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El
poder de la atracción nace de la confianza en uno mismo
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La atracción mental tiene a menudo mucha más fuerza que la física.
Gracias a ella se crea un impacto del que no podemos escapar ni aun cerrando
los ojos. Sin embargo, para crear este efecto hemos de trabajar en primer lugar
una adecuada autoconfianza. Porque nada tiene más poder de atracción que la
sensación de merecimiento.
A la hora de hablar de esta dimensión, no hemos de pensar exclusivamente
en el campo de la seducción encaminada a conquistar a una posible pareja
afectiva. Las personas, a menudo, necesitamos poner en práctica nuestras dotes
de atracción con muy diversos fines: conseguir un trabajo, captar nuevos
clientes, agradar a quienes nos rodean, crear un impacto en un grupo de
personas determinadas…
«No es suficiente con conquistar, uno debe
aprender a seducir» (Voltaire)
Hablamos cómo no, del éxito social. Pero hay un aspecto esencial que
vertebra la interesante dimensión del poder de la atracción y que a menudo
concebimos de forma errónea. Para ejercer una impresión positiva, cautivadora o
atractiva a quien tenemos enfrente hemos de mantenernos siempre fieles a
nosotros mismos. Porque la falsedad no se sostiene, tiene muecas, lados falsos
y maniqueísmos poco espontáneos. La famosa frase «sé siempre tú mismo» no es un
simple cliché.
Esa frase es una realidad, porque bajo la autenticidad se extienden
muchas más raíces que la nutren y le dan forma: la autoconfianza, un adecuado
crecimiento personal, la seguridad de que merecemos aquello que queremos y un
toque de mágica soltura que se adquiere poco a poco con la experiencia.
Dimensiones que vertebran el
poder de la atracción.
Erin Whitchurch, investigadora de las ciencias del comportamiento en la
Universidad de Virginia, propone que en el campo de la atracción humana, se
pueden diferenciar dos tipos de leyes que nos resultarán muy interesantes y que
explicarían, en cierto modo, muchas de esas sensaciones que todos hemos tenido.
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Reciprocidad
Una de las fuerzas con más poder
en el ámbito de la atracción es el principio
de la reciprocidad. Nos atraen aquellas personas que nos tienen en cuenta y
que, de modo espontáneo, hacen cosas por nosotros. Son personalidades con una
gran apertura emocional, que transmiten confianza y que a su vez, ponen en
práctica esa reciprocidad auténtica donde aceptan recibir pero ante todo
priorizan en ofrecer.
Por otro lado, también se habla del principio
de incertidumbre. Esta ley parte de la física, sin embargo, se aplica
también al campo comportamental porque define algo tan curioso como evidente.
Hablamos de ese influjo casi magnético
que ejercen muchas personas sin que sepamos muy bien la razón. Dominan las
artes de la persuasión, el misterio y una plena confianza en ellos mismos.
Captan nuestra atención porque no sabemos muy bien qué esperar y esa
incertidumbre se transforma en todo un desafío para nuestro cerebro.
Conexiones emocionales en el
campo de la atracción
El poder de la atracción está
íntimamente vinculado al mundo emocional. Envolvente y hasta hipnótica, esa
energía contagiosa parte de tres tipos de conexiones muy concretas. Son las
siguientes:
-
La
confianza y la comodidad.
Cuando una persona nos hace sentir bien, cuando sabe poner en práctica una
adecuada apertura emocional basada en la confianza y la cercanía, logra
cautivar de forma muy positiva.
-
La
Inteligencia Emocional. Esta dimensión no puede faltar en todos y cada uno de
los ámbitos de nuestra vida. El poder de la atracción se nutre directamente de
sus pilares: la empatía, la asertividad, la autoestima o unas buenas
habilidades de comunicación son dimensiones «mágicas» para conectar con quienes
nos rodean.
- Singularidad.
Esta dimensión se integra en el principio de incertidumbre. Lo podríamos
definir como nuestro «sello de marca». Todos tenemos «un algo» en nuestro
interior que nos hace ser únicos y, a su vez, impredecibles para un observador
externo. Encontrar ese matiz de «poder» puede ser nuestra mejor ventaja frente
a los demás.
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Desarrollar la confianza personal enciende tu capacidad de atracción. Podemos
describir la autoconfianza como ese modo auténtico, pleno y respetuoso de
relacionarnos con nosotros mismos. Hacerlo del modo adecuado dará lugar a un
sentimiento positivo hacia nuestra propia persona para conseguir así, ese
impulso vital y esa fuerza con la que «encender» nuestra capacidad de
atracción. Si visualizamos por un momento una tierra yerma, desnuda de flores,
sin árboles, no hay vida, no hay belleza, sólo soledad. Para conseguir una
buena autoestima necesitamos sembrar muchas semillas en este terreno árido. Todas
esas plantas irán floreciendo y con el tiempo harán de ti una persona mucho más
hermosa y atrayente, porque transmitirás templanza, seguridad, encanto…
«La autoestima no es tan vil pecado como la desestimación de uno mismo.» (William Shakespeare)
«La autoestima no es tan vil pecado como la desestimación de uno mismo.» (William Shakespeare)
Sin embargo, lo que de verdad te hace fuerte son las raíces que hay bajo
tierra, esas que te confieren firmeza y que
recuerdan cada día que mereces lo que buscas, y que puedes alcanzar lo
que desees si así te lo propones. Ahí es donde se halla la autoconfianza, eso
que nadie ve pero que vas logrando con el tiempo.
- Aprende a depender de ti mismo, sé tu propio dispensador de autoestima. No necesitas que nadie te diga lo que vales o lo que mereces.
-
Sé tolerante con tus errores y
nunca infravalores tus logros.
-
Atrévete
a salir cada día un poco más de tu zona de confort, haz de tus miedos desafíos cotidianos.
-
Sé
capaz de ver a los demás del mismo modo que te ves a ti mismo: con respeto, con
curiosidad, con afecto…
-
Nunca
quieras ser algo que no eres: la falsedad
no encaja con el poder de la atracción.
-
Por
último y no menos importante, intenta
descubrir día a día qué es aquello que te hace diferente de los demás, aquello que te hace único y especial.
Ahí es donde se halla ese detalle singular que da forma al principio de
incertidumbre que tanto funciona en el poder de la atracción.
Atraccion fatal. Película no recomendada a los infieles. Cuidado donde se come.
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