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En los seres humanos el vínculo de apego tarda unos meses en aparecer, ya que conlleva una compleja mezcla de conductas entre la madre y su hijo y adquiere una gran variedad de formas. El establecimiento del lazo afectivo evoluciona a través de cuatro etapas:
1. Fase de preapego. Abarca desde el nacimiento hasta las seis primeras semanas aproximadamente. Durante este periodo, la conducta del niño consiste en reflejos determinados genéticamente que tienen un gran valor para la supervivencia. A través de la sonrisa, el lloro y la mirada, el bebé atrae la atención de otros seres humanos; y, al mismo tiempo, es capaz de responder a los estímulos que vienen de otras personas. Tratan en muchas ocasiones de provocar el contacto físico con el resto de los seres humanos. En esta fase aparece un reconocimiento sensorial muy rudimentario hacia la madre. Prefieren la voz de ésta a la de cualquier otro adulto a pesar de que todavía no muestran un vínculo de apego propiamente dicho. 2. Fase de formación del apego. Abarca desde las seis semanas hasta los seis meses de edad. En esta fase, el niño orienta su conducta y responde a su madre de una manera más clara de cómo lo había hecho hasta entonces. Sonríe, balbucea y sigue con la mirada a su madre de forma más consistente que al resto de las personas. Sin embargo, todavía no muestran ansiedad cuando se les separa de la madre a pesar de reconocerla perfectamente. No es la privación de la madre lo que les provoca enfado, sino la pérdida de contacto humano como cuando, por ejemplo, se les deja solos en una habitación. 3. Fase de apego propiamente dicha. Este periodo esta comprendido entre los 6-8 meses hasta los 18-24 meses. A estas edades el vínculo afectivo hacia la madre es tan claro y evidente que el niño suele mostrar gran ansiedad y enfado cuando se le separa de ésta. A partir de los ocho meses el bebé puede rechazar el contacto físico incluso con un familiar muy cercano ya que lo único que desea y le calma es estar en los brazos de su madre. La mayor parte de las acciones de los niños (andar a gatas por ejemplo) tienen el objetivo de atraer la atención de la madre y una mayor presencia de ésta. 4. Formación de relaciones reciprocas. Esta fase comprende desde los 18-24 meses en adelante. Una de las características importantes a estas edades es la aparición del lenguaje y la capacidad de representarse mentalmente a la madre, lo que le permite predecir su retorno cuando ésta está ausente. Por tanto, decrece la ansiedad porque el niño empieza a entender que la ausencia de la madre no es definitiva y que en un momento dado, regresará a casa. En esta fase, los niños a los que su madre les explica el por qué de su salida y el tiempo aproximado que estará ausente suelen llorar mucho menos que los niños a los que no se les da ningún tipo de información. A partir de los tres años, el niño despliega una serie de estrategias con las que intenta controlar la interacción con su madre "obligándola" en determinados momentos a pactar las entradas y salidas del hogar. El final de estas cuatro fases supone un vínculo afectivo sólido entre ambas partes que no necesita de un contacto físico ni de una búsqueda permanente por parte del niño, ya que éste siente la seguridad de que su madre responderá en los momentos en los que la necesite. |
¿El apego es bueno o malo?
Hay autores que dicen que el apego es normal y deseable. Otros dirán que
el apego no es deseable y es causa de sufrimiento. Qué gran confusión puede
traer esto al intentar aplicar lo que dicen diferentes autores y filosofías en
nuestras relaciones.
¿Deberíamos ser siempre independientes?
¿Está mal extrañar a alguien o querer una relación? ¿Existe un apego sano o
todo apego es problemático? ¿Qué significa apegarse “sanamente”?
Tres grandes “corrientes” hablan sobre el tema del apego y la
dependencia. Estas a veces parecen contradictorias, pero no los son: Estudios
del apego en Psicología (con el aporte de la Neurociencia), Estudios de la
co-dependencia y Budismo.
Los estudios
del apego en la psicología (con el aporte de la neurociencia):
El apego es una conexión emocional entre un
niño y su cuidador que se da para que el niño pueda sobrevivir y desarrollarse
emocionalmente. Muchos estudios han demostrado que la falta de un apego seguro
es dañino para el desarrollo de cualquier niño. Todos los bebes y niños
necesitan desarrollar vínculos seguros con sus cuidadores.
La ciencia respalda la crianza con apego
Según la teoría de la crianza con apego, los niños que durante la infancia mantienen un fuerte vínculo emocional con sus padres se desarrollan con más autonomía, seguridad e independencia, y además serán capaces de mantener relaciones buenas y sanas con otras personas.
Como todas las teorías y estilos de crianza, la del apego también genera un fuerte debate y son abundantes tanto sus defensores como sus detractores. Como en todas las ocasIones en las que hay seres vivos de por medio, la crianza no es una ciencia exacta, y seguramente no haya métodos “malos” ni “buenos” per sé, sino que cada familia es un mundo y cada madre o padre tomará sus decisiones en función de sus circunstancias.
Investigadores como Hazan y Shaver,
encontraron en 1980, que el apego no se desvanece en la niñez o adolescencia,
sino que sirve como motivador principal en las relaciones adultas. Además
demuestran que el apego en la niñez sirve de “guía interna” en las relaciones
adultas.
Desde esta perspectiva, el apego es una
conexión emocional que todos necesitamos y buscamos. El apego puede ser seguro
o inseguro. El apego inseguro se divide en apego ansioso, apego evasivo o
desorganizado.
Los estudios
de la co-dependencia en la psicología:
La co-dependencia surgió en el ámbito de las
adicciones y ha llegado a desarrollarse ampliamente gracias a autores como
Melody Beattie y Pia Mellody. Es un término que ha llegado a ser universalmente
conocido para describir la dependencia no sana entre dos personas o una persona
adicta a alguna sustancia.
La filosofía
Budista y otras filosofías espirituales (que hablan del desapego):
El Budismo es un camino de práctica y
desarrollo espiritual que nos lleva a darnos cuenta de la verdadera naturaleza
de la realidad. Los budistas practican la meditación como uno de los medios
para desarrollar cualidades como el darse cuenta (awareness), generosidad,
compasión y sabiduría. Su fin último es el fin del sufrimiento.
¿El apego es
bueno o malo?
Desde la filosofía Budista, el apego nos
lleva al sufrimiento. Desde la psicología, el apego es natural y el apego
seguro es deseable. El truco es ver que no es una contradicción, sino que el
lenguaje es engañoso.
La psicología lo llama apego ansioso o
co-dependencia, y la filosofía budista lo llama apego.
Veamos las
definiciones de cada uno:
Apego
ansioso
Debido al temperamento, genética y, con más
peso, al estilo de crianza, las personas
con apego ansioso sienten una desconfianza base ante los demás, perciben que
éstos no van a poder satisfacer sus necesidades emocionales y al mismo tiempo
se aferran a sus relaciones. Tienen mucha ansiedad cuando sus parejas no están
física o emocionalmente disponibles. Muchas veces utilizan el enojo, la
protesta, los celos y el control con el objetivo de buscar proximidad y
afirmación. Se suelen obsesionar y preocupar mucho por sus relaciones hasta el
punto en que pierden contacto con ellos/ellas mismas.
Co-dependencia
Definición
de Melody Beattie: “Una persona codependiente es alguien que cree, que su felicidad deriva de una persona o
personas en particular y eventualmente se vuelve obsesionada en controlar el
comportamiento del otro al que cree que le hace feliz y por lo tanto mantienen
relaciones, por ejemplo, con adictos de drogas o alcohol.” … “Los
codependientes pueden ser asfixiantes, aferrados y necesitados, tanto que nos
llenan de una amabilidad excesiva y tratan de complacernos siempre”.
Apego
La meta de la filosofía budista es terminar
con el sufrimiento. Y el sufrimiento está causado por el deseo (no cualquier
deseo, sino aquel deseo del cual sentimos que depende nuestra felicidad) y el aferrarse o apegarse a éste. Esto
dirigido a cosas, situaciones, experiencias y personas. Cuando el deseo se
vuelve excesivo, se convierte en un anhelo o ansia. El aferrarse o apegarse se
da cuando no podemos renunciar o dejar ir ese deseo. El apego es causa de
sufrimiento.
Aunque no son idénticas, las tres
definiciones se parecen mucho: el apego espiritual, el apego ansioso y la
co-dependencia de la psicología. Las tres hablan de ansiedad y un aferrarse al
otro de una manera que causa sufrimiento.
¿Cuál es la
solución para cada una de las definiciones?
La solución
según la psicología del apego
Apego seguro en vez de apego ansioso: una
persona con apego seguro, ha tenido padres o cuidadores emocionalmente
accesibles, que han respondido a sus necesidades de forma consistente, además
de un temperamento y genética favorables. Por lo tanto, llevan en su interior
un “mapa virtual” de sus figuras de apego el resto de sus vidas. Sienten que el
mundo y las demás personas son fiables, que ellos son dignos de amor y se
sienten cómodos tanto en la independencia como en la dependencia.
Manejan de una manera sana las separaciones
y el duelo, saben cortar con las relaciones que no les sirven y también saben
cómo ser vulnerables y abrirse emocionalmente ante otros sin sentirse
amenazados. Son más resilientes ante las dificultades. No suelen ser controladores,
ni celosos, ni manipuladores con los demás. No lo necesitan.
Cuanto más apego seguro haya, más capacidad
para ser independientes y salir a explorar al mundo, porque hay una sensación
de seguridad interna y externa. Por supuesto, las personas que no hayan tenido
un apego seguro en la niñez pueden formar un apego seguro en la adultez,
trabajando en la conexión con ellos mismos y creando un espacio seguro dentro,
fomentando la auto observación y la compasión consigo mismos, resolviendo
heridas traumáticas del pasado que están sufriendo en el presente, practicando
la regulación emocional, la meditación, el mindfulness, habilidades de apego
seguro como la respuesta emocional, disponibilidad y accesibilidad ante el
otro. También buscando la conexión con otras personas seguras.
La solución
según la psicología de la co-dependencia
De Co-dependiente a Inter-dependiente: las
personas inter-dependientes no consideran la dependencia como mala, sino
natural. Todos dependemos de otros hasta cierto punto, sin embargo, los
inter-dependendientes mantienen siempre su identidad separada de su relación,
no se pierden ellos mismos. Saben cómo poner límites en sus interacciones y se
alejan de lo que no es sano.
Una persona inter-dependiente seguirá invirtiendo
y creciendo en todas sus áreas de vida: social, profesional, personal,
espiritual. A diferencia de la persona co-dependiente, que centrará su vida en
la pareja y entrará en desequilibrio en sus otras áreas.
Dos personas inter-dependientes en una
relación son personas seguras, que se relacionan la una con la otra de una
forma balanceada, sin comprometer sus valores o sacrificarse sin medida.
El camino a la inter-dependencia se da
aprendiendo a amarse y cuidarse a uno mismo, a no negar las necesidades
propias, a tomar responsabilidad de la vida y acciones propias, a descubrir los
propios estados emocionales y saber cómo regularlos, saber cómo establecer
límites y decir no, a aprender a recibir además de dar.
La solución
desde el Budismo y las prácticas espirituales
Desapego en vez de apego: el camino al
desapego espiritual se da mediante la práctica de la compasión hacia uno mismo
y los demás. La práctica de la meditación y aceptación. La práctica de la
auto-observación. La reflexión sobre la naturaleza del ser humano, la creación,
el sentido de la vida.
El budismo no exige que vivamos solos y
apartados, si no que lo contrario, habla siempre del amor puro e incondicional.
De la compasión hacia los demás. No está en contra de los deseos en general, si
no los deseos a los que nos aferramos porque pensamos que éstos nos traerán la
felicidad. La mejor explicación de ello la da Anthony De Mello en su charla:
Redescubriendo la vida.
Una persona sin apego desde la perspectiva
budista, no controlará ni exigirá al otro que sea diferente, no será posesivo,
no basará su bienestar en su relación.
EL DESAPEGO: LA CLAVE DE LA FELICIDAD
Conclusión
La sabiduría
de las prácticas espirituales y psicológicas es muy parecida (aunque haya
algunas discrepancias).
Todo el
tiempo se están intercambiando elementos, por ejemplo, la meditación, el yoga y
el mindfulness están siendo cada vez más incorporadas en las terapias
psicológicas. Los autores mayormente espirituales como Tara Brach, habla también sobre los estudios del apego
en psicología. El psiquiatra Daniel Siegel
ha encontrado que la misma parte del cerebro (la corteza media prefrontal) está
más activada y “fuerte” tanto en meditadores como en individuos apegados de
forma segura.
“No es malo extrañar a nadie, lo importante es que seas consciente de ello y
que no te pierdas a ti mismo, que la ansiedad no nuble tu ser”.
“No es malo el apego, es natural (desde la psicología).
El apego seguro nos va a brindar una vida más plena y paradójicamente alguien
con esta característica es más independiente. El apego seguro se puede
aprender. Todo el mundo necesita de los demás, y también necesita de
estar conectado consigo mismo”.
“Si el apego causa sufrimiento (desde la
espiritualidad), aprendamos a soltar, utilicemos la meditación, cultivemos el
darnos cuenta (awareness) y la compasión”.
¿Qué camino
seguir?
No importa el
camino que escojas, todos llevan a la misma sabiduría de raíz. Puedes usar
elementos de todas las prácticas y corrientes, lo importante es saber en qué
contexto se está utilizando cada término.
Los 7 tipos de apego emocional (y efectos psicológicos)
Cariño, amistad, amor... son conceptos
vinculados al hecho de manifestar una vinculación emocional con otra persona,
la cual es relevante para nosotros y a la cual nos sentimos unidos. Se trata de
un tipo de
relación afectiva de gran importancia para nosotros y que surge
ya desde la infancia con nuestros padres, familiares o cuidadores principales
(posteriormente ello marcará nuestra forma de relacionarnos no sólo con ellos
sino también con el resto de personas).
Pero no todos tenemos los mismos modos de
relacionarnos o vincularnos con los demás, dependiendo ello, de nuestras
vivencias y percepciones respecto a lo que implica el tipo de relación que
mantenemos (predictibilidad, seguridad, expresión física del afecto…) o de
factores como el temperamento. Es por eso que en realidad podemos hablar de varios tipos
de apego.
¿Qué es el apego?
Se entiende como apego el tipo de lazo emocional y afectivo que
surge entre dos individuos y que
genera la voluntad de permanecer en la cercanía o en contacto con el otro, con
preferencia por lo general de la cercanía física. Este concepto es fundamental
en las relaciones cercanas y la capacidad para sentirlo está presente durante
toda la vida.
Es posible sentir apego por todo tipo de
personas y seres, incluyendo mascotas, o incluso por objetos inanimados. No es
algo específicamente humano, pudiendo observarse manifestaciones de apego en
una gran cantidad de animales.
Este fenómeno ha sido estudiado por una gran
cantidad de investigadores. Entre
ellas destaca la figura de John Bowlby, creador
de la teoría del apego.
Este autor analizó el apego en los bebés para con las figuras maternas,
explorando cómo los cuidadores se transforman para los niños en elementos que
les transmiten seguridad, bienestar y afecto.
Su teoría inicialmente veía el apego como
una relación cuya meta era la búsqueda de dichos elementos por parte del bebé,
siendo un mecanismo de origen evolutivo y marcado en nuestros genes (no se
trata de algo consciente) que permite resguardar al menor y hacerlo sobrevivir.
Otra gran figura del estudio del apego fue Mary Ainsworth, quién investigó y realizó
diversos experimentos que de hecho condujeron a la generación de una
clasificación entre diferentes tipos de apego en la infancia.
Para ello llevó a cabo el conocido experimento de la situación extraña, en
la que se analiza
el comportamiento de los niños en presencia y en ausencia de la figura materna
en una serie de situaciones que incluyen dejarlo solo, en presencia de un
extraño y diversas combinaciones en las que se analiza la conducta con respecto
al entorno y la búsqueda de seguridad en la madre cuando ésta está presente.
Los grandes tipos de apego en la infancia
Se han observado cuatro grandes tipos de apego
en la infancia, extraídos de la observación del comportamiento de los bebés en
experimentos como el de Ainsworth. Estos tipos de apego se dividen
principalmente en un único tipo de apego seguro (siendo este el tipo de apego
mayoritario) y tres modalidades de apego inseguro.
1. Apego seguro
El
denominado apego seguro, que se ha desvelado como el tipo de apego más habitual
en la infancia, hace referencia a la existencia de un tipo de vinculación en la
cual la presencia de la figura relevante permite una exploración del entorno
relativamente tranquila, empleándola
como un mecanismo o base segura a la cual volver en momentos de malestar o miedo.
Dicha búsqueda se volverá activa de
manera necesaria.
El apego seguro nunca crea una relación de dependencia de los hijos con los padres El apego es un vínculo afectivo bidireccional, pero asimétrico, que se da entre el niño y sus cuidadores principales, generalmente sus padres. «El apego seguro facilita el contexto adecuado para aprender muchos aspectos de la vida y, entre ellos, la regulación de las emociones». |
La
ausencia o marcha de la figura de apego genera malestar y angustia,
disminuyendo su actividad y manifestando preocupación, y su vuelta es siempre o
casi siempre bien recibida. Esta búsqueda se deriva del conocimiento de que la
figura de apego responderá a las propias necesidades en caso de necesidad.
2. Apego ambivalente
Un tipo de apego diferente del anterior, que
entraría dentro de los tipos de apego inseguro, es el ambivalente o resistente.
Este tipo de apego parte de la existencia de dudas con respecto a si la figura
de apego va a responder verdaderamente a sus necesidades, no estando seguros de
poder contar con su presencia.
Ello puede deberse a un contacto
inconsistente en
que las necesidades del niño a veces son atendidas correctamente y en otras o
no son atendidas o bien no son bien entendidas, no sabiendo el pequeño qué
puede esperar.
Los niños con este tipo de apego suelen
mantenerse cerca de la madre o figura de apego en todo momento, en parte debido
a la inseguridad, y su marcha genera un sufrimiento extremo. Pese a ello, la
vuelta de ésta no implica un acercamiento rápido y feliz sino un cierto rechazo
y rencor ante lo que podrían llegar a considerar un abandono, aunque tienden a
acercarse y buscar el contacto.
3. Apego evitativo o ansioso
En este tipo de apego, también inseguro,
podemos observar como el sujeto tiende a no buscar seguridad y
protección en la figura de apego. Cuando se va no suelen mostrar grandes niveles de sufrimiento o miedo y
su retorno no resulta especialmente celebrado, existiendo cierto nivel de
indiferencia o evitación del contacto con ella.
El motivo de ello puede estar en que la
figura de apego puede haberse considerado lenta o poco sensible a las
necesidades del menor, especialmente en lo que se refiere a afecto y
protección. Pueden sentirse no apoyados o que sus necesidades son rechazadas,
lo que puede conducir a la evitación como manera de defenderse del malestar
asociado a la sensación de abandono.
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Los niños con apego evitativo evitan e ignoran a sus padres permaneciendo ocupados en su juego e ignorando los esfuerzos de éstos para comunicarse con ellos. Las madres de niños evitativos pueden ser intrusivas, dirigiendo la conducta del niño de acuerdo a sus propios criterios sin respetar sus ritmos biológicos, afectivos, sociales y sensoriales. Estos padres dirigen e imponen pero no recompensan, la consecuencia es que el niño no se siente valorado y pierde su iniciativa lo que hace que deje de explorar el entorno y desarrollar sus talentos.
- Estos niños de adultos suelen ser distantes y evitan las relaciones sociales, les resulta difícil confiar en los demás y se ponen nerviosos cuando alguien se acerca demasiado.
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4. Apego desorganizado
Un tipo de apego mucho menos prevalente que
los anteriores, el apego desorganizado correspondería a una mezcla de los dos
anteriores tipos de apego inseguro. Generalmente se suele observar en entornos
en que las figuras de apego son a la vez positivas y negativas, fuente tanto de
satisfacción como de daño. Es
más habitual en situaciones de maltrato y violencia intrafamiliar.
El apego tipo D (desorganizado) se ha relacionado, en su origen, con ambientes patológicos y diferentes formas de maltrato infantil, físico o emocional dentro del sistema familiar. En este sentido, las víctimas de actos violentos y maltrato físico pueden tener dificultades para relacionarse con otras personas, simplemente por desconocimiento o falta de un modelo relacional de referencia. |
Las conductas mostradas son inconsistentes:
por un lado la ausencia de la figura de apego resulta intranquilizadora, pero a
su vez puede relajarse debido a ello. Asimismo su regreso puede ser recibido
con miedo o con alegría pero sin buscar la cercanía. Pueden buscar una
evitación activa del contacto, o ir manifestando patrones extraños o cambiantes
dependiendo de la situación.
Cinco
consecuencias más importantes del apego
desorganizado:
1. La
distorsión de la imagen de sí mismo y baja autoestima
Un niño con apego desorganizado puede
generar una mala imagen de sí mismo. Puede incluso creer que él es la causa del
descontrol de sus padres, lo que le llevará a auto-representarse como una
persona mala, inadecuada o peligrosa. En consecuencia, el mundo en general les
resulta un lugar inseguro y caótico, donde existen normas y reglas que se
escapan a su comprensión: no son capaces de actuar con «acierto».
Los niños maltratados suelen tener
sentimientos de inferioridad, manifestados en comportamientos de timidez y
miedo. A su vez, pueden presentarse comportamientos de hiperactividad, tratando
de llamar la atención de quienes le rodean en un intento desesperado de obtener
los refuerzos que no encuentran por los caminos naturales.
2. Mayor
tasa de problemas de conducta
Los tipos de apego inseguro, y especialmente
el desorganizado, se encuentran asociados a mayores tasas de conducta
antisocial y problemas de conducta. No es raro que reproduzcan el patrón de
relación que ven en casa con sus compañeros y cuidadores. Sienten confusión y
aprensión respecto a la proximidad con los padres, ya que no tienen claro cómo
ni cuándo van a responder a sus necesidades. Además, desconfían de los
contactos físicos, particularmente de los adultos.
La razón principal por la que el
comportamiento de estos niños se desorganiza, se debe a que no pueden encontrar
solución a sus problemas, ni alejándose ni acercándose a sus cuidadores
primarios. De hecho, se denomina «apego desorganizado» ya que no logran
establecer un patrón general de sus respuestas afectivas: tanto en las
manifiestas como en las internas.
3. Desarrollo
de trastornos de angustia y depresión
La tristeza, la indiferencia o el enfado son
las emociones más comunes en el rostro de estos pequeños. A esta conjugación
emocional, además hay que sumarle la falta de motivación, pudiendo llevarles a
un estado de ánimo deprimido o a comportamientos autodestructivos en los casos
más graves. Otros síntomas, como el miedo, la ansiedad o el estrés
postraumático, son la consecuencia natural de vivir en un contexto que les
importa, pero que no controlan.
Por otro lado, estos menores parecen tener
menos capacidad para afrontar el estrés asociado a separación de sus cuidadores
primarios. El motivo de esta «incapacidad» está relacionado con la carencia de
estrategias consistentes que les permitan regular las emociones negativas.
4. Problemas
de atención y concentración
Gracias a numerosos estudios, se sabe que
los niños con TDAH presentan un importante déficit en habilidades de
autoregulación (control de impulsos, capacidad de calmarse, regulación de los
afectos, perseverancia, inhibición, etc.). Lo cierto, y sin salirnos del tema
que nos ocupa, es que la relación temprana entre el niño y sus cuidadores
primarios condiciona la base para adquirir dichas competencias. Por tanto, los
niños con apego tipo D son más vulnerables a presentar problemas en la
adquisición de estas habilidades.
Cuando se habla de la pérdida de familiares
o de abuso con este tipo de personas, se observan grandes lapsos en su
razonamiento o su discurso. Las experiencias que resultan muy traumáticas
tienen el potencial de generar una desconexión a nivel cerebral; es decir, es
como si los dos hemisferios cerebrales se separasen. Por una parte, el hemisferio
izquierdo (el más cognitivo) y por otra el hemisferio derecho (el más
emocional).
5. Muestran
mayor alteración del sistema nervioso
En ocasiones, estos niños no interactúan con
sus iguales ni con sus cuidadores. Al no contar con las habilidades y los refuerzos
necesarios, no saben cómo responder a los demás ante ciertas situaciones. De
hecho, se ha observado que realizan movimientos inacabados o desorientados sin
una clara dirección o intención. Muestran inmovilización, golpeteo con las
manos o la cabeza y el deseo de escapar de la situación, aun en presencia de
sus cuidadores.
Su conducta puede oscilar en un rango muy
amplio, desde la pasividad hasta el nerviosismo. Concretamente, cuando un
adulto se acerca a otros niños, especialmente si estos lloran, reaccionan con
una gran alteración. Al no ser capaces de predecir la conducta de su cuidador,
lo lógico es que intenten captar todos los indicadores disponibles, adoptando
una posición de hipervigilancia.
Los estilos de apego en la adultez
Los anteriores tipos de apego están
principalmente centrados en los que surgen a lo largo de la primera infancia, en interacción con la madre. Pero estos tipos de apego no se quedan
igual, sino que a medida que el niño va creciendo y volviéndose un adulto el
tipo de apego va generando un estilo de pensamiento y de relación interpersonal
más o menos habitual.
En este sentido, podemos encontrar hasta
tres grandes tipos de apego en adultos, según la investigación llevada a cabo
por Hazan y Shaver en que hacían que personas adultas definieran el tipo de
sentimientos que tenían en sus relaciones personales.
1. Apego seguro adulto
Alrededor de la mitad de la población tiene
este tipo de apego, en el que por lo general no existe una preocupación frecuente por el
abandono del entorno o por el excesivo compromiso.
En la interacción con los demás prevalece la
comodidad, la tranquilidad y la confianza, siendo capaz de tener interacciones
equivalentes con sus iguales y con otras figuras de apego. Se consideran
merecedores de afecto y tienden a la calidez y estabilidad. La autoestima es
buena, tienen independencia y buscan relaciones positivas.
2. Apego evitativo adulto
Una persona con apego evitativo va a tender
de adulto a tener dificultades a la hora de confiar en los demás y a sentirse
incómodo en relaciones íntimas. Generalmente los contactos suelen ser más
superficiales, pudiendo existir incomodidad y dificultades a la hora de
expresar aspectos profundos a los demás. Suelen
ser menos sociables, aunque ello no implica que no puedan
disfrutar de las relaciones. Pueden ser autorrepresivos, huidizos y aparentar
frialdad.
3. Apego ambivalente adulto
El apego ambivalente se muestra en la
adultez como una manera de relacionarse en la que se puede pensar que se es
menos valorado de lo merecido. Las propias identidad y autoconcepto pueden
estar dañadas, existiendo inseguridad con respecto a querer/no querer o ser/no
ser querido. Se
desea una relación íntima y profunda, pero ello puede generar a su vez una
cierta reticencia y miedo. No es infrecuente que este apego genere
situaciones de dependencia o codependencia, así como miedo al abandono.
Soltar, Dejar Ir - Reflexión de Jorge Bucay
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