artículos se publican por toda España y América. En 1909
logra estrenar en Las Palmas su tragedia La
esfinge. Viaja por España y Portugal y en 1911 publica Rosario de sonetos líricos, Por
tierras de Portugal y España, Soliloquios
y conversaciones y Una historia de
amor; en 1912 aparece una colección de ensayos, Contra esto y aquello. En 1913 aparece la primera de sus obras
filosóficas importantes, Del sentimiento
trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, así como su primera
obra dramática, La venda.
En 1914 viaja por Las Hurdes,
buscando la mísera España real (Alfonso XIII lo hará ocho años después, junto
al doctor Gregorio Marañón, en 1922), y publica su nivola / novela más importante,
Niebla, escrita en 1907, donde se
refleja la insustancialidad existencial de la vida y el problema de la
identidad y la pervivencia a través de un personaje "irreal", Augusto
Pérez, anticipando el uso de la metaficción; el peso de la filosofía
irracionalista europea en esta creación es notable (Schopenhauer y Kierkegaard,
principalmente), pero también el de la clásica (Spinoza, Kant, Hegel, Spencer);
el ministro de Instrucción Pública lo destituye del rectorado por razones
políticas, aunque el pretexto oficial es una anómala convalidación del título
de bachiller a un colombiano; las reacciones adversas a esa decisión
gubernamental son no sólo de escala nacional, sino internacional. En 1917
publica su nivola Abel Sánchez.
Una historia de pasión, donde ejemplifica como elemento esencial del carácter
español la envidia, que él llama cainismo, en forma de ninguneo de todo
lo elevado, honesto y esforzado, de la "superioridad natural", como
expone en el prólogo a la segunda edición; por ejemplo, el protagonista no es
el que da el título a la obra, sino el doctor Joaquín Monegro, que ve
despreciados todos sus esfuerzos por hacer el bien a los demás y al final mata
a Abel cuando le roba el amor de su nieto. Al año siguiente (1918) es elegido
concejal del ayuntamiento salmantino y estrena sin éxito en el Ateneo su
tragedia Fedra, acaso demasiado densa
y escasa de acción para el gusto popular. En 1920 es elegido por sus compañeros
decano de la Facultad de Filosofía y Letras y publica su poema religioso El Cristo de Velázquez, un intento de
desagraviarse por su descreído poema "El
Cristo yacente de Santa Clara" que publicó el 26 de mayo de 1913 en
Los Lunes del Imparcial y que suscitó reacciones adversas en los círculos
católicos, que lo consideraban blasfemo y Tres novelas ejemplares y un
prólogo. En ese mismo año es condenado a dieciséis años de prisión por injurias
al rey en un artículo de opinión, pero la sentencia no llegó a cumplirse.
En 1921 es nombrado vicerrector.
Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera hacen que este lo
destituya nuevamente y lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924. El 9
de julio es indultado, pero se destierra voluntariamente a Francia; primero a
París y, al poco tiempo, a Hendaya. Se queda hasta el año 1930, año en el que
cae el régimen de Primo de Rivera. A su vuelta a Salamanca, entra en la ciudad
con un recibimiento apoteósico.
Miguel de Unamuno se presenta candidato a
concejal por la Conjunción Republicano-Socialista para las elecciones del 12 de
abril de 1931, resultando elegido. El 14 de abril, es él quien proclama la
República en Salamanca: desde el balcón del ayuntamiento, el filósofo declara
que comienza «una nueva era y termina una dinastía que nos ha empobrecido,
envilecido y entontecido».
Conferencia de Unamuno en 1932

La República le repone en el
cargo de rector de la Universidad salmantina. Se presenta a las elecciones a
Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la
conjunción republicano-socialista en Salamanca, ejerciendo su cargo entre el 12
de julio de 1931 y el 9 de octubre de 1933.
Sin embargo, el escritor e intelectual, que en 1931 había dicho que él
había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición
al rey y al dictador, con su exilio...— al advenimiento de la República,
empieza a desencantarse, como otros intelectuales que lo habían acompañado en
su pulso a favor de la República, como José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de
Ayala. En 1933 decide no presentarse a la reelección.
Al año siguiente se jubila de
su actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la
Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre. En 1935 es
nombrado ciudadano de honor de la República. Fruto de su desencanto, expresa
públicamente sus críticas a la reforma agraria, la política religiosa, la clase
política, el gobierno y a Manuel Azaña.
Al iniciarse la guerra civil,
Unamuno apoya a los rebeldes: quiere ver en los militares alzados a un conjunto
de regeneracionistas autoritarios dispuestos a encauzar la deriva del país.
Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del consistorio salmantino es
destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas adeptas,
Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el
comandante Del Valle.
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Pablo Serrano: escultura de Unamuno en Salamanca. 1968. |
En el verano de 1936 hace un
llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen a los sublevados,
declarando que representan la defensa de la civilización occidental y de la
tradición cristiana, lo que causa tristeza y horror en el mundo, según el
historiador Fernando García de Cortázar. Azaña lo destituye, pero el gobierno
de Burgos le repone de nuevo en el cargo.
Sin embargo, el entusiasmo
por la sublevación pronto se torna en decepción, especialmente ante el cariz
que toma la represión en Salamanca. En los bolsillos de Unamuno se amontonan
las cartas de mujeres de amigos, conocidos y desconocidos, que le piden que
interceda por sus maridos encarcelados, torturados y fusilados. A finales de
julio, sus amigos salmantinos Prieto
Carrasco (alcalde republicano de Salamanca) y José Andrés y Manso (diputado
socialista) han sido asesinados, y su alumno predilecto y rector de la
Universidad de Granada, Salvador Vila
Hernández, detenido el 7 de octubre. En la cárcel se hallan también recluidos
sus íntimos amigos el doctor Filiberto Villalobos y el periodista José Sánchez
Gómez, este a la espera de ser fusilado. Su también amigo, el pastor de la
Iglesia anglicana y masón Atilano
Coco, está amenazado de muerte (será fusilado en diciembre de 1936). A
principios de octubre, Unamuno visita a Franco en el palacio episcopal para
suplicar inútilmente clemencia para sus amigos presos. Salvador Vila es
ejecutado el 22 de octubre.
Artículo principal: Venceréis, pero no convenceréis
Miguel de Unamuno se
arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación. El 12 de octubre de 1936,
en el paraninfo de la Universidad, durante el acto de apertura del curso
académico que coincidía con la celebración de la Fiesta de la Raza, el rector
se enfrentó públicamente al general Millán-Astray, que había pronunciado unas
soflamas contra la inteligencia y exaltadoras de la muerte. Posteriormente se
atribuyó a Unamuno un discurso lapidario que habría incluido su famosa frase:
Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis
porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer
significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta
lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España.
"Venceréis, pero no convenceréis" (enfrentamiento entre Miguel de Unamuno y Millán-Astray)
Los últimos días de vida (de
octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en
un estado, en palabras de Fernando García de Cortázar, de resignada desolación,
desesperación y soledad. A los pocos días, el 20 o 21 de octubre, en una
entrevista mantenida con el periodista francés Jérôme Tharaud (común y
erróneamente atribuida al escritor Nikos Kazantzakis):
“Tan pronto como se
produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a
él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental
cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en
territorio nacional, ventilando una guerra internacional. (...) En tanto me
iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin
cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de
locura con cierto substrato patológico-corporal. Las inauditas salvajadas de
las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme
retórica barata. Y dan el tono no socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas,
ni anarquistas, sino bandas de malhechores degenerados, excriminales natos sin
ideología alguna que van a satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología
alguna. Y la natural reacción a esto toma también muchas veces, desgraciadamente,
caracteres frenopáticos. Es el régimen del terror. España está espantada de sí
misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. Si el
miserable gobierno de Madrid no ha podido, ni ha querido resistir la presión
del salvajismo apelado marxista, debemos tener la esperanza de que el gobierno
de Burgos tendrá el valor de oponerse a aquellos que quieren establecer otro
régimen de terror. (...) Insisto en que el sagrado deber del movimiento que
gloriosamente encabeza el general Franco es salvar la civilización occidental
cristiana y la independencia nacional, ya que España no debe estar al dictado
de Rusia ni de otra potencia extranjera cualquiera, puesto que aquí se está
librando, en territorio nacional, una guerra internacional. Y es deber también
traer una paz de convencimiento y de conversión y lograr la unión moral de
todos los españoles para restablecer la patria que se está ensangrentando,
desangrándose, envenenándose y entonteciéndose. Y para ello impedir que los
reaccionarios se vayan en su reacción más allá de la justicia y hasta de la
humanidad, como a las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda formar
sindicatos nacionales compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el
terror a que se alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste
cosa sería que el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se
quisiera sustituir con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre
totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo”.
Y a los pocos días,
en esta ocasión, sí con Kazantzakis:
“En este momento
crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los
únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y
saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted
caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero
es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero
cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo
solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario”.
El 21 de noviembre de 1936, escribe a Lorenzo Giusso:
La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos
partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra
católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí
está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y
entonteciendo...
Murió repentinamente, en su
domicilio salmantino de la calle Bordadores, la tarde del 31 de diciembre de
1936, durante la visita que le hizo el falangista Bartolomé Aragón, antiguo
alumno y profesor auxiliar de la Facultad de Derecho. A pesar de su virtual
reclusión, en su funeral fue exaltado como un héroe falangista. A su muerte, Antonio
Machado escribió: «Señalemos hoy que
Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra
quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra
los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el
pueblo mismo? No lo he creído nunca y no lo creeré jamás».
Casa del Regidor Ovalle Prieto, en la calle Bordadores de Salamanca, en la cual vivió y murió Unamuno. |
Sus restos reposan junto a
los de su hija mayor, Salomé (casada con su secretario y poeta José María
Quiroga Plá y fallecida tres años antes), en un nicho del cementerio de San
Carlos Borromeo de Salamanca, tras este epitafio: «Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí,
pues vengo deshecho del duro bregar».
Obra
Narrativa:
Desde 1886 escribió un total
de 87 cuentos y relatos cortos. De ellos, en 1913 seleccionó solo veintiséis
para su libro El espejo de la muerte. Destacan el que da título al libro o
Revolución en la biblioteca de Ciudámuerta.
Paz en la guerra (1897), obra en la cual utiliza el contexto de la tercera guerra
carlista (que conoció en su niñez) para plantear la relación del yo con el
mundo, condicionado por el conocimiento de la muerte.

Amor y pedagogía (1902), que une lo cómico y lo trágico en una reducción a lo absurdo
de la sociología positivista.
Recuerdos de niñez
y mocedad (1908) es una obra
autobiográfica. En ella el autor vasco reflexiona sobre los primeros años de su
vida en Bilbao.
El espejo de la
muerte (1913), libro de cuentos.
Niebla (1914), obra clave de Unamuno, que él caracteriza con el nombre
«nivola» para separarla de la supuesta forma fija de la novela.
En 1917 escribe Abel Sánchez,
donde invierte el tema bíblico de Caín y Abel para presentar la anatomía de la
envidia.
Tulio Montalbán (1920) es una novela corta sobre el problema íntimo de la derrota de
la personalidad verdadera por la imagen pública del mismo hombre.
También en 1920 se publican tres novelas cortas con un prólogo de gran
importancia: Tres novelas ejemplares y
un prólogo.
La última narración extensa es La
tía Tula (1921), donde se presenta el anhelo de maternidad ya esbozado
en Amor y pedagogía y en Dos madres.
Teresa (1924) es un cuadro narrativo que contiene rimas becquerianas,
logrando en idea y en realidad la recreación de la amada.
Cómo se hace una
novela (1927) es la
autopsia de la novela unamuniana.
San Manuel Bueno,
mártir (1930), en la que
habla de un sacerdote que predica algo en lo que él no logra creer.
Don Sandalio,
jugador de ajedrez (1930).
Diario intimo (Póstumo), escrito hacia 1897, publicado en 1970.
Niebla (1914)
En la época literaria que
rodeaba al autor por entonces, se exigían unos rígidos patrones de
procedimiento a la hora de escribir y publicar una novela: una temática particular,
líneas de tiempo y acción específicas, convencionalismos sociales... una
especie de guion no escrito pero aceptado por todos. Y esto suponía a Unamuno
un corsé del que pretendería desprenderse de alguna forma, para expresarse en
sus páginas como estimara oportuno. Su solución fue inventar un nuevo género
literario, al que bautizó como «nivola», y de esta forma, no podría
obtener crítica ninguna en lo referente a reglas de estética o composición,
porque solo debería atender a las reglas que él mismo hubiese diseñado para su
nuevo género. Así lo expresa en Niebla (1914), en el capítulo XVII:
—¿Y cuál es su argumento, si se puede saber?
—Mi novela no tiene argumento, o, mejor dicho, será el que vaya
saliendo. El argumento se hace él solo.
—¿Y cómo es eso?
—Pues mira, un día de estos que no sabía bien qué hacer, pero sentía
ansia de hacer algo, una comezón muy íntima, un escarabajeo de la fantasía, me
dije: voy a escribir una novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber
lo que vendrá. Me senté, cogí unas cuartillas y empecé lo primero que se me
ocurrió, sin saber lo que seguiría, sin plan alguno. Mis personajes se irán
haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá
formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo.
—Sí, como el mío.
—No sé. Ello irá saliendo. Yo me dejo llevar.
—¿Y hay psicología?, ¿descripciones?
—Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los
personajes hablen, que hablen mucho, aunque no digan nada (...). El caso es que
en esta novela pienso meter todo lo que se me ocurra, sea como fuere.
—Pues acabará no siendo novela.
—No, será... será...nivola.
Filosofía
Del sentimiento
trágico de la vida (1912)
La filosofía de Unamuno no
fue una filosofía sistemática, sino una negación de cualquier sistema y una
afirmación de fe «en sí misma». Se formó intelectualmente bajo el racionalismo
y el positivismo. Durante la época de su juventud, escribió artículos en los
cuales se apreciaba claramente su simpatía por el socialismo, y tenía una gran
preocupación por la situación en la que se encontraba España.
La influencia de algunos
filósofos como Adolf von Harnack provocó el rechazo de Unamuno por el
racionalismo. Tal abandono queda de manifiesto en su obra San Manuel Bueno, mártir, donde la metáfora de la nieve
cayendo sobre el lago ilustra su postura en favor de la fe —la montaña sobre la
cual la nieve crea formas, paisajes, frente al lago, donde ésta se disuelve y
se transforma en nada—.
Para él la muerte es algo
definitivo, la vida acaba. Sin embargo, pensaba que la creencia de que nuestra
mente sobrevive a la muerte es necesaria para poder vivir. Desde luego, se
necesita creer en un Dios, tener fe, lo cual no es racional; así siempre hay
conflicto interior entre la necesidad de la fe y la razón que niega tal fe.
Es considerado uno de los predecesores de la escuela existencialista
que, varias décadas después, encontraría su auge en el pensamiento europeo. Así
estudió danés para leer directamente a Søren Kierkegaard, a quien en sus
obras solía llamar, en su peculiar y cordial estilo, «hermano».
La preocupación por España se
manifestó en los ensayos recogidos en sus obras:
En torno al
casticismo (1895);
Vida de Don Quijote
y Sancho (1905);
Por tierras de
Portugal y España (1911).
Durante la guerra y a partir de agosto de 1936, Unamuno comenzó a
tomar apuntes para un libro que no llegaría a escribir y en el que plasma su
testamento político: El resentimiento
trágico de la vida. Notas sobre la revolución y la guerra civil españolas.
Sus obras más puramente filosóficas son: Del sentimiento trágico de
la vida (1912) y La agonía del cristianismo (1925).
Poesía
Para Unamuno el arte era un
medio de expresar las inquietudes del espíritu. Por ello, en la poesía y en la
novela trata los mismos temas que había desarrollado en los ensayos: su
angustia espiritual y el dolor que provoca el silencio de Dios, el tiempo y la
muerte.
Siempre se sintió atraído por
los metros tradicionales y, si bien en sus primeras composiciones procura
eliminar la rima, más tarde recurre a ella. Entre sus obras poéticas destacan: Poesías (1907), Rosario de sonetos líricos (1911),
El Cristo de Velázquez (1920),
Andanzas y visiones españolas
(1922), Rimas de dentro
(1923), Teresa. Rimas de un poeta
desconocido (1924), De
Fuerteventura a París (1925), Romancero
del destierro (1928) y Cancionero
(1953).
Ya desde su primer libro, Poesías (1907), se perfilan los temas
que van a dominar en la poética unamuniana: el conflicto religioso, la patria y
la vida doméstica. Dedicó a la ciudad estas bellas palabras: «Salamanca, Salamanca, renaciente maravilla,
académica palanca de mi visión de Castilla».
Tosco y prosista, nunca se le
ha reconocido por versos armoniosos y trabajados, sino por estrofas breves,
castellanas y muy personales: en palabras de Ramón Irigoyen, prologuista de
Niebla en la edición de El Mundo, Unamuno
siempre fue un «eyaculador precoz del verso», haciendo referencia a su
escaso detenimiento en la revisión de sus poemas conclusos, en comparación con
otros poetas de la época tales como Machado o Juan Ramón Jiménez.
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Retratado por Ramón Casas |
Teatro
La obra dramática de Unamuno
presenta su línea filosófica habitual; de ahí que obtuviera un éxito más bien
escaso. Temas como la indagación de la espiritualidad individual, la fe como
«mentira vital» y el problema de la doble personalidad son tratados en La esfinge (1898), La venda (1899) y El otro (1932). Actualiza la
tragedia euripidea en Fedra (1918)
y traduce la Medea (1933) de
Séneca.
El teatro unamuniano tiene
las siguientes características:
-
Es esquemático,
está despojado de todo artificio y en él sólo tienen cabida los conflictos y
pasiones que afectan a los personajes. Esta austeridad es influjo de la
tragedia griega clásica.
- Si los personajes y
los conflictos aparecen desnudos, la escenografía también se ve despojada de
todo artificio. Es una escenografía simplificada al máximo.
- Lo que realmente le
importa es presentar el drama que transcurre en el interior de los
personajes y, sin duda, de su interior.
- Con la simbolización
de las pasiones y la austeridad tanto de la palabra como escenográfica, el
teatro unamuniano entronca con las experiencias dramáticas europeas y abre un
camino a la renovación teatral española, que será seguido por Ramón
Valle-Inclán, Azorín y, más tarde, Federico García Lorca.
Obras teatrales
La esfinge (1898)
La venda (1899)
La princesa doña Lambra (1909)
La difunta (1909)
El pasado que vuelve (1910)
Fedra (1910)
Soledad (1921)
Raquel encadenada (1921)
Sombras de sueño (1926)
El otro (1926)
El hermano Juan o el mundo es teatro (1929)
Razón y fe, andanzas y visiones españolas (1922)
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Retratado por Sorolla (c. 1912) |
Libros de viajes
Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza (1889, impreso en
2017)
Paisajes (1902)
De mi país (1903).
Por tierras de Portugal y España (1911)
Andanzas y visiones españolas (1922)
Paisajes del Alma (1979)
Madrid, Castilla (2001)
Epistolario
Unamuno fue un auténtico
epistológrafo. "Solía escribir tres o cuatro cartas diarias, se podrían
contabilizar unas cincuenta mil misivas. Y solamente en la Casa de Unamuno hay
veinte mil recibidas. Pero, durante el franquismo, muchos se deshicieron de las
cartas que les enviaba el escritor por miedo…”. La edición más reciente y
completa de sus cartas (2017), realizada por los hispanistas Colette y
Jean-Claude Rabaté, se compone de ocho volúmenes (Epistolario. Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca, 2017-) con 8000 páginas y cerca de 3000 cartas.
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Monumento a Miguel de Unamuno en la plaza bilbaína que lleva su nombre.
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