Frases Navideñas Para Reflexionar | Bonitas Postales y Tarjetas de Navidad
Mientras todos los niños ayudaban en sus casas en los preparativos para
la Nochebuena, Manuel, de 7 años de edad, trabajaba en el bazar de Don Joaquín
para echar una mano en la precaria economía de su casa, su padre se había
quedado en paro y su madre estaba imposibilitada por una grave enfermedad.
Don Joaquín regentaba el bazar
desde hacía años y tenía mucho dinero, pero al mismo tiempo, era un hombre sin
familia, codicioso y solitario. Miraba a Manuel como un simple trabajador más,
no como un niño.
El día previo a Navidad, Manuel
quería retirarse temprano del trabajo para comprar algunas cosas para la cena y
ayudar a su madre. Contemplando a través de la ventada como algunos niños
jugaban, Manuel escuchó un grito que le hizo temblar:
- ¡Manuel! - gritó Don Joaquín.
- Sí señor- respondió él.
- ¿Qué haces mirando por la ventana? Aún no has terminado tu trabajo.
Manuel contestó: - ¡Hoy es
nochebuena! Hoy es el cumpleaños del niño Jesús, hoy es un día muy especial.
- ¡Pues a mí no me importa! ¿Crees que hoy vas a poder escaparte más
temprano de tus deberes?, ¡Trabaja mejor! - replicó.
- Pero Don Joaquín, hoy quería comprar algunas cosas para la cena de
navidad- suplicó el niño.
- ¡Para la cena de Navidad! - se burló el jefe. -Tú lo único que quieres
es escaparte más temprano. Hoy es un día común y corriente; mejor sigue
trabajando si quieres mantener tu empleo.
- Si don Joaquín- contestó Manuel muy triste.
El niño continuó trabajando, con
lágrimas en los ojos. Su corazón estaba muy triste y angustiado y temía que Don
Joaquín no lo dejase pasar la Nochebuena junto a su familia. En medio de ese
aterrador pensamiento, elevó una plegaria a la Virgen María pidiéndole su
intercesión para que pudiese pasar una bonita Navidad con su familia.
Poco después, Don Joaquín,
inesperadamente, gritó tan fuerte que casi se le sale el corazón a Manuel.
- ¡Manuel, Manuel, ven, apúrate! - gritaba el jefe horrorizado.
- Don Joaquín ¿qué le pasa? - preguntó.
Don Joaquín, asustado, abrazó a
Manuel y le dijo: - ¡Vi un fantasma, vi un fantasma!
Manuel miró para todos lados en
la habitación de Don Joaquín y no vio nada.
- Cálmese- dijo. -Yo no veo nada.
- ¿Me estás tratando de mentiroso? - exclamó el anciano.
- No don Joaquín, disculpe, no quise decir eso.
- ¡Sigue trabajando mejor!, fue una pesadilla, ¡sigue trabajando!
Don Joaquín seguía atemorizado
por lo que según él había visto. No queriendo permanecer ni un momento solo se
le ocurrió pedirle a Manuel que se quedara con él hasta bien entrada la noche. "Por
si acaso", pensó. Don Joaquín llamó al niño y le dijo:
- Manuel, necesito que hoy te quedes hasta más tarde.
- Pero señor, hoy es navidad y mi familia me está esperando.
- ¡Manuel, hoy te pago el doble!
- Pero Don Joaquín, ya tengo casi terminado mi trabajo y debo ir a casa.
Don Joaquín no le quería
confesar que estaba asustado y el niño lo sabía, pero él se resistía a quedarse
porque era Navidad. Entonces, se le ocurrió una magnífica idea: "invitar a
Don Juan a su casa a pasar la Navidad".
-Don Joaquín: le invito a pasar la Navidad con nosotros para que no se
quede solo.
Don Joaquín estaba emocionado
por el ofrecimiento de Manuel, ya que nadie lo invitaba a su casa. Por lo que
sin pensarlo… aceptó.
Cuando llegaron a la casa de
Manuel, Don Joaquín se quedó muy impresionado porque en esa humilde casa, había
mucha alegría y generosidad.
Don Joaquín sonrió como nunca lo
había hecho, se dio cuenta de que nunca había tenido una Navidad y ahora la
compartía con una familia muy sencilla y amable. Sus mejillas se sonrojaron y
sobre ellas rodaron muchas lágrimas de la emoción y felicidad que sentía.
Al final de la noche, Don Joaquín se comprometió a ser más justo y
considerado con el niño, y a desprenderse de sus bienes a favor de los más
necesitados.
(Petrus Rypff)
Un Cuento de Navidad (1971)
Canción de Navidad de Charles Dickens, Resumen
El señor Scrooge es un hombre
avaro, tacaño y solitario, que no celebra la Navidad, y sólo piensa en ganar
dinero. Una víspera de Navidad, Scrooge recibe la visita del fantasma de su
antiguo socio, muerto años atrás. Este le cuenta que, por haber sido avaro en
vida, toda su maldad se ha convertido en una larga y pesada cadena que debe
arrastrar por toda la eternidad. Le anuncia que a él le espera un destino aún
peor, y le avisa que tendrá una última oportunidad de cambiar cuando reciba la
visita de los tres espíritus de la Navidad. Scrooge no se asusta y desafía la
predicción.
Esa noche aparecen los tres
espíritus navideños: el del Pasado,
que le hace recordar a Scrooge su vida infantil y juvenil llena de melancolía y
añoranza, antes de su adicción por el trabajo y su desmedido afán de dinero. El
del Presente hace ver al avaro la
actual situación de la familia de su empleado Bob, que a pesar de su pobreza y
de la enfermedad de su hijo Tim, celebra la navidad. También le muestra cómo
todas las personas celebran la Navidad; incluso su propio sobrino, Fred, quien
lo hace de una manera irónica pero alegre, ya que nadie quiere la presencia del
avaro. Antes de desaparecer a medianoche, el espíritu muestra a un par de niños
de origen trágicamente humano: la Ignorancia y la Necesidad.
El terrible y sombrío Espíritu del Futuro
le muestra el destino de los avaros. Su casa saqueada por los pobres, el
recuerdo gris de sus amigos de la Bolsa de Valores, la muerte del pequeño Tim y
lo más espantoso: su propia tumba, ante la cual Scrooge se horroriza de tal
forma que suplica una nueva oportunidad para cambiar. Entonces, el avaro
despierta de su pesadilla y se convierte en un hombre generoso y amable, que
celebra la Navidad y ayuda a quienes le rodean.
Cuento De Navidad - Cancion De Navidad - Charles Dickens - audiolibro en español
El mito del mito de Papá Noel y sus efectos perniciosos para la infancia
POR: ANDRÉS CARMONA CAMPO · · 27 DICIEMBRE, 2019
El 25 de diciembre, en el
Observatorio del Laicismo, se publicaba un texto de Fernando Esteban Lozada
titulado “El mito de Papá Noel y sus negativas repercusiones en la formación de
la infancia”. El texto argumenta en contra de la costumbre de hacer regalos a
los niños hablándoles de Papá Noel, los Reyes Magos o el ratoncito Pérez
(supongo que también en contra del Olentzero vasco y el Tió de Nadal catalán).
No me cabe duda, por la argumentación del texto, de la buena intención de su
autor, de su sincera preocupación por los niños, por fomentar su pensamiento
crítico, y unas relaciones éticas en la relación adultos-niños. Ahora bien,
pienso que el autor está equivocado al apuntar su crítica hacia Papá Noel y
otros amigos imaginarios de los niños. Lo que sigue es la explicación de por
qué.
Dado que el autor apela al
pensamiento crítico, empezaré por ahí. La afirmación de que la “creencia” (sigo
entrecomillando) en Papá Noel, etc., tiene perjuicios es una hipótesis, no un
hecho. Habrá que mostrar los hechos, experimentos, etc., que demuestren o
falsen esa hipótesis (el autor no aporta ninguno más allá de que él cree que es
así). Hacer pasar una hipótesis sin pruebas (una mera opinión) por un hecho es
precisamente la definición de dogma, que es lo opuesto al pensamiento crítico.
Y, por lo que yo sé, no hay ningún estudio científico que avale los efectos
perniciosos de la “creencia” en Papá Noel o similares. Curiosamente, el autor
del texto, con la sincera intención de defender el pensamiento crítico, puede
haber caído en dogmatismo al afirmar sin pruebas una hipótesis como si fuera un
hecho.
Hasta aquí mi escepticismo
acerca de que dicha “creencia” sea perjudicial. En lo que sigue intentaré
explicar por qué además me parece beneficiosa. Me baso sobre todo en dos libros
de la psicóloga y filósofa Alison Gopnik en los cuales expone sus estudios
científicos con niños: El filósofo entre pañales (2010) y ¿Padres jardineros o
padres carpinteros? (2018). El argumento principal es que Papá Noel, los Reyes
magos, el ratoncito Pérez, el Olentzero, el Tió de Nadal y similares entran en
la categoría de los cuentos, los amigos imaginarios, juegos de fingimiento y
paracosmos de los niños, con todas las ventajas que tienen para su desarrollo
emocional y cognitivo.
Gopnik explica en ambos libros
la mentalidad infantil con rigor científico y evidencia empírica. En el
capítulo 2 de El filósofo entre pañales y en el quinto de ¿Padres jardineros o
padres carpinteros? explica el asunto de los amigos imaginarios. Señala cómo
los amigos imaginarios los tienen todos los niños en todas las culturas,
incluso en las que está mal visto, como las fundamentalistas cristianas o
hindúes, y cómo persisten aunque se les prohíba o en secreto (cuando se supone
que son demasiado mayores para creer eso).
También los relaciona con el
aprendizaje infantil acerca de la causalidad, la teoría de la mente ajena, la
distinción realidad-ficción, los contrafactuales, la empatía (ponerse en el
lugar del otro), etc. De hecho, los niños más imaginativos, capaces de
involucrarse vívida y emocionalmente en sus mundos ficticios (con sus amigos
imaginarios) desarrollan mejor todo lo anterior (que, nótese, es fundamental
para el pensamiento científico: imaginar hipótesis, pensamiento contrafactual
para falsarlas, buscar causas, etc.). Los amigos imaginarios, lejos de
perjudicar al niño o dificultarle la distinción realidad-ficción, se la
facilitan. Por cierto, también dice que los niños autistas no tienen amigos
imaginarios ni se involucran en juegos de fingimiento (del tipo yo soy el
príncipe y tú el dragón). La autora dice que los niños cuando crecen sustituyen
los amigos imaginarios por “paracosmos” (mundos imaginarios). Esa capacidad
ficcional de idear otros universos está en la base de la ficción, la
literatura, el cine… (y yo añadiría la ciencia y, mal empleada, la religión).
Pero lo mejor viene ahora.
También indica que la investigación científica ha descubierto que los niños
realmente no creen en sus amigos imaginarios. Mejor dicho, ni creen ni no creen
en el sentido que nosotros usamos esos términos (por eso lo entrecomillaba
antes). Digamos que creen en ellos cuando deciden involucrarse en el juego
(cuando hablan con ellos, por ejemplo) pero saben que no son reales. Lo que
pasa es que tienen la capacidad de vivir el juego de creer en ellos e
interactuar con ellos involucrándose al 100% emocional (con mucha menos
intensidad, es lo mismo que hacemos cuando de adultos nos metemos de lleno en
una película, novela u obra de teatro o ilusionismo: por un momento, vivimos la
ficción como realidad, y resulta una experiencia sublime. Ahora bien, para eso
debemos dejarnos llevar e ignorar los efectos de cámara, trucos, etc.).
Dicho de otra forma, ni creen ni
no creen, simplemente es que el asunto está mal planteado en esos términos. El
niño que juega al juego de Papá Noel no cree que Papá Noel exista en el mismo
sentido en el que existe su papá o su abuela, ni mucho menos se plantea ni se
cree que una persona real es capaz de “producir regalos para 2200 millones de
niños/as, exactamente el que quiere y merece cada uno, y repartirlos en el 70%
de la superficie del planeta”. Simplemente no piensa en eso, como los adultos
no piensan en los efectos especiales al ver una película: ¡es que si lo haces
no la disfrutas! Pero eso no significa que te creas que lo que ves en la
pantalla es cierto, aunque aun así llegas a tener emociones reales (como cuando
lloras o te asustas viendo una película). Los niños, simplemente, es que lo
hacen mucho mejor que los adultos, se meten de lleno en sus juegos de ficción o
en los cuentos, una capacidad que de adultos se va perdiendo (lamentablemente
para los adultos). Intentar explicarle a un niño que Papá Noel no existe para que
tenga un pensamiento crítico es como explicarle que ese palo con el que juega
no es una espada sino un palo. O como advertirle que los lobos no hablan antes
de leerle un cuento (como si el niño no lo supiera o fuera a creer por eso que
los lobos de verdad sí que hablan).
Una prueba de que los niños no
creen literalmente en Papá Noel y compañía es que ningún niño en peligro real
pide ayuda a Papá Noel en vez de a sus padres. Los niños son más pequeños pero
no más tontos. Según Gopnik, los niños distinguen claramente realidad de
ficción, lo que pasa es que se involucran (juegan) tan bien en la ficción que
somos los adultos quienes pensamos que las confunden. Algo que a los niños les
sirve para distinguir realidad de ficción es el carácter extremadamente exagerado
de las ficciones infantiles. Lo mencionado antes, por ejemplo: que Papá Noel
sea capaz de “producir regalos para 2200 millones de niños/as, exactamente el
que quiere y merece cada uno, y repartirlos en el 70% de la superficie del
planeta” (y además en trineo, volando y en una sola noche). De hecho, si le
preguntas a un niño que cómo es capaz de hacer eso, el niño te mirará raro
(como diciéndote: “es un cuento, tío”) o te dará cualquier explicación
descabellada intentando seguirte el juego y pensando que tu pregunta es parte
de ese juego (él, inocente, cree que quieres jugar y no fastidiarle).
Para acabar, y como tengo una
hija pequeña, decir que voy a leerle muchos cuentos y, cada vez que me hable de
sus amigos imaginarios, jugaré con ella a creer en ellos: hablaré con ellos, me
reiré con ellos, me pondré triste si se ponen malos, invocaré al ratoncito
Pérez, le dejaré algún detalle a papá Noel y a los reyes magos para que se
repongan de todo el trabajo que hacen en una sola noche, etc. Y procuraré creérmelo
tanto con ella (aunque no podré llegar a su nivel por ser adulto) para
disfrutarlo al máximo y compartirlo juntos. Y asumo el riesgo (soy así de
temerario) de que me esté equivocando y de mayor sea beata por haberle hecho
eso, pero por ahora pienso que así la estoy ayudando a ser científica.
Posdata:
Puede que parte de la oposición
a los Reyes magos, Papá Noel, etc., tenga que ver con sus connotaciones
religiosas y la relación con la navidad (natividad del niño-dios Jesús), etc.
Aun así, no veo ningún problema para un no-creyente, es más, creo que los
no-creyentes deberían celebrar todas las fiestas religiosas como forma de
activismo ateo.
Respecto de la religión, bien
pudiera ser, por lo menos en hipótesis, que fuera un residuo de este tipo de
pensamiento infantil en amigos imaginarios y paracosmos y que perdurara en
algunos adultos, pero donde la frontera entre ficción y realidad ya se ha hubiera
difuminado y borrado y ahí sí que no se distinguiera bien. Y digo residuo con
toda la intención, en el mismo sentido en el que el mismo fuego que sirve para
calentarnos en una hoguera (y por eso es tan útil) también produce un residuo
(el humo) que nos molesta según sople el viento. Ahora bien, de aquí no
deduciría que lo mejor es apagar el fuego sino colocarnos en el sitio adecuado.
De esta forma, la religión podría ser una fase infantil mal superada por
algunos adultos (aunque muy útil y valiosa como tal fase infantil y si se
supera correctamente).
Bibliografía:
Gopnik, Alison (2010). El filósofo entre pañales: Revelaciones
sorprendentes sobre la mente de los niños y cómo se enfrentan a la vida.
Editorial Planeta.
Gopnik, Alison (2018). ¿Padres jardineros o padres carpinteros?: Los
últimos descubrimientos científicos sobre cómo aprenden los niños. Editorial
Planeta.
Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y
Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
1 comentario:
La mágia en el niño es el soporte a la creatividad del adolescente. El sempiterno niño que está en nosotros, nunca debe desaparecer y sí, disfrutarlo. Por un mundo pleno de inocencia y solidario, cultivemos nuestra mágica.
Precioso cuento de Charles Dikens y reemomorización de juvei
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