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Esta entrada no es sino la recopilación estival de las
dos partes de “La colada” escritas por un servidor con una diferencia de casi seis años y que me permite certificar que no nos podemos dormir en los laureles. La lavadora
debe funcionar a ritmo cada día para que la ropa, especialmente las prendas
delicadas, mantengan su brillo y su prestancia.
Éstas, probablemente, estén siendo las
navidades más raras de mi vida. Parecen la confirmación de que el centrifugado
no ha acabado todavía, aunque el aclarado sí que por fin ha terminado.
Satisfactoriamente, además.
La metáfora de la lavadora me
viene más que bien; he tenido que hacer mucha limpieza en los últimos meses,
seleccionar bien qué merecía la pena que entrara en la colada y qué harapos
había que jubilar definitivamente, tratar las manchas difíciles con especial
cuidado y mimar lo más delicado para que pueda servirme mucho más tiempo. Y me
viene bien, además, porque me recuerda a mi madre, que me enseñó muchas cosas
útiles en la vida, y una de ellas, curiosamente, fue cuidar la ropa. Quizás
porque tenía que durarme, que no estaban las cosas como para tirar alegremente,
pero también porque era su forma de ser.
Mi madre era práctica,
cuidadosa, cariñosa a su manera (es decir, nunca empalagosa), honesta con los
demás y consigo misma y pulcra. A veces me sorprendo diciendo, cuando tengo
algo patas arriba, “menos mal que mamá no puede ver este caos”, pero en los
últimos años a Ela no le importaba mucho lo externo. Con el
tiempo he descubierto que nunca le preocupó demasiado: que lo externo fuera
armónico para ella era reflejo de su interior, y lo mejor es que aunque no
supiera muy bien cómo articular todo esto lo demostraba con su vida, que en el
fondo es lo que importa.
Mi madre murió hace algo más de un año. Me habría encantado
celebrar estas navidades con ella, que comprobara que, a pesar de las
vueltas que he dado en los últimos tiempos (recurro de nuevo a mi
lavadora), estoy bien; que “Estoy en pie, no me han tumbado”;
que cuando le dije a los pies de su cama (sin poder soltar mi mano de la suya,
que me apretaba con una fuerza increíble para alguien en su estado) “puedes
irte, mamá, descansa, estoy bien, no sufras más, descansa, mi querida
niña-madre” no sabía lo que decía; porque la necesitaba, aunque ya no fuera
ella, más que nunca, más que siempre… Y que ahora creo que ya no la necesito
como entonces porque, por fin, he aprendido algo de lo que siempre me quiso
enseñar.
Decía al principio que
están siendo las navidades más raras de mi vida. Al final las circunstancias
han propiciado que las esté viviendo por primera vez sin Heike (gracias
por todo lo bueno que hemos compartido, ya no me acuerdo de que quizás no hayas
cuidado suficientemente las "pelotas de golf"). Las he
pasado con mi familia, con aquellos con los que no siempre las he pasado, pero
a lo largo de estos últimos años, y no siempre por circunstancias del todo
felices, he tenido más contacto durante mucho tiempo con mi otra familia, y me
alegro profundamente de ello. Aunque sea de otra manera sigo queriendo a
quienes siempre he querido y me han querido, pero además este año me ha
regalado a gente nueva a quien querer y que me quiere, y estar aquí me va a
permitir empezar el año de forma muy especial, de una manera que ya ni esperaba
ni creía merecer.
Y, sobre todo, ayer descubrí que cuando le dije a mi madre “no
sufras más, estoy bien, puedes irte, sé que me quieres, y yo te quiero”
estaba apelando a un coraje que mi madre sabía que yo tenía, pero del que yo,
hasta hace bien poco, no he sido consciente.
Gracias familia, gracias amigos, y sobre todo,
gracias Arantxa: incluso en los momentos más duros o más difíciles
os lo agradezco, y sólo puedo desearos todo lo mejor. Estáis siendo
fundamentales, habéis aportado a la colada lejía y suavizante, y el apresto
imprescindible que está dejando la ropa como nueva.
Gracias por ayudarme a terminar la colada. Ojalá a
partir de ahora, el centrifugado acabe y pueda tender(me) al sol.
CLASE DE
FILOSOFÍA: LAS PELOTAS DE GOLF
Un profesor en su clase de Filosofía, sin
decir palabra, tomó un frasco de cristal grande y vacío y procedió a llenarlo
con pelotas de golf. Luego preguntó a sus estudiantes si el frasco estaba lleno. Los
estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí.
Así que el profesor tomo una caja llena de
canicas y la vació dentro del frasco. Las canicas llenaron los espacios Vacíos
entre las pelotas de golf. El profesor
volvió a preguntar a los estudiantes si el frasco estaba lleno, ellos volvieron
a decir que sí.
Luego...el profesor tomo una caja con arena
y la vació dentro del frasco. Por supuesto, la arena llenó todos los espacios
vacíos, así que el profesor preguntó nuevamente si el frasco estaba lleno. En
esta ocasión los estudiantes respondieron con un “sí” unánime.
El profesor enseguida agregó 2 tazas de café
al contenido del frasco y efectivamente llenó todos los espacios vacíos entre
la arena. Los estudiantes reían en esta ocasión. Cuando la risa se apagaba, el
profesor dijo:
“QUIERO QUE OS
DEIS CUENTA QUE ESTE FRASCO REPRESENTA LA VIDA”. Las pelotas de
golf son las cosas importantes, como la familia, los hijos, la salud,
los amigos, todo lo que te apasiona. Son cosas, que aún si perdiéramos
todo lo demás y solo éstas quedaran, nuestras vidas aún estarían
llenas.
Las canicas son las otras cosas que
importan, como el trabajo, la casa, etc. La arena representa
lo superfluo, como el vestido verde, el móvil nuevo, la pulserita de perlas… Así pues, el orden en que llenamos el frasco
equivale a la importancia que le damos a las cosas:
“Si ponemos primero la arena, algunas pelotas de golf y canicas ya no cabrán en el frasco”. “Si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas superfluas, nunca tendremos lugar para las cosas realmente importantes”. ”Difícilmente podremos disfrutar de lo superfluo si no hemos sabido tener primero lo importante”. Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Juega con tus hijos, ve con tu pareja a cenar, practica tu deporte o afición favorita…
Uno de los estudiantes levantó la mano y
preguntó qué representaba el café. El profesor sonrió y dijo: “Muy buena pregunta… No importa cuán ocupada
pueda parecer tu vida, siempre hay lugar para un par de tazas de café con un
amigo”.
LA VIEJA SIRENA (LA COLADA II)
Ayer hablaba con una amiga de un tema delicado,
especialmente para ella. Después de pasar por una serie de vicisitudes muy
negativas, teniendo en cuenta su juventud, hace un año puso en
marcha su propia lavadora y ahora está bastante bien y a buen seguro, a juzgar
por su espléndido aspecto, toma sus buenos baños de sol, tiene una piel
cuidadosamente bronceada y sobretodo, tiene las ideas muy claras. Me comentaba
que apenas tiene tiempo para ella, que tiene distintas ocupaciones laborales y
mantiene que a su edad, y después de lo sufrido, prefiere estar trabajando
y no hacerse planteamientos trascendentales, “ya tendrá tiempo más adelante de
replantearme las cosas y priorizar en aquellos aspectos que me resulten
verdaderamente gratificantes y motivadores”, me decía.
Estas reflexiones de una chica tan joven, bella por
dentro y por fuera y tan segura de sí misma, me han hecho reflexionar a
mí. Un servidor también lleva un ritmo de actividades bastante acelerado, tanto
a nivel profesional y laboral (tengo la suerte de trabajar en una ocupación que
me apasiona), como en mi tiempo de ocio. Desde que me decidí a escribir hace
seis años, esta tarea me ocupa cada vez más tiempo y es muy gratificante que
empiece a tener cierto reconocimiento, tanto en este blog como en los dos
libros que espero publicar en los meses venideros, el primero está ya en
imprenta.
Además, tengo la suerte de contar con una legión de amigos a
los que quiero y que me quieren y, a veces, he de reconocer, no sin fastidio,
que no dispongo del tiempo que me gustaría compartir con ellos.
Luego está mi ocupación de padre que, aunque la haya
puesto en último lugar, es para mí la más importante y supone, con diferencia,
el primer lugar en mi escala de valores y, por qué no decirlo, el tiempo
invertido en ella, no es ni mucho menos una obligación sino una delicia
enormemente enriquecedora y divertida, que me lo paso "pipa" vamos, y
eso que de momento el tiempo del que dispongo para ejercer esta función es muy
limitado, por "exigencias del guión". Espero que esta situación
cambie pronto, y que la lavadora siga funcionando correctamente, como ocurrió a
partir de mi entrada "LA COLADA", publicada en la Nochevieja de 2013.
Tristemente desde Agosto de 2018, volvieron a aparecer algunas deficiencias en
el funcionamiento de la referida lavadora y he tenido que incorporar nuevos
aditivos, proporcionados por muchas personas que me rodean, que me demuestran
en el día a día que se puede contar con ellos incondicionalmente. Hablo de
familiares, amigos y especialmente de Manuel, la prenda más preciada y preciosa
de mi colada, un hombrecito de diez años que pone de manifiesto continuamente,
a su tempranísima edad, su alegría, sus valores y sus potencialidades, a pesar
de estar sometido a una dura presión por parte de un agente corrosivo que ha
hecho aparecer rozaduras y manchas en el conjunto de la ropa.
Afortunadamente, ELA me
proporciona, desde su horizonte particular de vieja sirena, un suavizante
milagroso y desconocido para los que habitamos este loco y ajetreado mundo
terrenal, y que aporta a las distintas prendas de la colada una prestancia sin
igual.
Ojalá en la primavera que se avecina a pasos agigantados,
no hay más que ver como los almendros nos enseñan ya su espectacular floración,
pueda de nuevo tumbar(me) al sol, aunque sea a ratos pequeños, que me permitan
desconectar de las muchas actividades que jalonan el devenir diario.
Gracias a todos por vuestra generosidad y ¡Qué pena,
Heike!, que después del tiempo transcurrido, no hayas sabido enderezar el rumbo
y sigas descuidando las "Pelotas de Golf". A ver si, con el tiempo y
una caña…
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