Es muy bueno tener iniciativas pero siempre con calma,
y como decía Chesterton, ningún tren se escapa, y si lo hace es porque no era
nuestro tren.
Es buena la puntualidad pero no la prisa.
Hay que priorizar, no se puede abarcar todo y si de algo disponemos es de
tiempo para hacer lo que nos propongamos. Las huidas hacia adelante no suelen
funcionar, a veces es meritorio hacerlo pero el coste es demasiado alto, no por
el qué dirán, eso a
mí me la trae al pairo, sino por el sufrimiento que puede generar en uno mismo
y en las personas que nos importan. El soldado "valiente" (más bien
enajenado y llevado por la desesperación) que se pone de pie en la trinchera y
sale corriendo hacia el enemigo granada en mano, acaba tirado en el suelo,
inerte y ensangrentado, sin vida. Con mucha suerte habrá conseguido lanzar la
granada que portaba en la mano pero quizás ésta, ni siquiera habrá estallado en
las trincheras contrarias, porque el miedo que nace de su valentía habrá
impedido que su dedo engarrotado tire de la anilla-espoleta.
La estrategia debe ser distinta, elaborada, meditada y
organizada, sin margen a la improvisación, ésta es mejor dejarla para los que
mandan que, según les viene dadas, sacan las tijeras de podar y el rodillo de
aplastar a los adversarios o dilapidan en fastos lo que no es suyo, a sabiendas
de que el tesorero de turno se ocupará de emitir facturas falsas que los
justifiquen. ¿No les da vergüenza aprobar decretos cuya vigencia es tan corta e
improductiva? ¿No perciben que cada medida
anticrisis que sacan empeora más la situación?, no sólo porque ahoga a los
ciudadanos, sino porque el objetivo a cumplir es inalcanzable con las premisas
utilizadas. Es como barrer en el desierto, tarea imposible si vienen vientos
huracanados, avivados por la corrupción y desfachatez propias.
Ya somos muchos los que pensamos que se acerca el momento de hacer otras cosas. Lamentarse
en privado de lo que hacen los políticos no hace que avancemos y las
manifestaciones de protesta están bien, pero son insuficientes.
Hace apenas un año oía con vergüenza ajena
como el presidente de todos los españoles decía que su política económica era
infalible y que no pensaba cambiar un ápice su actitud. Dicen que rectificar es
de sabios y el empecinamiento, de soberbios ilustrados. ¿Adónde nos quería
usted llevar?¿Al suicidio colectivo?.
Déjenos vivir un poco más en este mundo,
nosotros lo mejoraremos para que no sea tan inhóspito. Además, las plazas
en el cielo están ya reservadas por todos ustedes, creyentes de pro,
aunque tendrían que renegociar con el Papa Francisco lo pactado con su antecesor,
puede que el pase de favor que tenían hasta no hace mucho tiempo con la rúbrica
de Ratzinger no les sirva cuando se encuentren con San Pedro. De todas formas
no deseo la muerte a nadie, prefiero que se haya ido a su casa o a su oficina
del registro de la propiedad, allí seguro que está usted descansando y
meditando porque me da a mí que no hay mucho trabajo en su sector, tal como
está el mercado inmobiliario y la construcción. Un servidor ya no se plantea si
debería usted estar ocupando otro espacio público menos agradable como el que
ocupa su amigo Luis, sí, el de los whatsapp, el que tenía que aguantar el tipo
al precio que fuese, sin contar el destino de determinados sobres, ¿se acuerda?
Lo peor de todo es que su sucesor, (el que no
es soltero, ni divorciado, ni viudo ni “arrejuntado”, eso, Casado,
que no me salía el apellido, ¡Jolines!) ahora en la oposición, no apunta demasiadas
buenas maneras, parece que su currículum tiene algunas lagunas, jejé. Su
sucesor, decía, ha ganado en unas “limpísimas primarias” dentro de su formación
política a una persona que, en su entorno, parecía uno de los pocos garbanzos
blancos de su amplio grupo parlamentario, sí, la señora con apellido de
carabela pionera, que ni pintaba ni era niña; ella al menos, en sus
intervenciones públicas, tanto en el congreso de los disputados (He dicho
bien, “disputados”, y me estoy acordando ahora de los bochornosos rifirrafes de
hace unos días entre dos impresentables representantes de sendas formaciones políticas
diferentes a la suya, por un quítame allá eso “fascios” o quítame acá esos “golpes”,
¡qué vergüenza utilizar tan noble foro como el Congreso de los Diputados para
emplear tan pobres como abyectos discursos), como en su labor como portavoz
del Gobierno ante los medios de comunicación, se mostraba comedida y subía el nivel medio de
capacidad oratoria de los diputados de
todo el espectro de la Cámara Baja que, porqué no decirlo, es de lo más
mediocre de toda nuestra ya no tan joven democracia.
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