Hace unos días tuve la oportunidad, y el placer, de asistir a una mesa de
debate llamada “La Salud Mental en la Región de Murcia”, la organizaba Marea
Blanca Región de Murcia, representada por Pilar Balanza, gran psicóloga clínica,
y participó mi amigo Silver (Silvestre Martínez), excelente psiquiatra,
representando a la AEN; Delia Topham, presidenta de la Federación de Asociaciones
de Salud Mental, luchadora infatigable en la defensa de los derechos de los
enfermos mentales de la región desde hace varias décadas; Amanda Martínez, representante
de la Fundación RAIS y Esperanza Parra, representando a la Asociación en
Primera Persona ECOS.
La intervención de muchas personas
desde el auditorio enriqueció significativamente el debate, hablaron mucho y
bien varios “enfermos” mentales, casi todos vinculados a asociaciones en
primera persona como “En el Límite”, “Barlovento” ubicada en la ciudad de
Cartagena y “ECOS”. Apenas había oído hablar de este tipo de asociaciones, y fue
una gratísima sorpresa escucharles, su nivel de oratoria y el contenido de sus
intervenciones fue casi lo más enriquecedor de la reunión, que tuvo un alto
nivel en su conjunto. Al final, como no puede ser de otra manera, Delia , un
beso para ti desde aquí, en su línea de mosca cojonera allá donde va, consiguió
que los políticos allí presentes se comprometieran en el utópico empeño de
conseguir un consenso para que mejore la dotación presupuestaria destinada a la
asistencia de los enfermos mentales. Hubo coincidencia en que la porción del
pastel de los dineros públicos para la prevención y tratamiento de las
patologías mentales es, a día de hoy, paupérrimo y fácilmente corregible. Está
meridianamente claro que “El que no llora no mama” y es de justicia que las
personas con problemas psiquiátricos, prefiero no llamarles enfermos, estén
mejor atendidos por la sanidad pública.
A título personal debo decir que
me emocionó sobremanera escuchar y saludar a Don Pedro Marset, catedrático de
la Facultad de Medicina en mis tiempos de estudiante años ha, político de
postín y trabajador incansable durante más de una década en el Parlamento
Europeo (no como tantos otros que poco han aportado a la sociedad y llegaron a
la política a servirse y no a servir) y persona sabia de las que ya no se ven,
apenas, en este mediocre momento político-social que nos toca vivir.
He encontrado en internet, en la
WEB de la asociación Barlovento, mencionada más arriba, un texto que me ha
impresionado y que expongo literalmente a continuación:
Una poeta desde el manicomio
Christine Lavant, una de las poetas
austriacas más importantes del siglo XX, entró de forma voluntaria con 20 años
en un hospital psiquiátrico. Errata Naturae publica sus ‘Notas desde un
manicomio’, las duras, bellas y valiosas páginas en las que se refugió y en las
que relató las opresiones e insurrecciones de sus compañeras internas.
“¿Será posible que, tras semanas aquí, vuelva a tener ganas o valor para
reír?”, se preguntó la que acabaría siendo una de las poetas austriacas más
importantes del siglo XX (premio estatal de literatura de Austria en 1970). La
duda le surgió al convivir cada día con el sufrimiento, con el delirio, con la
desesperanza, con las camisas de fuerza: a una interna le fuerzan a alimentarse
con un tubo en la nariz, a otra le inmovilizaron en la cama, la mayoría –la
Reina, la Crucificada, la Condesa, la Mujer del Comandante…– pasaban encerradas
sus días sin solución.
Pobre no, mísera, y mujer, y poeta: nada de su parte. Christine Lavant
(1915-1973) entró de forma voluntaria con 20 años en el Hospital Psiquiátrico
de Klagenfurt, en 1935. ¿Pero, se puede entrar de forma voluntaria en un
psiquiátrico cuando la sociedad te ha dejado al margen y has intentado
suicidarte? Fueron seis semanas de las que surgieron casi once años después
sus Notas desde un manicomio, que ahora Errata Naturae publica por
primera vez en español –y no deja
de ser llamativo, por otra parte, que sea ésta, precisamente, la primera de sus
obras traducidas, como si la locura nos trajera un poco de luz.
Lavant no era su apellido, que en realidad fue Thonhauser, sino que lo
tomó prestado como seudónimo del nombre del río que cruzaba el valle de Austria
donde nació. Borrar el apellido fue, como la escritura, un modo más de huir del
fatalismo social al que le abocaba el haber nacido en el seno de una familia
minera en la que ella era la novena hija. Su futuro pasaba por buscarse un novio, casarse, malvivir como costurera,
tal vez, con suerte, convertirse en sirvienta. Sin embargo, escogió un
seudónimo: la escritura como voluntad de supervivencia.
En ese sentido, Christine Lavant ingresó en el psiquiátrico con sus
cuadernos. Seguramente fue con lo que trabajó posteriormente la escritura de
sus Notas desde un manicomio. El resultado son apenas unas pocas
páginas publicadas de forma póstuma por primera vez en 2001. ¡Pero qué
páginas! Las anotaciones no tienen
fecha, no hay un orden, saltan de una a otra solo impulsadas por la desbordante
necesidad de dejar testimonio de que “somos capaces de todo menos de reunir un
gramo de auténtico amor”. Es un texto duro que nos deja frente a altas
cuotas de dolor, “aquí se elevan -llega a decir al describir las crisis de sus
compañeras- hasta el infinito montañas de sufrimiento”.
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Grafitti from Jef Aerosol at the Robert Musil Museum in Klagenfurt: Christine Lavant |
De Christine Lavant hay algunas fotografías. En ellas, sus ojos
transmiten dolor. Son grandes –o así lo parecen en un rostro delgado
y anguloso, marcado por las enfermedades–, y tienen la desnudez propia de los
pobres y desposeídos, la de aquellos que parecen estar siempre a punto de
traspasar esa línea de la que ya no hay retorno posible. Christine Lavant podía
estar desesperada; pero mantuvo la lucidez: “Mientras que aquí se me considere una invitada de paso y que yo misma me
sienta como tal, no habré traspasado la última frontera”. No la
traspasó. Se refugió en la escritura; lo hizo a pesar de que el psiquiatra
forense la ridiculizara y despreciara porque ella era pobre, era fea, inculta,
un ser carente de poesía. “Tiene que buscarse un novio”, le reprende así por su
vocación literaria cuando debiera, mejor, buscar un “trabajo honrado”, como
toca a los pobres. Y eso era algo que en el momento nadie se cuestionaba.
“Cuando el médico te haga entrar en razón- le dijo en una de las revisiones-,
pasado uno o dos años, te alegrarás si consigues que una señora te adiestre
para hacer las faenas domésticas”.
Pero Christine Lavant desconfía del sistema: el del psiquiátrico no deja
de ser un reflejo del orden establecido afuera. Ni entre locas, logra dejar de
lado el determinismo social que impera. “¿Qué esperaba? –se preguntó once años
después– ¿Curarme?¿Pensaba realmente
que cierta cantidad de arsénico tomada con regularidad daría sentido a mi vida?”.
Desde luego que no fue nada de eso lo que dio algo de sentido a su atormentada
vida. Fue la literatura, y escribir, siempre escribir, aunque fuera con
“palabras corrientes, cuando, en realidad –dice al referirse a sus
anotaciones– debería romper las paredes piedra a piedra y lanzarlas contra el
cielo”. Ahí está: la escritura como rebelión.
Ahora comparto un texto que me ha
llegado por whatsapp que me ha parecido extraordinario, escrito por un “loco”,
dicho sea con todo el cariño y admiración.
“Los
locos no son asesinos”
Oigo una y otra vez como
nos llamáis asesinos, peligrosos, violentos, a los mal llamados enfermos
mentales (no creo en los diagnósticos), extendiendo esa idea a todos nosotros,
cuando son una pequeña y ridícula minoría. Sí que habrá locos violentos igual
que hay entre los que supuestamente están cuerdos; la mayoría de violadores y
asesinos no están diagnosticados de ninguna enfermedad mental (mirar
estadísticas).
Recordad que los llamados locos aman y
sueñan y saben querer y cuidar y respetar y consolar y reír y compartir y
apreciar y luchamos cada día con nuestros miedos y por superar grandísimos
dolores que vienen del alma y tenemos muchos compañeros que se fueron por no
soportar más. A enloquecer se llega después de muchísimo dolor, después de
arrastrar muchas noches de insomnio y desengaños y muchos golpes en el corazón,
habría que rastrear la vida del llamado enfermo mental para analizar qué
sufrimiento tan grande le ha hecho pasar al otro lado, la locura.
No penséis que el loco es un objeto que ni
siente ni padece sino que el loco huye del mundo compartido mentalmente porque
no puede soportar más el peso de éste. No caigáis en el error de pensar que el
loco no sufre; la locura es muy dolorosa y el loco NO NACE sino que lo crea
este mundo terrible y absolutamente, este sí, enfermo . Así que menos
cuestionar a los llamados enfermos mentales y achacarles violencias y cosas
terribles y pedir más responsabilidad a esta sociedad estructuralmente
desquiciada.
2 comentarios:
¿Quién determina la locura o la cordura? ¿Es mensurable? Los mecanismos economicistas y utilitaristas enraizados en los modelos actuales, se atreven a determinarlos. El capital califica al ser humano como unidad de producción y, en tanto este produzca, se está cuerdo y loco. La deshumanización en la que estamos inmersos,osa estigmatizar a los seres humanos hasta el punto en muchos casos de la autodestrucción. Ante esta agresión sin límites del capital, sólo queda la insurrección y sobre todo, la comprensión, el respeto y el amor.
excelente y gran leccion,sobre la biografia de esta admirada mujer de la que todos deberiamos aprender,sentimientos, amor,respeto,caridad y mucha humanidad. tratando a todas las personas como nos gustaria que nos tratasen a cada uno de nosostros y muy buen analixis de quien es mas enfermo mental,los que estan registrados o los que nos manejan fuera y somos,simples titeres o marionetas.me revelo con esta pobre socidad,para algunos,como siempre los mas desfavorecidos y ya es tiempo de que Despertemos y hacerles saber , que los locos son mas cuerdos y gozan de mejor sentimiento que los locos que andan fuera . por la codicia,ego,falta de honestidad y hacer getos de super clases sociales .
con lo que han conseguido ,que parte de esta sociedad llegue a enfermar,tanto mentalmente como de otras .... a consecuencia de estos llamados , lucidos cuerdos...que si tuvieron la oportunidad de ser unos previlegiados. eny
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