El
siguiente relato fue escrito en 2008 por una niña de 12 años, hoy con 22, su
capacidad creativa, está más que contrastada.
Hoy, como todos los lunes a
primera hora de la mañana, tengo cita con Víctor. Víctor es un pobre toxicómano
conocido en todo el pueblo por agredir, robar y tener continuos enfrentamientos
con la policía. Se trata de un chaval de unos 23 años de edad, aunque su físico
aparenta casi 50. Antes de ser drogadicto habría sido bastante guapo porque
tiene los ojos azules y grandes, y aunque ahora los tenga moribundos y apagados
por culpa de las sustancias, el deterioro y la poca higiene, de pequeño seguro
que fueron espabilados y alegres.
Esta mañana abre la puerta, y, más
muerto que vivo, se dirige hacia mí torpemente y se deja caer en la silla
enfrente de mi mesa de despacho. Él dice que recuerda muy bien a sus padres, y
se emociona cuando me habla de lo bien que le habían tratado y de lo afortunado
que había sido en su infancia ya que se lo habían dado todo al ser hijo único.
De hecho, su familia nunca había tenido problemas económicos y “hasta tenían
una casa en la playa”… Víctor rompe a llorar. Se siente impotente ante esta
situación, está convencido de que él no es drogadicto y siempre intenta
convencerme a mí.
Entonces, se siente muy solo y se da
cuenta de la realidad y de que está aquí porque necesita ayuda psicológica y un
tratamiento. En ese momento se asusta, se levanta, se aleja temeroso hacia la
puerta, me dice que estoy loco y repite un par de veces la misma frase de
siempre: - Yo no soy drogadicto, sólo me gusta probar cosas nuevas, esta semana
lo dejo. Entonces yo intento calmarlo y le aseguro que se va a curar y que no
dejaré que le pase nada. Se vuelve a sentar, aliviado, y me cuenta algo que no
había querido contarme hasta ahora, y que tendría que haberme contado desde el
principio: - Doctor, yo empecé con las drogas una noche, en una fiesta que
había organizado un colega del barrio por mi cumpleaños, para que superara la
muerte de mi viejo, pocas semanas antes.
Fuimos a una discoteca a animarnos y
allí nos encontramos con un camello que nos convenció para comprarle unos
gramos de coca y cristal. Nosotros estábamos hasta arriba de alcohol y nos lo
esnifamos. Pasaron unos minutos y nos pusimos a bailar con unas amigas que
hicimos allí. Yo empecé a sentir cosas extrañas que pasaban por mi mente y veía
luces que antes no veía, pero no sabría definir muy bien qué era. Se lo comenté
a mi colega y me dijo que él también estaba sintiendo lo mismo, así que, al día
siguiente fuimos otra vez a la discoteca y volvimos a comprar droga.
Solíamos hacer lo mismo todas las
semanas con lo que yo le sacaba a mi madre, hasta que un día, me enteré de que
mi colega “la había palmao”. Yo sabía perfectamente de qué había muerto, pero
me hice el tonto y no quise ver en qué nos habíamos convertido.
Mi vieja también murió meses
después y aquí estoy yo ahora, hecho un perro y esperando a que llegue mi día.
Mi cuerpo, mi mente, mi sangre y mi vida están hechos de marihuana, hachís,
cocaína, nicotina y de muchas otras sustancias que me superan a mí y a mis
ganas de vivir.
Por eso le necesito a usted, para
que me ayude a dejar todo esto que me está matando. ¡Maldita sea! ¿En qué
estaba yo pensando aquel día que se me ocurrió probar eso tan horrible y
peligroso?
Yo le
receto unas pastillas y le advierto que sólo se tome una cápsula al día, sólo
una. Se marchó poco después.
Ahora pasan las semanas y, como hoy, todos los lunes a primera hora de la mañana marco “Ausente” en la casilla del lunes a las 9’00 h. Aprovecho este tiempo para escribir lo que estoy escribiendo ahora, la vida de un toxicómano que tiró su vida a la basura por unos gramos en polvo o por unas jeringuillas, siempre que puede, porque no siempre tiene dinero para comerciar con los “narcos”, y entonces es cuando suele alterarse y volverse agresivo, pero al fin y al cabo, es una buena persona. Lo peor es que personas como Víctor hay a montones en todos lados, que piensan que ellos tienen cabeza y que sólo quieren probar lo que se siente, y… un momento… ¿Esto qué es? Vaya, hay una nota encima de mi mesa con la fecha de hoy que asoma entre mis papeles, con una letra infantil pero aplicada, con falta de práctica y las letras grandes y temblorosas, veamos:
Se marchó poco
después. Ahora pasan las semanas y, como hoy, todos los lunes a primera hora de
l
GRACIAS, DOCTOR. GRACIAS POR RECETARME ESTAS
PASTILLAS, AHORA SÍ QUE ESTARÉ BIEN, AUNQUE NO VUELVAN A VERME POR AHÍ NUNCA
MÁS. TOTAL, ASÍ NO HARÉ DAÑO A NADIE Y NO CREO QUE NADIE ME ECHE DE MENOS. ME
TOMARÉ EL FRASCO ENTERO DE PASTILLAS DE UN TRAGO Y A ESPERAR EL RESULTADO.
DOCTOR, USTED HA SIDO LA ÚLTIMA PERSONA CON LA QUE HE HABLADO Y LA QUE MÁS HA
SABIDO ESCUCHARME, POR ESO LE DOY LAS GRACIAS. COMO NO VOY A VOLVER A VERLE,
QUIERO DECIRLE QUE AUNQUE NO LO CREA ME HA AYUDADO MUCHO PERO ESTO ES UN INFIERNO,
Y NO QUIERO SUFRIR MÁS. NO SE PREOCUPE POR NADA, Y NO INTENTE IR A BUSCARME A
NINGÚN LADO PORQUE CUANDO LEA ESTO YA ESTARÉ MUERTO. HA SIDO UN PLACER
CONOCERLE, DOCTOR. PD: TENÍA USTED RAZÓN, SÍ, SOY UN DROGADICTO, PERO NO SE
EQUIVOQUE CONMIGO, PORQUE MUCHAS VECES LOS MÉDICOS DEBEN APRENDER DE LOS
ENFERMOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario