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En más de una ocasión he expresado en este blog mi laicismo y agnosticismo en todo lo referido a la religión. Respeto todas las ideologías y todas las religiones a pesar de las monstruosidades cometidas en el pasado remoto y no tan remoto por parte de la jerarquía de la iglesia católica “en el nombre de dios-padre”.
Es
evidente que algunas facciones del islam, encabezadas por el DAESH,
van aún más allá al condenar a muerte a toda la comunidad no islamista,
señalándola como blanco indiscriminado de acciones terroristas en cualquier
punto del globo terráqueo.
En diciembre de 2017 el periódico La Vanguardia se hizo eco de una publicación realizada por el historiador británico John Julius Norwich en la que expone una exhaustiva investigación sobre el Papado y la Iglesia Católica:
“Historia crítica de la Iglesia contada por un ateo”
Norwich, a sus 88 años es una de las grandes
eminencias intelectuales británicas. Es el autor de Los Papas, una historia exhaustiva de la institución a lo largo de
dos mil años desde sus orígenes hasta Benedicto XVI, pasando por las glorias de
Bizancio y la decadencia de Roma, los Borgias, el Renacimiento, los pontífices
de Avignon, la papisa Juana, la Contrareforma, el papel de Pío XII en la
segunda guerra mundial, la modernidad de Juan XXIII, la misteriosa muerte de
Juan Pablo I y el fenómeno del cardenal Wojtyla.

Caracterizado en muchas biografías y reseñas
como un “protestante agnóstico”. No hay que pincharle mucho para que ponga los puntos sobre las íes y
deje bien claro que es ateo: “He
de admitir que no creo en Dios y que estoy perfectamente tranquilo con la idea
de morirme y no ir a ninguna parte. En realidad es un alivio que no haya vida
eterna. ¡Vaya rollazo insufrible, una existencia sin libros, sin cenas con
amigos, sin debates literarios, sin amoríos, sin verdades y mentiras! Por
suerte la Iglesia ha dejado de amenazarnos con el infierno, aún peor que el
cielo...”.
Después de una exhaustiva investigación y un
libro de casi seiscientas páginas, su opinión sobre la Iglesia católica no es
precisamente muy favorable. “En
conjunto he de decir que a lo largo de la historia ha hecho mucho más mal que
bien. Como crédito hay que reconocerle la maravillosa arquitectura que ha
inspirado, el fomento de la cultura en determinadas épocas, su durabilidad, la
fascinación que inspira y el hecho de que tenga miles de millones de
seguidores. Pero los débitos son infinitamente superiores: las cruzadas, la
Inquisición, la gente que torturaba y mandaba a la hoguera, su papel en el exterminio
de poblaciones indígenas, la manera en que miró hacia otro lado con el
genocidio judío, los casos de pederastia, el escándalo de la Banca Ambrosiana,
la resistencia a aceptar la homosexualidad, la condena al uso de condones para
prevenir enfermedades, la ordenación de mujeres... Su mayor pecado es el de la
intolerancia. Ahora tenemos un problema con el Islam, pero los que alimentan el
terrorismo dentro de la religión musulmana constituyen una pequeña minoría. En
cambio el catolicismo ha utilizado durante siglos y siglos la violencia de
manera institucional, como un instrumento del poder terreno”.
El libro, que la editorial Reino de Redonda
acaba de publicar en Catalunya y España, apareció en el Reino Unido en el 2011,
y es por ello que no contiene referencia alguna al papa Francisco. Pero Norwich
tiene clara su opinión, y la expresa sin ambigüedades: “Ustedes tienen ahora un debate sobre si Carles Puigdemont es o no el
legítimo presidente de la Generalitat, o de la República Catalana, yo tengo
bien claro que Francisco no es el papa legítimo. En realidad es como si la
Iglesia tuviera ahora dos papas, porque Benedicto no debería haber abdicado. Un
papa no dimite, como un político. Lo es hasta que se muere, y si está mental o
físicamente incapacitado, pues se pone una especie de regente, como ha ocurrido
a veces a lo largo de la historia”.
Eso no es por supuesto culpa del papa
Francisco, pero la antipatía de Norwich va más allá. “Me irrita esto de que quiera ser
como una persona normal y corriente, y no viva en el Palacio del Vaticano sino
en una especie de pensión gestionada por monjas. Resulta impropio de su cargo,
es como si la reina Isabel dejara el castillo de Windsor y se instalara en un
bed and breakfast cerca de la estación de Victoria. A nadie se le pasa por la
cabeza que vaya a dejar paso a Carlos hasta que se muera, y es como debe ser.
Si el papa alemán estaba cansado, o tenía Alzheimer, o encontraba su trabajo
una carga imposible, que hubiera traspasado la carga, pero sin renunciar”.
Es imposible resistir la tentación de
preguntar a Norwich quiénes son los papas que más le gustan, y los que menos
(aparte de Francisco). En la primera categoría sitúa sin titubear a Benedicto
V, que acabó con el llamado “siglo oscuro”, y a Juan Pablo I, “demasiado
valiente y revolucionario, no me cabe ninguna duda de que fue asesinado por el
establishment del Vaticano porque sabía demasiado sobre el escándalo de la
Banca Ambrosiana e iba a hacerlo público cayera quien cayera (entre ellos
poderosos cardenales) para limpiar la institución”.
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Muy recientemente he leído unas
declaraciones de un cardenal importante del Vaticano que han provocado un
aluvión de críticas, por supuesto justificadas. Manifestaciones como éstas,
reaccionarias y vomitivas donde las haya, sin duda no van a contribuir a
mejorar la imagen del conjunto de la jerarquía de la iglesia católica ante la opinión
pública, por mucho que el Papa Francisco critique valientemente a muchos de sus
colaboradores implicados en casos de pederastia y otras prácticas criminales y
pretenda dar una imagen de renovación y aperturismo a la sociedad actual y a
los “tiempos modernos”, en una operación que muchos califican de campaña de maquillaje. Se podría resumir
con la frase que aparece en la novela el Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, publicada postumamente en 1958 y
llevada al cine en 1963 por Luchino Visconti: “CAMBIARLO TODO PARA QUE NADA
CAMBIE”.
'Violar a una niña es menos grave que un aborto', afirma el Cardenal G.Battista
El cardenal italiano Giovanni Battista hizo referencia al caso de la menor abusada en Brasil por su padrastro y señaló que violar a una niña es menos grave que realizar un aborto.
El cardenal italiano de nombre Giovanni
Battista señaló que violar a una niña es menos grave que
realizar un aborto. Esta declaración la hizo en referencia al caso de una menor
de nueve años que fue abusada
sexualmente por su padrastro
en Brasil y que debido a la violación quedó embarazada.
Es
triste, pero el verdadero problema es que los futuros gemelos eran inocentes,
tenían derecho a vivir”, dijo Battista.
En
su momento, la expareja del delincuente
demandó al hombre e hizo lo posible para que la pequeña pudiera
realizarse un aborto.
Al
darse a conocer la noticia, la comunidad católica en aquel país decidió excomulgar a la mamá.
Además, el mismo cardenal explicó que la excomunión también se aplicó a todo el
equipo médico que ayudó en la intervención.
Sin
embargo, en ese mismo momento recalcó que el acusado podrá seguir comulgando
porque “la violación es menos grave que
el aborto”.
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Afortunadamente hay otros ejemplos que dignifican la labor de la Iglesia en el mundo y que hay que elogiar, aunque sólo sea por su labor humanitaria.
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La Madre Teresa fundó Misioneras de la Caridad en Calcuta en 1950, y la obra instaló cientos de hogares para atender a los que ella llamaba "los más pobres de los pobres". Fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979 y el papa Francisco la canonizó en septiembre de 2016, dos décadas después de su muerte. |
Expongo aquí un ramillete de frases de la madre Teresa de Calcuta:
"A aquellos
quienes piensan que yo les doy el pescado a los pobres y no les enseño a
pescar, le diría, que cuando recogemos a nuestros necesitados, carecientes y
enfermos, no pueden siquiera mantenerse de pie".
"A partir del ruido, tratan de llenarse de estímulos. De allí, la droga, el alcohol, las salidas a lugares nocturnos de aturdimiento o la televisión encendida todo el día, aunque no haya nada interesante que ver".
"Al ayudar al otro, alejan de su propia vida
la soledad".
"Al viajar por distintos lugares encuentro la
pobreza del mundo occidental mucho más difícil de combatir, mucho más intensa y
dolorosa que la miseria del hambriento de comida o el que padece de dolor
físico. Cuando recojo a una persona de las calles, le doy un plato de comida o
un pedazo de pan, y ambos sabemos que ese hambre, por un instante, será
satisfecho, pero una persona que es echada del seno de su hogar, segregada,
discriminada por su color de piel, se siente segregada y no querida, tiene
temor a la vejación, al abuso social y sexual y a su propia soledad. Todo eso
me parece una clase de pobreza mucho más dolorosa y más difícil de erradicar.
Nuestras hermanas están trabajando contra esa clase de miseria y de dolor".
"Aquí viven y ayudan hasta que el chiquito
nace y si no podemos persuadirlas de que se queden con su hijo, entonces nos
ocupamos de él. Nunca rechazamos un niño, todos son preciados. Rezo para
mantener destreza en mis manos, visión clara en mi mente y generosidad y humildad
en mi corazón".
"Calcuta es dura y es al mismo tiempo un
regalo para brinda lo mejor de la naturaleza humana al enfrentarse con lo peor".
"Como la verdad, para ser dicha, como la
vida, para ser vivida, como la luz para ser iluminada, como el amor, para ser
amado, como el camino, para ser andado, como la alegría, para ser dada, como la
paz, para ser extendida, como el sacrificio, para ser ofrecido, en nuestras
familias y en nuestros barrios".
"Cuando digo “el menor de mis hermanos” hablo
no solo de los que sufren pobreza física, sino de quienes sufren soledad. Hablo
de los necesitados no solo de comida, sino de aquellos que buscan justicia y
amor. Los que piden huir de su ignorancia y recibir conocimientos. Aquellos que
quieren llegar a la verdad. Los que más que ropa, buscan dignidad. Los que
piden caricias en el cuerpo y el espíritu. Los que son víctimas del abuso y de
la discriminación. Los que son abandonados e indigentes. Los que han perdido la
esperanza, que es lo último que deberían perder. Lo que caen en adicciones. Los
que están presos por robar para alimentar a sus hijos".
"Predicamos sin sermones, no mediante
palabras, sino con nuestro ejemplo. El
corazón no tiene límites para amar. No hay barreras físicas para llegar con el
espíritu a donde uno desea".
"El silencio es reflexión. En la vida actual
hay demasiado ruido, y eso hizo que la gente llegue a temerle al silencio.
Saben que, si se callan, van a escuchar de verdad y eso a veces suele ser muy
doloroso".
"En oriente hay más respeto por la dignidad
humana. Hay más respeto por los tiempos del ser humano. Hay más contemplación y
más acercamiento. Es una dicha vivir aquí. Ésa es la belleza del trabajo, aquí
y en cualquier lado".
"El día más bello: Hoy. El error mayor:
Abandonarse. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
El mejor remedio: El optimismo. El misterio más grande: La muerte. El obstáculo
más grande: El miedo. El peor defecto: El mal humor. El regalo más bello: El
perdón. El resguardo más eficaz: La sonrisa. El sentimiento más ruin: El
rencor. La cosa más fácil: Equivocarse. La distracción más bella: El trabajo.
La mayor
satisfacción: El deber cumplido".
Madre Teresa de Calcuta
(Agnes Gonxha Bojaxhiu; Skopje, actual Macedonia, 1910 - Calcuta, 1997) Religiosa albanesa nacionalizada india, premio Nobel de la Paz en 1979. Cuando en 1997 falleció la Madre Teresa de Calcuta, la congregación de las Misioneras de la Caridad contaba ya con más de quinientos centros en un centenar de países. Pero quizá la orden que fundó, cuyo objetivo es ayudar a "los más pobres de los pobres", es la parte menor de su legado; la mayor fue erigirse en un ejemplo inspirador reciente, en la prueba palpable y viva de cómo la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también tienen sentido en tiempos modernos.![]() |
La Madre Teresa de Calcuta.
Nacida en el seno de una familia católica albanesa, la
profunda religiosidad de su madre despertó en Agnes la vocación
de misionera a los doce años. |
Apenas hechos los votos pasó a Calcuta, la ciudad con la que habría
de identificar su vida y su vocación de entrega a los
más necesitados. Durante casi veinte años ejerció como maestra
en la St. Mary's High School de Calcuta. Sin embargo, la profunda
impresión que le causó la miseria que observaba en las calles de
la ciudad la movió a solicitar a Pío XII
la licencia
para abandonar la orden y entregarse por completo a la causa de
los menesterosos. Enérgica y decidida en sus propósitos, Santa Teresa de
Calcuta pronunció por entonces el que sería el principio
fundamental de su mensaje y de su acción: "Quiero llevar el
amor de Dios a los pobres más pobres; quiero demostrarles que
Dios ama el mundo y que les ama a ellos".
En 1947, como culminación de aquella dilatada lucha liderada por Gandhi, la India alcanzó la independencia. Un año después, Teresa de Calcuta obtuvo la autorización de Roma para dedicarse al apostolado en favor de los pobres. Mientras estudiaba enfermería con las Hermanas Misioneras Médicas de Patna, Teresa de Calcuta abrió su primer centro de acogida de niños. En 1950, año en que adoptó también la nacionalidad india, fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno reconocimiento encontraría numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo hiciera efectivo en 1965.
Al tiempo que su congregación, cuyas integrantes debían sumar
a los votos tradicionales el de dedicarse totalmente a los necesitados,
abría centros en diversas ciudades del mundo, ella atendía a
miles de desheredados y moribundos sin importarle si profesaban el cristianismo
u otra religión: "Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que
profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio
de ayuda no son las creencias, sino la necesidad. Jamás
permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y más
feliz,
pues hay en el mundo otra pobreza peor que la material: el
desprecio que los marginados reciben de la sociedad, que es la más
insoportable
de las pobrezas."
En concordancia con esta palabras, Santa Teresa de Calcuta convirtió en el premio de una rifa un coche descapotable que le dio el papa Pablo VI durante su visita a la India en 1964 (regalo a su vez de la comunidad católica) y destinó los fondos recaudados a la creación de una leprosería en Bengala; posteriormente convencería al papa Juan Pablo II de abrir un albergue para indigentes en el mismo Vaticano.
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta supo acreditar con su labor en favor de "los pobres más pobres" llevó a la Santa Sede a designarla representante ante la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con ocasión del Año Internacional de la Mujer, donde formuló su ideario basado en la acción por encima de las organizaciones. Cuatro años más tarde, santificada no sólo por aquellos a quienes ayudaba sino también por gobiernos, instituciones internacionales y poderosos personajes, recibió el premio Nobel de la Paz.
En 1986 recibió la visita de Juan Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo. En el curso de los años siguientes, aunque mantuvo su mismo dinamismo en la lucha para paliar el dolor ajeno, su salud comenzó a declinar y su corazón a debilitarse. En 1989 fue intervenida quirúrgicamente para implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser objeto de otras intervenciones, contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad que se complicó con sus dolencias cardíacas y pulmonares.
Finalmente, tras superar varias crisis, cedió su puesto de superiora a sor Nirmala, una hindú convertida al cristianismo. Pocos días después de celebrar sus 87 años ingresó en la unidad de cuidados intensivos del asilo de Woodlands, en Calcuta, donde falleció. Miles de personas de todo el mundo se congregaron en la India para despedir a la Santa de las Cloacas. Seis años después de su muerte, en octubre de 2003, y coincidiendo con la celebración del 25º aniversario del pontificado de Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada en una multitudinaria misa a la que acudieron fieles de todas partes del mundo. A finales de 2015, el Vaticano aprobó su canonización; el 4 de septiembre de 2016, ante más de cien mil fieles congregados en la plaza de San Pedro, el papa Francisco ofició la ceremonia que elevaba a los altares a Santa Teresa de Calcuta, cuya festividad (5 de septiembre), incorporada al santoral católico, se celebró por primera vez al día siguiente.
En 1947, como culminación de aquella dilatada lucha liderada por Gandhi, la India alcanzó la independencia. Un año después, Teresa de Calcuta obtuvo la autorización de Roma para dedicarse al apostolado en favor de los pobres. Mientras estudiaba enfermería con las Hermanas Misioneras Médicas de Patna, Teresa de Calcuta abrió su primer centro de acogida de niños. En 1950, año en que adoptó también la nacionalidad india, fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno reconocimiento encontraría numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo hiciera efectivo en 1965.
En concordancia con esta palabras, Santa Teresa de Calcuta convirtió en el premio de una rifa un coche descapotable que le dio el papa Pablo VI durante su visita a la India en 1964 (regalo a su vez de la comunidad católica) y destinó los fondos recaudados a la creación de una leprosería en Bengala; posteriormente convencería al papa Juan Pablo II de abrir un albergue para indigentes en el mismo Vaticano.
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa de Calcuta supo acreditar con su labor en favor de "los pobres más pobres" llevó a la Santa Sede a designarla representante ante la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con ocasión del Año Internacional de la Mujer, donde formuló su ideario basado en la acción por encima de las organizaciones. Cuatro años más tarde, santificada no sólo por aquellos a quienes ayudaba sino también por gobiernos, instituciones internacionales y poderosos personajes, recibió el premio Nobel de la Paz.
Consciente del respeto que inspiraba, el papa Juan Pablo II
la designó en 1982 para mediar en el conflicto del Líbano, si bien
su intervención se vio dificultada por la complejidad de los
intereses políticos y geoestratégicos del área. Desde
posiciones que algunos sectores de opinión consideraron
excesivamente conservadoras, participó vivamente en el debate sobre las
cuestiones
más cruciales de su tiempo, a las que no fue nunca ajena. Así,
en mayo de 1983, durante el Primer Encuentro Internacional de Defensa
de la Vida, defendió con vehemencia la doctrina de la Iglesia,
conceptiva, antiabortista y contraria al divorcio.
En 1986 recibió la visita de Juan Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo. En el curso de los años siguientes, aunque mantuvo su mismo dinamismo en la lucha para paliar el dolor ajeno, su salud comenzó a declinar y su corazón a debilitarse. En 1989 fue intervenida quirúrgicamente para implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser objeto de otras intervenciones, contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad que se complicó con sus dolencias cardíacas y pulmonares.
Finalmente, tras superar varias crisis, cedió su puesto de superiora a sor Nirmala, una hindú convertida al cristianismo. Pocos días después de celebrar sus 87 años ingresó en la unidad de cuidados intensivos del asilo de Woodlands, en Calcuta, donde falleció. Miles de personas de todo el mundo se congregaron en la India para despedir a la Santa de las Cloacas. Seis años después de su muerte, en octubre de 2003, y coincidiendo con la celebración del 25º aniversario del pontificado de Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada en una multitudinaria misa a la que acudieron fieles de todas partes del mundo. A finales de 2015, el Vaticano aprobó su canonización; el 4 de septiembre de 2016, ante más de cien mil fieles congregados en la plaza de San Pedro, el papa Francisco ofició la ceremonia que elevaba a los altares a Santa Teresa de Calcuta, cuya festividad (5 de septiembre), incorporada al santoral católico, se celebró por primera vez al día siguiente.
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